JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ

Epinicio a Padilla

lunes, 19 de noviembre de 2018 · 09:29

Admirado Padilla: Seguramente en estos momentos de tu vida te faltará tiempo para leer y atender las comunicaciones de felicitación. Merecías el broche de oro que se ha puesto en tu biografía de matador de toros.

Los aficionados taurinos sabemos que el torero nunca deja de serlo aunque en algún momento  deba dejar de vestirse de luces. Tú, Padilla, seguirás siendo torero a las 5 de la tarde de todos los días de tu vida.

El Premio Nacional de Tauromaquia del Ministerio de Cultura reconoce en ti unos valores que, en mayor o menor grado, atesora la gente del toro pero que en tu personalidad brillan con vigor propio, aunque advirtamos no quieras que iluminen por encima de los compañeros de profesión, porque sabes que en el ruedo ellos sienten lo mismo que tú. Eso es grandeza.

Eres, Padilla, ejemplo de entrega y de una hombría antigua, quizá mejor eterna. Lo notamos los que ante el toro bravo vemos a los toreros que se forjan en cuerpo y alma, en la recia verdad de los pitones  que escriben con  sangre y caligrafía indeleble cicatrices.

Mientras redacto esta carta, algo me advierte que lo hago movido por un sentimiento común y agradecido de anónimos aficionados. Que alegría tener el convencimiento de ser simple instrumento de tantos que te hemos visto torear sin reserva en  plazas grandes, medianas y chicas y con la misma disposición. Y tú, a menudo, enfrontilado con las rodillas hincadas, sin deber ni culpa de tener que abrir la lidia con el pase del perdón.

¿Por qué, Padilla? Si no hay que perdonarte nada.

Te vimos en La Misericordia de Zaragoza  después de haber perdido un ojo, dejarte la mandíbula maltrecha y a un  tris de morir. Fui uno de tantos que a tu vuelta y al ver te  dirigías resuelto al portón de los sustos grite: ¡Nooo!

Padilla, lo tienes demostrado: VALOR Y ENTREGA.

¡Por muchos años, Padilla, maravilla!

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