OPINIÓN

Albahaca y Alpaca

miércoles, 21 de marzo de 2018 · 09:08

En  la mañana del sábado conocíamos la noticia de la disolución definitiva de la sociedad mercantil Albahaca y Plata, S.L. arrendataria del coso taurino de Huesca durante las últimas cinco temporadas, propiedad de los hermanos Luna, Diego y Tomás. Pese a la deuda que mantenían y mantienen con el Ayuntamiento de la localidad oscense, solicitaron una prórroga que por razones obvias les fue denegada. Unos meses después el concurso de acreedores solicitado por la propia empresa ha sido resuelto definitivamente por la justicia mercantil con una estocada entera que pone punto y final a su andadura al determinar la insuficiencia de patrimonio para el pago de los débitos acumulados en los últimos años. Queda abierto un nuevo pliego de condiciones que podría contar parcialmente con la colaboración en la gestión de la casa consistorial.

Convertida en una de las grandes citas del calendario estival, la feria de San Lorenzo ha contado en los últimos años con grandes carteles, con las figuras del momento, en una evolución que ha ido in crescendo hasta el año 2017 rematando una feria de altísimo nivel. Ahora sabemos que detrás de tanto brillo se escondía una acumulación de deudas con el dueño de la plaza, el Ayuntamiento, con algunos proveedores de servicios e incluso con los profesionales taurinos que a través de la Unión de Toreros habían amenazado con no acudir este año a la feria si la sociedad concursada continuaba al frente de la misma. No han quedado ni siquiera las tristes migajas con la que mitigar el daño que situaciones como esta produce en pequeños negocios que viven al amparo de este tipo de espectáculos, entre los que podemos incluir a los medios de comunicación. No era plata todo lo que relucía, más bien era alpaca.

Llama la atención la insistencia de los Luna en seguir explotando la concesión en esta situación, enfrentados con todos y con un agujero en las arcas municipales cercano a los ochenta mil euros. Es encomiable la labor que han desarrollado en estos cinco años, reflotando una feria en horas bajas y en un contexto municipal marcado por el equipo de gobierno socialista que apuesta a medio plazo por la desaparición de los toros. No son ni serán los primeros empresarios en fracasar en la gestión de sus negocios más allá del esfuerzo realizado y la buena fe, pero quizá ha llegado el momento de reflexionar sobre la gestión profesional de los espectáculos taurinos. Más allá de las grandes ferias llevadas a buen puerto por los Simón Casas, la casa Chopera o los Lozano de turno, en trayectorias avaladas por longevas tradiciones familiares en unos casos y por años de experiencia en otros, hay multitud de festejos de menor nivel pero de suma importancia que se han visto abocados a la desaparición por la falta de capacidad de quien los dirige, huérfanos de preparación, de solvencia e incluso de la más básica de las educaciones para tratar con semejantes, en un mundo, donde además de parecerlo hay que serlo.

Mueren o se ven recortados los festejos de base, los más débiles, que sin el respaldo económico de los Ayuntamientos han sido incapaces de encontrar fórmulas que los hagan viables. Sin ellos no hay oportunidades para los más jóvenes y con ello el relevo del escalafón actual corre serio peligro de continuidad.

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