CARLOS BUENO

Feria de novilladas y futuro

martes, 24 de septiembre de 2019 · 08:00

Desde que la crisis monetaria azotara con fuerza los bolsillos de los españoles, el número de festejos taurinos ha decaído de forma inquietante. Es muy probable que la celebración de más de 3.600 funciones por temporada fuese una cifra desproporcionada, sin embargo, el descenso del 50 por ciento de espectáculos que se ha producido en la última docena de años es una señal de alarma a la que los profesionales deben buscar solución, en especial en lo que a novilladas se refiere.

Resulta evidente que las novilladas son la base de la tauromaquia y su indiscutible futuro. Es totalmente incuestionable que no se puede adquirir la condición de matador de toros sin un paso previo por el escalafón menor donde aprender y hacer méritos para alcanzar la alternativa. Por eso, desentenderse de los problemas del circuito de los benjamines del toreo es sinónimo de despreciar el mañana taurino.

Por fortuna quedan localidades donde se continúa apostando por el formato de “feria de novilladas”. Guadarrama, Azuqueca, Moralzarzal, Calasparra, Villaseca, Cadalso, Villa del Prado, Arganda, Arnedo, Algemesí… son varios ejemplos de apoyo incondicional a los jóvenes coletudos. Algemesí lleva prácticamente un siglo celebrando nueve festejos por ciclo. Aunque atención, en los últimos años las funciones con picadores han quedado en seis para dar cabida a un espectáculo de rejones y a dos becerradas sin picadores, cuya organización resulta más económica y rentable.

Esta población de La Ribera valenciana no es ajena a la crisis y a los problemas colindantes. Pero año tras año la fuerza popular obra el milagro de alzar una plaza singular y celebrar una feria única. Sin duda la ilusión y el esfuerzo de la gente del pueblo es el motor que mantiene en marcha un serial con sello diferenciador desde tiempos inmemoriales. Los peñistas, llamados aquí cadafalers, montan el coso, venden abonos y entradas y contratan toros, toreros, seguros y una retahíla infinita de servicios necesarios para que su fiesta perdure, y todo con su dinero. En definitiva, mucho trabajo y gran asunción de riesgos económicos. Nada parece que cambiará mientras los gastos y los ingresos queden en tablas. Así que mucho cuidado. Es fundamental que los costes se mantengan o bajen, y que la figura del cadafaler adquiera interés para que aparezcan nuevas peñas y releven a las veteranas.

Imagino que otras ferias tendrán un funcionamiento similar al de Algemesí. Por eso resulta urgente que los profesionales del toreo se mentalicen de que los dispendios de producción de las novilladas han de abaratarse de forma notoria y urgente. Y en esa batalla han de ir todos de la mano para conseguir que las Administraciones minimicen las tasas y cargas impositivas sobre un escalafón discriminado y maltratado respecto al deporte base o a las escuelas de interpretación artística.

Quizá los propios integrantes del sector deberían comenzar a dar ejemplo reduciendo sus salarios o el número de subalternos necesarios para que la función se pueda llevar a cabo, al menos en determinadas plazas de menor entidad. La tauromaquia se juega mucho y el esfuerzo merece la pena, si es que se pretende que nuestros nietos continúen apasionándose con el toreo.

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