JOSE LUIS RODRÍGUEZ

En defensa de la Tauromaquia

Soy partidario de no ir sólo a los toros. Y eso que me consta por experiencia que en la plaza nunca te sientes aislado
viernes, 26 de abril de 2019 · 07:39

Soy partidario de no ir sólo a los toros. Y eso que me consta por experiencia que en la plaza nunca te sientes aislado. La plaza es un ámbito de alegre convivencia. Allí la simple coexistencia entre los otros asistentes no se produce, porque el espectáculo es propicio al intercambio de pareceres sobre lo que sucede en el ruedo.

Desde las barreras a las andanadas hay muchos sentimientos y el toreo los amalgama en comunión de los olé, esa interjección tan rica en matices cuando es voz del común, del pueblo

Suele ser habitual que los aficionados hagamos por acudir a la plaza con familiares o amigos. Así lo hice en la despedida del matador Juan José Padilla, en La Misericordia (Zaragoza) formando terna con Manzanares y Talavante, con un lleno absolutísimo. Y después el notición de Talavante. ¿Cómo es posible que no le veamos torear?

Fue aquella una de esas corridas que crean afición. Mi nieto mayor sé quedó con ganas de volver y ya tenemos entradas para la del día 23 de abril, la de concurso de ganaderías, y ahora se ha apuntado su hermano, de 14 años, que me ha manifestado curiosidad por ir a ver a los legendarios toros de Miura, algo habrá oído...

Soy consciente de que a la plaza se tiene que ir habiendo leído antes algo sobre los toros y los toreros y, cuando estaba pensando en ello, me acordé que un amigo, hace unos días, me obsequió con el libro titulado: EN DEFENSA DE LA TAUROMAQUIA, de ANTONIO JESÚS RODRIGUEZ CASTILLA (Editorial Almuzara.1ª edición febrero 2019). Lo leí en un plis plas y ya se lo he pasado a los jóvenes aficionados familiares, tras comprobar se trata de un texto adecuado para enterarse de lo que va la fiesta y del momento por el que atraviesa.

Esta obra, en pocas páginas, nos ofrece una visión global de la tauromaquia que el autor ha sabido sintetizar y enriquecer con la exposición de razonamientos y argumentos, con los que sale al paso de los falsos postulados de la llamada ideología animalistas. A mi juicio esto tiene mérito, especialmente si pensamos que puede ayudar a aquellos que necesitan asentar unas bases para poder adentrarse en este “planeta”.

No les he dicho que el autor es magistrado de lo social y en las páginas “confiesa” y facilita pruebas personalísimas de su acendrada afición taurina, a la que sólo dejó por causa de exámenes.

El libro es recomendable para recordar dónde arranca la realidad de la vida y muerte del toro por el hombre. Realidad cruenta que ahora quieren impregnar de utópica sensibilidad animal.

El autor valora la capacidad de matar un toro a pie (de frente), lo estima algo excepcional y deja sentado que no es ajena al rito con el toro, sino la culminación.

Engarza, pues, lo antiguo y lo meritorio del toreo con el juego plástico modernamente logrado.

Estamos ante un enfoque intelectual que no olvida las corrientes sociales, culturales, económicas, éticas, etc. etc. en las que los astados se hallan inmersos, mientras algunos discuten los valores que aporta la tauromaquia. El jurista entra en liza glosando y rebatiendo, con el rigor de quien interpreta y aplica normas, logrando dar luz en áreas en las que la propaganda oscurece la grandeza de la fiesta brava. Por ello es un libro recomendable para los aficionados veteranos y también para los jóvenes.

Personalmente lo considero como prontuario, con aportaciones y reflexiones atinentes al actual momento y de toma de conciencia de que el toreo se remonta a culturas milenarias y gracias al valor del ser humano se han podido mejorar las técnicas de la lidia para conseguir el dominio de tan mítico animal con arte.

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