CARLOS BUENO

Escuela de tauromaquia, escuela de valores

martes, 17 de septiembre de 2019 · 08:00

Me decía la madre de un chavalito que le quería inscribir en el equipo local de futbol para ver si así se le iban los toros de la cabeza. El niño tiene diez años y lleva desde los cinco pidiendo ir a la Escuela de Tauromaquia. Le dije a la mujer que ese gusanillo lo lleva dentro y no desaparece por mucho que le intente distraer. Si tiene que ser torero lo será aunque tarde en acudir a la escuela, y si no tiene que serlo no lo conseguirá por muchas clases que le impartan, porque pertenecer a un centro de enseñanzas taurinas no garantiza llegar a la alternativa.

Sin embargo sí que certifica que, más allá de las indicaciones técnicas, reciba una educación basada en valores eternos como el respeto, el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, la humildad… vamos, lo que siempre ha sido la buena educación, y además el joven cuidará su alimentación y su físico, y aprenderá a organizarse sus jornadas diarias para poder entrenar y estudiar a la vez, porque la escuela de tauromaquia no permite que sus alumnos abandonen los estudios, lo que favorece que sus pupilos no pierdan el tiempo en consolas y demás jueguecitos tecnológicos.

Así que, con la mejor de mis voluntades, aconsejé a aquella madre que matriculase a su hijo en lo que era su pasión. Es lógico que estuviese preocupada por el posible peligro que puede correr el muchacho, pero no es menos cierto que el peligro coexiste con cada una de las acciones que el ser humano realiza a diario. Incluso, le dije, si el chico no supera el miedo a ese peligro, puede que su afición acabe esfumándose, quién sabe.

En las últimas décadas he conocido a infinidad de chiquillos de la Escuela de Tauromaquia de Valencia, a cuál más sensato y educado. También he conocido a multitud de futbolistas de categorías inferiores y, la verdad, no es lo mismo. Por supuesto que de todo hay en cualquier actividad, pero en general el entorno futbolero es más agresivo y menos respetuoso que el taurino, sobre todo por el ambiente que se vive en las gradas.

Es evidente que al final cada cual saca la personalidad que lleva dentro, pero la base que se inculca de joven es muy importante para el desarrollo postrer del ser humano. Quizá por eso me permití sugerir a la mujer que, mejor que al futbol, apuntase a su nano a los toros. De momento conseguiría tener en casa una personita responsable, de buenos modales y alejada de algunas tentaciones que acechan a la juventud. Luego el tiempo dirá si es torero, futbolista o periodista.

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