MANOLO VIERA

Ojeda, el último revolucionario

Pocas cosas ilusionaban más que verle torear. Tal vez porque era la única respuesta a la vieja necesidad de la emoción
miércoles, 24 de julio de 2019 · 07:07

Pocas cosas ilusionaban más que verle torear. Tal vez porque era la única respuesta a la vieja necesidad de la emoción. Aquel torero que se le ocurrió la idea de convertir el toreo en una nueva revolución sumó el pasado lunes cuarenta años de alternativa. Y cuanto más avanza el tiempo más se le echa de menos a quien, con la osadía y el talento para realizar una endiablada y anárquica mezcla de hilvanados pases en inverosímil espacio y distancia, supo transmitir con su peculiar tauromaquia un entusiasmo. y euforia rayana en la locura, para hacer después de la quietud un arte.     

El reto era complicado. Sin embargo, logró escribir una de las páginas más importantes de la historia del toreo en el último tramo del siglo XX. Un toreo vital, profundo, sentido, ligado y emocionante. Un toreo caracterizado por unas formas de extremado valor. De mágicos muletazos. De admirable sitio. De increíble disfrute.

En realidad, quiso siempre, con arrolladora fuerza e indudable calidad, convertir pasiones en conmociones, obligándose cada tarde a ser quien es. A no moverse en la increíble cercanía, eliminando distancias hasta acabar lo que él había decidido acabar: torear definitivamente acariciando con sus piernas los dos pitones para hacer expresivo el temple y la ligazón, dotándola de una valentía con la que parecía montar el más perfecto de los ensamblajes.

Que su toreo constituye aún una constante caja de sorpresas lo ratifica con creces cualquier día. Cualquier tarde de tentadero en la soledad del campo bravo. Allí los terrenos de Paco Ojeda siguen siendo los mismos: puros, escrupulosos, casi imposibles. Allí comparte pasión por el caballo quien marcó época y transformó el toreo. El último revolucionario. (Foto: LaRazón)

 

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