MANUEL VIERA

Ferrera, es el toreo

Tal vez quiso acabar con algún fantasma que manaba de extrañas historias, porque, quizá, su tiempo aún estaba por llegar
miércoles, 5 de junio de 2019 · 08:00

Tal vez quiso acabar con algún fantasma que manaba de extrañas historias, porque, quizá, su tiempo aún estaba por llegar. Y con afán de conquista se plantó de nuevo en Las Ventas para superar consecuencias que marcaron situaciones recientes.

 No hay más que recordar la sublime lidia a “Bonito”, el gran toro de Zalduendo, para apreciar el grado de inspiración con el que supo adueñarse de la situación. Y así, buscó el incuestionable triunfo. Y lo hizo con una forma de torear que penetró en la gente por su inmensa expresividad, enorme naturalidad y torería. Una tauromaquia distinta, espiritual y digna de quien la hizo y la mostró con atrayente sinceridad.

De inmediato impuso su criterio cuando se cruzó con el toro con el que supo relatar la forma de animar las voces calladas. Se sintió torero, artista nato, adepto a la expresión pura de sublimes naturales, ora con la derecha, ora con la izquierda, para optar, después, a las sutilezas que emanaron de la sensibilidad comunicativa de su imponente forma de torear. Manos que parecieron ser las herramientas que denotaron la creación de un toreo de genialidades con el que dejó sentenciada la naturaleza de su objetivo.

Su muda soledad se convirtió en un derroche de pasión con la que sintió el toreo con esa personalidad que no entiende de estímulos externos. A esa tarea se entregó para alcanzar el más alto de los logros tras una lidia de contenidos mágicos, innegables, inteligentes, apasionantes, transparentes… Y presidida por un sensible lirismo.

Ahora, que la aparente facilidad con la que Antonio Ferrera magnificó el toreo la declare incompatible con tristes y extrañas actitudes. Pero esa es otra historia. Esta, diferente, triunfal y gloriosa, mostró la seriedad, apostura, energía, concentración, originalidad e iluminación de un artista en plenitud que supo reunir el valor, la pureza, el sentido lírico y la audacia armónica para hacer de la lidia una emoción. Y esto, tan grandioso y rotundo, es el toreo. 

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