JOSE LUIS RODRIGUEZ

Plenitud otoñal

miércoles, 4 de diciembre de 2019 · 13:01

Cuando esta mañana, desde mi casa, miré hacia los árboles que se alzan en el pequeño jardín urbano me quedé sorprendió del dorado brillo de sus hojas. Un fulgor pasajero, pensé.

La lluvia, el viento y la niebla se irán alternando y desnudarán    estas copas de panes de oro que las bruñe con delicadeza el sol.

Belleza efímera. ¿Qué hacer para retenerla tan dulce y natural?

Me vino a la memoria mi amigo Joaquin Ureña, acuarelista y observador, él podría plasmar el gozo cromático que irradian estas acacias bañadas en la luz de una mañana limpia de sombras.

Para intentar suplir la ausencia del pintor utilicé la cámara fotográfica, consciente de que el resultado se alejaría de sus creaciones.

Cuando el viento haya dejado los árboles sin hojas y quede en el aire solo la maraña de las ramas entonces, cualquier día, nos sorprenderán engalanadas de escarcha.

Los últimos días de Noviembre han sido de plenitud otoñal. Las copa han conservado masa vegetal y se han ido pintando de oro, cobre, azófar...

Personalmente siento por los árboles una estima especial. Me agrada contemplarlos en todas sus fases biológicas. Procuro conocer y retener sus nombres, la calidad de sus maderas, los tipos de corteza, el gusto de sus frutos, el aroma de las resinas... 

Con mi amigo, Josep Mitjana, ingeniero agrícola, hemos  plantado y transplantado árboles de las más variadas especies. Y lo hermoso es que llevamos medio siglo viéndolos crecer y, claro, hace años nos sobrepasaron, especialmente los  pinos piñoneros, abetos y cipreses, árboles que pronto fueron el albergue de aves menudas y lo son ahora de otras de gran envergadura.

Plantar un  árbol es crear un mundo de vida y arte.

 

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