MANUEL VIERA

Urdiales, borracho de toreo

lunes, 8 de octubre de 2018 · 07:24

El toreo apareció como un fogonazo de vida. De emoción. Ante los ojos brillosos de la gente la pureza, hecha verdad de la lidia, provocó el delirio incontenible. Resulta innegable el poder de conmoción de la tauromaquia de Urdiales. Su Puerta Grande de Las Ventas ha sido argumento esencial para hacerse imprescindible en las ferias taurinas más importantes de España, Francia y América.  Porque es intolerable que cuatro mandones del toreo aboguen por la vulgaridad que sugieren ocho, o diez, nombres fijos en todas las plazas y ciclos taurinos ¿Por qué? Decisiones incompresibles que están muy lejos de encontrarles coherentes respuestas.  

Urdiales se emborrachó de toreo en Madrid. De purismo desesperante en la inacabable lentitud de un natural. De la belleza que afloró con toda esencia en una obra fascinante. De la singular fuerza expresiva mostrada en hermosísimos detalles impregnados de una naturalidad suntuosa y la sensibilidad que le define. Diego se ha hecho importante. Nadie lo duda. De hecho, es icono de integridad en el ruedo. Un referente de la verdad. Un símbolo de torería en la plaza.    

La tarde del pasado domingo el ruedo de Las Ventas fue lugar obligado para la emoción. La lidia pareció convertirse en muestrario de inagotables naturales con los que el artista aquilató todo su talento en el dominio del temple y el ritmo. Tan bien lo hizo y lo dijo, con la derecha y con la izquierda, que el toreo de Urdiales se convirtió en aportación fundamental a una tarde triunfal e histórica en la monumental madrileña.

No interesa la vulgaridad previsible de muchas tardes de toros y sí la cortés admiración ante la visión de un concepto tan auténtico como emotivo. Sí interesan toreros que contribuyan a sublimar la lidia con un sólido soporte emocional. Lo hizo un riojano en Madrid. Un gran torero. El mismo que firmó una obra de impacto con el alma rota y el sentimiento hecho toreo. Una obra que seguirá en el tiempo fresca en la memoria porque fue más allá de la realidad inmediata del triunfo. Diego Urdiales multiplicó la emoción con un “fuenteymbro” de nota para definir por exceso la capacidad artística de su tauromaquia y alcanzar la pretendida dimensión. Un disfrute. Fue conmovedor.

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