CARLOS BUENO

La hora de Vicente Soler

Anunciar a toreros que apenas torean con una corrida dura es sin duda una oportunidad
martes, 26 de marzo de 2019 · 11:55

Anunciar a toreros que apenas torean con una corrida dura es sin duda una oportunidad. Una oportunidad envenenada, pero oportunidad al fin y al cabo. Las opciones de triunfo se reducen cuando se juntan toros complicados y falta de experiencia. A los matadores en cuestión sólo les cabe una preparación exhaustiva y una mentalización férrea, y también confiar en la buena suerte. Si llega el triunfo -lo que no suele acabar ocurriendo con asiduidad- el reconocimiento será mayor que ante otro tipo de divisas y la repercusión inmediata. Generalmente el aficionado padece más en este tipo de festejos por dos razones. La primera y más importante por la integridad física de los actuantes, y la segunda por la posibilidad de que algún toro bravo no sea entendido y se vaya sin ser aprovechado.

La feria de La Magdalena de Castellón abrió con una corrida de Adolfo Martín de imponente presentación, encastada, correosa, fuerte, dura, siempre interesante. Puso a prueba la capacidad de tres toreros de la tierra cuya única opción era aceptar el reto con los albaserradas. Abel Valls intentó tapar su bisoñez con disposición y puso el corazón en un puño a los espectadores. Paco Ramos resolvió el envite con inesperada solvencia y torería y se llevó la única oreja de la tarde. Ojalá le valga, lo merece. Y Vicente Soler sólo salió a pie por su deficiente uso del estoque, porque con capa y muleta mereció sobradamente haber abierto la puerta grande. Sin duda su actuación resultó una grata sorpresa.

El de Burriana tomó la alternativa en 2016 y esa temporada sólo se vistió de luces una vez más. Otras dos corridas sumó el año siguiente y ninguna la pasada campaña en España. En todo este tiempo toreó cinco festejos en plazas peruanas de tercer orden. Así que la oportunidad envenenada de su Castellón era la única opción que le quedaba a Soler para llamar la atención y reivindicar su nombre. Y lo hizo. No era lo más lógico ni lo más esperado por el público. No por falta de confianza en su valentía y decisión, sino porque su exiguo bagaje le condicionaba. Sin embargo esas dudas quedaron aparcadas desde que se abrió de capa. Vicente lidió con admirable seguridad a sus dos antagonistas de salida y dominó con firmeza sus exigentes embestidas con la franela. Desde luego no pareció en ningún momento un chaval sin oficio, sino más bien todo lo contrario.

Vicente Soler acaparó la atención de los tendidos porque todo cuanto hizo tuvo verdad, aliciente e importancia. Su entrega fue total y la sensación de capacidad absoluta. Si los toros que sorteó ofrecieron posibilidades y dieron un juego interesante fue porque en sus manos lucieron más de lo inicialmente imaginable, porque acertó en el planteamiento, en el fondo y en las formas. ¿Cómo lo consiguió? ¿Fue cuestión de suerte? ¿Sería capaz de repetir el esfuerzo más veces? Personalmente pienso que el castellonense ha pasado un invierno centrado en la cita al ciento por ciento, que estaba preparado física y mentalmente para la prueba y que salió a la plaza convencido de sus posibilidades para acabar abandonado a su sueño.

No estuvo bien con la espada, pero eso no puede servir de excusa para dejarle parado otra vez. El escalafón necesita toreros con la ambición y la capacidad demostrada por Soler. Verle de nuevo sería lo justo, demostraría que los empresarios tienen sensibilidad y que los toros todavía dan a cada cual lo que se ha ganado sobre la arena. Vicente Soler merece más oportunidades. Seguro que a la próxima ha mejorado con el estoque tanto como demostró haberlo hecho con los engaños en La Magdalena 2019 y frente a los implacables Adolfos. ¡Casi nada!

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