JOSÉ LUIS RODRIGUEZ

Sobre la verdad

sábado, 3 de noviembre de 2018 · 09:34

-Si a la tauromaquia le quitas la literatura ¿qué le queda?

-La verdad desnuda.

-¿Y qué es esa verdad?

-El torero y el toro, en desafío.

-¿Sólo entre el hombre y el animal?

-No, también entre los matadores, novilleros, los picadores, los banderilleros, los ganaderos, los mayorales...El toro reta a todos los que se le acercan.

Sobre esa verdad se ha escrito y seguimos escribiendo. Queremos comprender y explicar por qué hay hombres que aceptan el desafío con tan poderoso animal y viven vocacionalmente entregados a él.

Entre los llamados por la bravura y la belleza del toro  los hay que no quieren ser ni hacer de otra cosa, o serían y harían casi todo para poder dominarlo.

Leyendo sobre toreros se descubre que son personas de pocas palabras. Y de antiguo ya se decía que la palabra de un matador vale por una escritura.

Hemos visto muchas veces como los toreros al ser cogidos, y estando aún bajo los dolorosos efectos de las  heridas no abandonan el redondel sin cumplir su compromiso: dar muerte al toro.

Esta es la conducta habitual de los toreros. Actitud que no deja de impresionarnos  pues sabemos que un torniquete nunca es tan eficaz como entrar inmediatamente por la puerta de la enfermería, en la que muchas veces los cirujanos se impacientan al tener que aguardar a que culminen la faena.

En general los hombres del toro desconfían de lo dicho y escrito en extenso. Antoñete decía aquello de pronto y en la mano.

A veces he pensado que el torero persigue  vencer, incluso, hasta la mala suerte.

Cerca del toro el hombre se agranda y en los mano a mano se ennoblece.

Federico García Lorca lo captó en El café de Chinitas:

 ...Soy más valiente que tú,

más torero y más gitano.”

Les cuento esto porque he visto torear varias veces Alejandro Talavante y después de leer lo extenso que se ha escrito, tras su reciente retirada de los ruedos, tengo para mi que, tras haber toreado superior en  Zaragoza, quedó exonerado de tener que dar explicaciones. Ya habló en el albero maño su elocuente mano izquierda.

 

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