PACO DELGADO

Milagro en septiembre

jueves, 27 de septiembre de 2018 · 08:00

Un año más, la feria de las Novilladas de Algemesí se convierte en el gran escaparate a nivel mundial para la novillería. Un serial que a lo largo de diez días hace que toda una ciudad, y su entorno -y el mundo de los toros- se paralice en torno suyo y esté pendiente, día y noche, de lo que en ella y en su peculiar plaza -siempre he dicho que se trata de un auténtico monumento de la arquitectura rural- especialmente.

Nueve festejos para una ciudad de unos treinta mil habitantes la convierten, porcentualmente, en la más importante de cuantas se celebran no sólo en España, si atendemos a la proporción habida entre habitantes y funciones. Y si nos fijamos en la composición de sus carteles, es palmario que así es, que nos hallamos ante la feria más importante y destacada de cuantas se dan teniendo como base el escalafón novilleril y la promoción de nuevos valores. Por número de novilladas, por tradición, por historia, por sus carteles, por las ganaderías que aquí se lidian, por cómo se trata a los novilleros, por cómo responde la gente... no hay duda de que estamos ante la feria más importante de cuantas se dan con novilleros. Y modelo de todas las que han seguido este ejemplo.

Cuando vivimos un momento tan delicado para la tauromaquia, con ataques desde todos los flancos -no siendo los menos graves los daños que produce el fuego amigo...- y con la economía sin acabar de estabilizarse, con unos costes tan disparados para montar estas funciones que han provocado, junto a su poca o nula promoción, el que haya disminuido de manera alarmante su número, es para estar orgullosos y contentos con lo que Algemesí, su Comisión organizadora, sus peñas y sus habitantes, consigue cada mes de septiembre. Un milagro.

Porque en esta feria -ya se ha dicho que de una extensión inusual ya en muchas ferias de campanillas: veáse la de julio de Valencia...- se anuncia a los novilleros más destacados de su generación, a los que, al contrario que en otros muchos sitios y plazas, se les trata, en todos los sentidos, admirablemente; se traen los más escogidos novillos de las ganaderías más en forma y de más prestigio -este año debuta Victorino Martín- y los tendidos de su plaza se llenan a diario. Y con mucha gente joven, además, lo que es sinónimo de fidelidad en el tiempo. Gente joven que en los descansos de cada festejo inundan el albero, especialmente los más pequeños, que acorralan a los toreros en busca de una foto, un autógrafo o, símplemente, tocarles el traje de luces. Muchos de esos niños llevan muletas o capotes y juegan durante unos minutos al toro; sueñan que son ellos los protagonistas y gozan de una experiencia que les hará ser aficionados con el paso de los años. Algo que no ha pasado inadvertido a los nuevos inquisidores de la izquierda radical, que han tratado por todos los medios de impedir que fueran a la plaza, no ya por la fuerza sino a través de una añagaza legal: haciendo que los días de feria fuesen laborables a todos los efectos y los colegios, institutos y escuelas de Algemesí estuviesen abiertos y funcionasen a pleno rendimiento en esas fechas, con lo que haría imposible la asistencia a la plaza de toda esa gente joven. Una triquiñuela que, de momento, dada la fuerte contestación popular, no ha tenido éxito y tendrá que esperar a entrar en vigor espero que nunca.

Algemesí, cuya feria se remonta a más de cien años atrás y es el origen y modelo de cuantas ahora se dan con los novilleros como protagonistas, sigue viviendo un milagro que no debemos dejar que desaparezca y se desvanezca en el éter, quedando sólo en un recuerdo. Hay que luchar, todos, por que este prodigio se siga produciendo cada año a final de septiembre.

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