FIRMA INVITADA
Grandes toreros
Por Antonio CepedelloSe imaginan que prohibieran actuar en el cine a actores o actrices por tener algún tipo de peculiaridad física, para evitar que algunos espectadores se rían de ello o les ridiculicen, sin que estos artistas se hubieran quejado nunca de ello. O que se prohibiera el cuento de ‘Blancanieves’ por la baja estatura de la mayoría de sus protagonistas.
Esta vulneración de un derecho tan fundamental como es el del trabajo, además de una barbaridad tan inadmisible, la cometió no hace mucho tiempo nuestro Senado, al aprobar el veto a los espectáculos de los ‘enanitos-toreros’. Se pasaron nuestra Constitución por cualquiera sabe dónde.
Menos mal que el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 5 de Málaga ha puesto cordura y justicia para solventar esta tropelía, con una lógica y sensata sentencia que da la razón a estos 'Grandes Toreros', con mayúsculas, para que puedan volver a pisar los ruedos españoles y ganarse la vida con lo que saben y más les gusta.
Estos artistas podrán trabajar ya con toda tranquilidad y sin temer las medidas de estos nuevos inquisidores del siglo XXI. No hay algo más tirano que impedir que alguien pueda ejercer su profesión, en contra de su voluntad y con la falaz excusa de ‘protegerles’. Es la estrategia de siempre de los mayores dictadores.
La mayoría de nuestros senadores quería esquilmar a cerca de 200 españoles todos sus derechos laborales, regulados desde hace tiempo por un convenio legal y concertado con las empresas taurinas. El falso argumento de estos 'dictadorzuelos' es que “no dan la talla física”. Una cruel discriminación en toda regla, que es más típica de gobiernos fascistas que de sistemas democráticos.
Quiénes son estos señores, por mucha chaqueta, corbata, coleta o tatuajes que se pongan, qué más da, para prohibir a estos ciudadanos su derecho a elegir su profesión. O para impedir que una familia pueda llevar a sus hijos a una plaza de toros para que disfruten con las habilidades y destrezas de estos héroes de los ruedos, como lo hicimos muchos de nosotros de la mano de nuestros padres o abuelos.
No puede existir mayor vileza que tomar una medida para en teoría ‘proteger’ la dignidad de unas personas, pero que en realidad la pierden por esta farisea decisión. Déjense ya de legislar sobre los sentimientos o la conciencia de los ciudadanos. Ocúpense de promulgar normas que defiendan nuestros derechos ante ese poder económico en la sombra que tanto nos daña a diario. ¡Ah, que con esos personajes no os atrevéis, porque son ‘gigantes’!
Señores senadores, no se acuerdan ya del lema de ‘Prohibido prohibir’, que era básico en la ideología que muchos de ustedes dicen profesar. Qué mala memoria tenéis para lo que os interesa. La talla real de las personas no es nunca física, sino moral. Y la vuestra ha quedado ya a la altura del betún. Ser bufones en la realidad, no como protagonistas de un espectáculo, es lo que tiene. ¡Qué asco!