OPINIÓN

Diego Urdiales, una soberbia lección de torería

miércoles, 29 de agosto de 2018 · 08:05

Aunque parezca el tópico de una mentalidad nostálgica, me es cada vez más difícil encontrar en el ruedo de una plaza de toros aquello que me emocione hasta límites insospechados. Sucede todo tan mediocre y tan lejos de lo ansiado que, salvo escasas y extraordinarias excepciones, las tardes de toros se suceden entre el vacío de la bravura y esa elite de toreros, que encuentran placentero demostrar las calidades de sus respectivas tauromaquias, ejerciendo de modo poco inteligente su poder de figuras a sabiendas que lo que hacen y exigen, a veces, no tiene sentido.

De poco vale detenerse en algo que está produciendo tanta desazón e impotencia en una afición que, paulatinamente, sigue abandonando las plazas de toros tras comprobar la incapacidad de los mandones del sistema para producir algo que ilusione. Y mandan cinco. No más. El resto pinta poco. O nada. Ellos polarizan las plazas de primera y segunda copando casi la totalidad de las corridas de toros organizadas. Difícil panorama para aquellos toreros diferenciales deseosos de mostrarse delante del toro. Toreros independientes, imprescindibles de la emoción, con las puertas cerradas. Iconos de la pureza y la naturalidad condenados al olvido incomprensiblemente.

Ni que decir tiene, y es justo reconocer, que estos marginados del sistema nada tienen que ver, por sus respectivos conceptos, con la generalidad de lo cotidiano. Y hablan sólo en el ruedo de la plaza, si los dejan, con el único y auténtico lenguaje del toreo. Sus manifestaciones de arte siempre sobrepasan los códigos prefigurados. Así que entre estos, y a fuerza de ser sincero, Diego Urdiales es el torero. Su toreo puro, con predominio de la naturalidad, fascinó y sedujo. Su obra en Bilbao se enseñoreó de verdad provocando el eco infinito de la emoción. La belleza expresiva, refinada y evocadora, libre de vicios endémicos. Y es que el riojano dejó configurada en el ruedo bilbaíno una hermosa creación. Posee la paleta cromática ideal para seguir dándole a su obra todo el esplendor, sólo falta que le ofrezcan lienzos suficientes para poderla plasmar.

Sin duda, fue una elegante y atractiva reivindicación de quien sólo se vistió de torero en dos ocasiones anteriores a la cita de Vista Alegre. Un bofetón al sistema. Una soberbia lección de torería.

21
3
87%
Satisfacción
0%
Esperanza
0%
Bronca
0%
Tristeza
0%
Incertidumbre
12%
Indiferencia

Comentarios