CARLOS BUENO

Asumir la voz del pueblo

martes, 7 de mayo de 2019 · 11:49

Decía textualmente un poema del valenciano Vicent Andrés Estellés: “Asumirás la voz de un pueblo, y será la voz de tu pueblo, y serás para siempre pueblo”. Es la máxima que deberían seguir los alcaldes que gobiernan nuestras ciudades y municipios, ser pueblo y hablar por él. Y ser pueblo y asumir su voz implica representar a todos los ciudadanos, respetar sus libertades y derechos. Sí, los de todos, no únicamente los de aquellos que opinan del mismo modo que uno.

No es tarea fácil estar al mando de una corporación, quizá todavía sea más espinoso en esta época actual de multipartidismo en la que hay que contentar a socios de gobierno a cambio de mantener la estabilidad de la alcaldía. No es sencillo dirigir los ayuntamientos de los municipios cuando la política nacional se rige demasiadas veces por tendencias urbanitas que olvidan al medio rural. Es complicado representar en el consistorio de una población unas siglas que, a nivel nacional, pierden respaldo.

Por eso, los alcaldes y alcaldesas de nuestros pueblos se convierten muchas veces en grandes héroes anónimos. Sus actos no alcanzan eco mediático en espacios de ámbito estatal, pero en realidad son ellos los que se baten el cobre cada día, los que bajan a la arena para mediar entre los intenses de vecinos con los que conviven en el barrio: el panadero, el electricista, el abogado, el médico, el albañil, el aficionado a los toros y el antitaurino.

Se acercan las elecciones municipales y los candidatos intentan nadar y guardar la ropa en temas comprometidos mientras los representantes de la política autonómica y nacional les hacen un flaco favor con declaraciones que en nada favorecen la conciliación entre los habitantes de la villa. Y entre estos habitantes los hay de todos los colores y tendencias, y a todos hay que representar y honrar, también, por supuesto a los aficionados a los toros, esos que sostienen la vida de medio millón de cabezas de animales bravos en el campo, la perdurabilidad de medio millón de hectáreas de dehesa en España que son un tesoro de incalculable valor medioambiental, la continuidad de 200.000 puestos de trabajo, el ingreso en las arcas del Estado de más de 120 millones de euros sólo en concepto de IVA cada ejercicio, los que posibilitan que el impacto anual en la economía española siga siendo superior a 3.500 millones de euros, los que compran más de cinco millones de entradas cada temporada, esos que suman 25 millones de espectadores que año tras año ven los 18.000 festejos que se celebran en nuestras plazas y calles.

Fuera caretas e intereses personales impuestos desde la política generalista. Fuera malas intenciones que buscan rédito electoral. Fuera mentiras que sólo benefician a ciertos grupos de los que se pretenden favores. Es el turno de los pueblos, de la gente de a pie preocupada por los problemas diarios de la calle, los de verdad, los que tienen que ver con la economía y el trabajo, con la sanidad y la educación, con la cultura y con la forma de vida. Y los toros son una forma de entender la vida, eso que quizá no se entienda desde las grandes urbes pero que la mayoría de españoles siente.

Es turno de los pueblos, de su voz, de esa que el alcalde ha de asumir para ser por siempre pueblo, para que la globalización no nos robe nuestras raíces y sentimientos, para que sigan existiendo nuestros derechos y libertades. Es el turno de que vivan los pueblos para que viva la ciudad, para que la vida continúe, para que el toro sobreviva. Es el turno de que se escuche la voz de 25 millones de espectadores.

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