PACO DELGADO

Criterio y sensibilidad

Pero no es sólo en al personal de a pie a quien afecta esta disminución del saber de toros o de entender lo que pasa entre toro y torero. Se ha visto hace apenas unos días en las dos primeras plazas de España, Sevilla y, sobre todo, Madrid
jueves, 23 de mayo de 2019 · 08:00

Es evidente que todo ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Desde luego, en el último medio siglo. Los avances tecnológicos hacen irreconocible el mundo para quien pudiera venir del pasado y a estas novedades no es ajeno el mundo del toro. Al que, por cierto, le afectan algunas de estas innovaciones. Y de manera negativa. Lo primero que se nota, si se repasa la prensa de esos cincuenta años atrás, por no ir más lejos en el tiempo, es que se ha perdido mucha afición.

Aunque la gente siga yendo a los toros, el nivel de comprensión de lo que sucede el ruedo es mucho menor del existente antes. Y es que la prácticamente nula presencia del espectáculo taurino en los medios de comunicación influye considerablemente en la formación y juicio del espectador.

Pero no es sólo en al personal de a pie a quien afecta esta disminución del saber de toros o de entender lo que pasa entre toro y torero. Se ha visto hace apenas unos días en las dos primeras plazas de España, Sevilla y, sobre todo, Madrid. Los presidentes de los festejos muestran una peligrosísima diferencia de criterio  de unos a otros y consiguen que lo que un día es blanco al día siguente sea negro y lo hecho con uno sea calificado de manera muy distinta por un tercero, con lo que lleva eso de injusticia y desigualdad, al margen de generar confusión entre un público ya de por sí bastante confuso...

Además suelen mostrarse al margen de la sensibilidad. Muy al margen. No se entiende, por ejemplo, que cuando un torero se ha estado jugando el bigote, sin trampa ni cartón, frente a un oponente que da miedo con solo mirarle, que no facilita las cosas precisamente, que se pone delante una y otra vez, que logra series de muy estimable arquitectura, conjuntando una faena sólida y arrestosa y que remata con una estocada impactante y eficaz, no tenga recompensa. Y menos cuando el público la ha pedido.

Está claro que existe un reglamento y que desde el palco se aplica según el entendimiento de cada cuál. También es cierto que se supone una maestría y una capacidad suficiente a quien está en la arena para resolver los problemas que plantea un toro y que no son pocos los presidentes que siguen un código  en el que se debe puntuar en una serie de cuestiones establecidas en ellos para optar a premio... pero no lo es menos que hay situaciones y hechos que deberían estar por encima de aquellas consideraciones previas. Y tampoco vale lo de preservar la categoría de una plaza negando orejas. Que en otros casos sí se conceden, a lo mejor sin tanto merecimiento... Sí, cuesta creer muchas veces que desde el palco se eche por tierra una labor esforzada y arriesgada en base a unos criterior tan subjetivos como arcanos.

Explicaba antes el caso de la primera faena de Román en Las Ventas en el último San Isidro, una feria en la que asímismo se vio cómo se ninguneaba la petición a favor de un trasteo de Luis David o se despreciaba la posibilidad de que Sergio Galán hubiese podido abrir una vez más la puerta grande o, al contrario, cómo se han posibilitado triunfos en otras plazas con mucha menos emoción o merecimiento...

El escritor norteamericano Eric Hoffer dejó bien claro que la falta de sensibilidad es básicamente un desconocimiento de nosotros mismos. Y que, normalmente sólo vemos lo que queremos ver; tanto es así, que a veces lo vemos hasta donde no está.

Apliquémonos el cuento.
 

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