JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ

La yegua vieja

lunes, 6 de enero de 2020 · 09:33

La yegua vieja y la otra, quizás joven, tras la grupa de aquella, se disponen a descender de los prados altos de Benasque. Caen las primeras y escasas nieves de otoño; al soplar los primerizos vientos fríos, afilados por las pizarras negras del puerto, la yegua se arrima a los abedules que terminan por dorar la pradera. Algunas hojas volanderas se detienen sobre su lustroso lomo rojo y se quedan prendidas como condecoración áurica.

Cuando amaina el revuelo de la hojarasca la yegua mira monte abajo y le parece menos distante el rodal y la cuadra que abandonó en primavera...

Las yeguas añejas guardan buena memoria de las veredas, tienen el olfato y el oído finos, Nuestra amiga se inquieta, ventea y huele los primeros humos de los fuegos que comenzaron a arder en las casas más frioleras del pueblo. El viento es correveidile y eleva el humo por encima del bosque. La yegua sabe que los montañeses ancianos son los primeros en encender los lares y ella, que se ha hecho sabia en la soledad del monte detecta a su alrededor el letargo que se avecina, el pasto ralo y pajizo, los escaramujos con sus miles de dientes espinosos en defensa de las pocas bayas rojas. Verdean los musgos en rincones y oquedades y las ardillas no paran de roer dejando caer desde las copas de los árboles cáscaras y mondas. Las rapaces vuelan bajo y se exponen para poder hacer presa.

En su descenso a la promesa de la cebada y del apilado heno oloroso, se detiene en la falda del monte antes de pisar con sus cascos el enmorrillado de la calle, con la certeza que las vendrán a recibir y ellas se acercarán relinchando al hombre en busca de cuartelillo y golosinas: Un terrón de azúcar, un puñadito de sal, un corrusco de pan... y levantarán el labio superior mostrando sus grandes dientes de equino viejo.

Nuestra yegua es vieja y coqueta... Y si le hacen una foto mucho mejor

 

Fotografía: Alfonso Arquer

 

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