CARLOS BUENO

Un bombo sin bum

Otra cosa hubiese sido componer carteles de dos espadas consagrados y dejar un puesto a sortear entre toreros emergentes o los que suelen quedar relegados a lidiar encastes duros
martes, 26 de febrero de 2019 · 09:00

Posiblemente la ocurrencia de realizar un sorteo para elaborar los carteles de una feria taurina no sea la mejor idea. Si se impusiera ese sistema la figura del empresario sería totalmente prescindible y en adelante sólo habría que buscar un gestor que cumpliera con los pertinentes trámites burocráticos. Entiendo que el buen empresario es el que convence a las figuras de que se anuncien en carteles interesantes para el público, tanto por los compañeros de terna como por los hierros a lidiar, el que no olvida los méritos de los toreros, el que da cabida a valores con proyección, el que es justo con la afición. Dejar que sea el azar el que confeccione las diferentes combinaciones de un serial no avala la capacidad de negociación de nadie.

Aún con todo esto, reconozco la valentía de Simón Casas de introducir un bombo al estilo futbolero en los toros. No salió mal la experiencia pionera en la pasada Feria de Otoño, un ciclo corto en el que no quieren anunciarse gran parte de los diestros más reconocidos, lo que facilitaba su implantación. Pero estimo que el sorteo llevado ahora a cabo para ocupar diez puestos en el próximo San Isidro es un simulacro sin fundamento. Entiendo la imposibilidad de meter treinta ganaderías y noventa matadores en un mismo bombo, algo a lo que muchas figuras del toreo se hubiesen negado entendiendo que se han ganado su estatus por méritos propios, lo que les debe dar ciertas prioridades a la hora de negociar. Pero rifar una decena de ganaderías de las más habituales y “normales” -con la salvedad de Adolfo Martín- para otros tantos coletudos parece una pantomima.

Otra cosa hubiese sido componer carteles de dos espadas consagrados y dejar un puesto a sortear entre toreros emergentes o los que suelen quedar relegados a lidiar encastes duros. Sinceramente pienso que esta fórmula hubiese conferido mayor mérito al empresario, hubiera sido más justa con los menos favorecidos del sistema y tendría mayor interés para el aficionado.

Llama la atención que ante la llamada que Simón Casas hizo a los matadores para que se apuntasen al bombo, tuviesen que transcurrir varios días hasta completar el elenco de diez pretendientes, que fueron Enrique Ponce, Roca Rey, Paco Ureña, Diego Urdiales, Sebastián Castella, Ginés Marín, Miguel Ángel Perera, López Simón, Antonio Ferrera y Álvaro Lorenzo. ¿Y el resto del escalafón? No entiendo que no se apuntasen de inmediato Rafaelillo, Juan del Álamo, Curro Díaz, Escribano, Román, Moral, Fortes, Sánchez Vara, Juan Leal, Castaño, Bolívar, Lamelas, José Carlos Venegas, Cortés, Israel Lancho y otro centenar más… ¿Qué tenían que perder? De las diez ganaderías sorteadas sólo una está considerada dura, la de Adolfo Martín, y la mayoría de coletudos de esta lista no suele tener oportunidades con divisas de garantías ¿Por qué entonces no se apuntaron al bombo? ¿Es que no querían verse anunciados con una de Juan Pedro, Alcurrucén, Montalvo, Parladé, Garcigrande…? Desde luego algo no se explicó bien a los maestros o al público.

Sea como fuere, el resultado del sorteo ha deparado un agradable atractivo, el emparejamiento de Roca Rey con los saltillos de Adolfo. El resto, con bombo o sin bombo, es más o menos lo de siempre. Por eso el sistema empleado en esta ocasión para rifar diez puestos en la feria más importante del mundo debería revisarse de cara a nuevas ediciones. Y, aunque a mi humilde entender el empresario debería ser quien elaborase los carteles, si la fórmula acaba imponiéndose tendría que incluir otro tipo de hierros y más nombres de toreros. De momento el primer paso está dado, y eso hay que reconocérselo al francés Casas. Que lo depure y lo mejore también sería de buen empresario.  

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