JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ

Por derecho

viernes, 1 de febrero de 2019 · 18:53

El búho tiene cara de filósofo, pero no conozco a ningún búho que haga preguntas como Sócrates. Miran mucho, especialmente a los topillos para merendárselos.

Nuestra sociedad se halla protegida por los derechos fundamentales, que no son otra cosa que el feliz resultado de la evolución ética de una gran parte de la humanidad, que fue poniendo barreras a los abusos, al odio, a la discriminación…, dando acceso a las víctimas a solicitar y recibir la tutela de los tribunales.

Una de las lacras a combatir es el odio porque nunca tuvo éste perverso sentimiento tan potentes canales de propagación, hasta el punto de que es probable que allende los planetas, si en alguno hubiera vida racional, habrán llegado las ondas ponzoñosas de los que utilizan los medios tecnológicos para envenenar, si pueden, hasta el universo.

Igual que la garrapata (perdóneseme la comparación) se esconde entre el pelaje para pasar desapercibida, mientras succiona, enferma y debilita a la víctima, hay individuos que en internet proceden, con las alternativas comunicativas, de manera similar al referido parásito para lograr intoxicar a los confiados o incautos usuarios. El anonimato en que se amagan es  prueba rotunda de cobardía.

Frente a tales sujetos se alza el artículo 510 del Código Penal, que es el último dique en términos jurídicos, ya que las conductas ilícitas, las menos graves, encuentran igualmente censura y remedio en las vías civil y administrativa.

El llamado “ciberodio” debe, pues, ser combatido con los medios que nos ofrece el ordenamiento jurídico.

...Y los taurinos sabemos algo del “ciberodio” al padecer la frecuente hostilidad contra la tauromaquia y, en ocasiones hasta hemos leído que quienes asistimos a las corridas tendríamos que ser tratados médicamente. Sí, es un despropósito descomunal que sólo se explica por la existencia de portavoces de la sinrazón, como es la de igualar los animales a las personas. Innecesario traer a colación los  tuits que proclaman la  “alegría” de quienes cuando un torero pierde la vida o resulta mal herido.

Está acreditado que hay entidades que promocionan el rechazo hacia quienes ejercemos el derecho de asistir a los toros.

Los aficionados a la tauromaquia componemos un grupo social hacia el que se encara una pertinaz intolerancia que no tenemos porque soportar y que algunos políticos no la rechazan o miran hacia otro lado,  evidenciando ser inconsecuentes con el valor de una actividad legal y que está adornada de connotaciones históricas, culturales y artísticas, amén de ser generadora de riqueza en un vasto ámbito de vida en libertad en miles de hectáreas. La dehesa, bendición geográfica y ecológica en la que abundan los búhos pendientes de los topillos.

Sí, tenemos que levantar un baluarte en defensa del toreo para que no nos conviertan, a la chita callando, en un colectivo víctima de discriminación. Pues esa parece la intención y no otra.

Las palabras de Victorino en el Senado son piedras sillares para esa defensa. Hablar claro y alto: Por derecho.

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