PACO DELGADO

Un milagro incompleto

jueves, 4 de octubre de 2018 · 09:00

Un año más, y pasan de largo los cien, Algemesí se convirtió en la gran cita de la novillería y en uno de los centros de atención del mundo taurino durante el final de septiembre. Sin embargo, el regusto que queda no es demasiado dulce...

No es la primera vez que sucede ni será la última que ocurra. Que en una feria montada sobre la base de los novilleros punteros del escalafón y de más prometedora trayectoria, y en la que se lidian las más escogidas novilladas de las más prestigiosas ganaderías, dando, además, un excelente juego muchas de ellas, el balance artístico sea tan pobre, da que pensar y hace reflexionar.

A lo largo de los nueve días que duró la feria hubo material más que de sobra para que el resultado no ya contable, sino artístico fuese mucho mayor. Y a la hora de las estadísticas resulta que hay que reseñar la obtención de una docena de orejas en las novilladas picadas y tan sólo tres salidas a hombros, una de ellas de la rejoneadora Ana Rita, que, además, cortó un rabo. En los festejos sin caballos fueron siete las orejas concedidas y otras tantas salidas por la puerta grande.

Pero, aunque sea ésta plaza con público generoso y volcado enseguida con la más pequeña muestra de entrega, lo hecho por los novilleros dista de ser tenido como señal de optimismo. Y más cuando está escrito que la mayoría de las tardes se lidiaron utreros que daban para mucho, mucho más, destacando en este capítulo el encierro de Flor de Jara, que dentro de un conjunto de nota alta echó un ejemplar admirable, “Burgalés”, para quien se pidió el indulto -y desde luego que no hubiese sido un disparate el concederlo, pues fue bravo en todos los tercios e indultos menos merecidos se han visto...- y al que se acabó concediendo la vuelta al ruedo en el arrastre. También el exigente encierro con que Victorino Martín hizo su debut en este coso dio para más, o el de Fernando Peña, al que se cortó una única oreja cuando las mulillas debieron llevarse a cuatro novillos sin ellas.

Dejando a un lado lo hecho por los valencianos debutantes, Miguelito y Borja Collado, la verdad es que no hay muchos motivos para la esperanza, becerristas al margen, claro, porque en este apartado, y en el que también son de alabar como merecen los erales de Nazario Ibáñez y Los Chospes, hubo nivel y Jordi Pérez, Isaac Fonseca, Parrita y, sobre todo, Miguel Polope, que armó un lío el matinal del último día de feria, son para tener en cuenta.

Que la profesión de torero es muy bonita es algo palmario; no hay que extenderse ni perderse en disquisiciones para explicar algo tan obvio. Pero que es durísima tampoco parece muy difícil de entender, no ya por cómo está el negocio en los últimos tiempos. Ni por el juicio que emita la gente -Sangre y arena se cierra con una frase terrible: la verdadera fiera no es el toro, es el público…-, sino por que para triunfar, y avanzar, y permanecer en esto hay que superar un escollo muchas veces insalvable, y que a veces perdemos de vista o no se tiene en cuenta… que es el poderle a un animal tan bello como de difícil trato. Y, además, hacerlo con gracia, con donosura, con arte.

Demasiadas exigencias como para que cualquiera triunfe. Nadie dijo que esto fuese fácil…

 

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