GALLEANDO
Tres de seis
Por Manuel VieraHay una creencia y una cierta mirada sensiblera hacia los indultos, como si estos fueran un objetivo que conseguir en la tarde de toros. Es este el efecto que se produce en corridas mediáticas con público predispuesto al divertimento. Una gente que reivindica el papel positivo de sus emociones al tiempo que confunden las características diferenciales de lo normal a lo excepcional.
Hablar de triunfalismo en la corrida de toros celebrada el pasado sábado en Marbella plantea idénticos problemas de definición que discursear sobre la proliferación de indultos concedidos en las plazas de toros en los últimos años. Para algunos granjea cierto mosqueo, para otros cierto sentimiento de compasión, pero no es más que un concepto equivocado de un fin en el que sólo se debe premiar la excelencia. La perfección de la bravura, la morfología, la seriedad, que encuentran el único destino que le corresponde al animal que la muestra en el ruedo de la plaza de forma extraordinaria e infrecuente: volver a su habita natural y padrear.
También hay quien se apresura a certificar la exquisitez del toro por decisión propia. Y esto es lo que hizo quien presidía el palco marbellí concediendo indultos a granel. Tres de los seis toros lidiados. En lo concreto de la tarde está la muy buena corrida que echó El Juli. Toros para el triunfo con una calidad y nobleza en sus embestidas sin lugar a duda, pero no con todas las características necesarias para ser toros de vacas.
El profundo cambio producido en el seno de la sociedad ha creado en la gente formas de identidad alternativas, así como un marcado proceso de sensibilización brutal. Si a ello se le añade la exhibición de un ficticio conocimiento del toro y de su lidia que le lleva, además, a creer entender los efectos de comportamiento, aunque desentendiéndose del juego de la excepcionalidad, revela la decisión final con rigor triunfalista que desemboca en la realidad. Es cierto que gente que acude a las plazas está al margen del saber y la cultura de la lidia. Sin embargo, hay una juventud, que parece llegar más entendida, la que debe cambiar el signo de estas concesiones asociadas al esnobismo y al servicio del desconocimiento. Porque lo sucedido en Marbella con tanto indulto innecesario, puede ser divertido, tal vez enternecedor, pero sólo interiorizado en falsa sensibilidad.