PACO DELGADO

El tercer hombre

jueves, 21 de noviembre de 2019 · 07:00

Casi sin darnos cuenta se nos va el año y se iba quedando el tintero hablar sobre una de las grandes efemérides del mismo: el centenario de la alternativa de Manuel Jiménez “Chicuelo”.

No pocos son los que dan a la pareja Joselito-Belmonte el honor de haber cambiado la tauromaquia y modernizado sus esquemas. O al menos puesto las bases para que así fuese. Pero no son menos los que olvidan a este torero sevillano, nacido en Triana y conocido como el de La Alameda, que aportó no poco para que el toreo evolucionase.

Hijo del también torero Manuel Jiménez Vera “Chicuelo I”, Manuel Jiménez Moreno vino al mundo en Sevilla el 15 de abril de 1902 y Juan Belmonte le dio la alternativa en la Maestranza de Sevilla, el 28 de septiembre de 1919. El mismo día que Joselito convertía en matador a Juan Luis de la Rosa en la Monumental de Sevilla, símbolo del dominio gallista por aquellos años y que a su muerte dejaron también morir y desaparecer.

Y aunque muchos sólo le recuerdan como el torero que dio carta de naturaleza a la chicuelina -suerte castradora de la verónica, según Clarito-,inventada por el torero cómico Rafael Dutrús “Llapisera”, su aportación fue inmensa. Pepe Alameda lo bautizó como "el discípulo de Gallito", por ser uno de los descendientes del saber que desprendía el menor -y más grande- de los Gallo.

Néstor Luján, afirmaba que «Chicuelo es el creador del ritmo de torear moderno, del encadenamiento suave y fluente de las faenas. Todas sus faenas poseían una ligazón impalpable que unida a la perfección de sus pases daba lugar a aquella armonía que ha quedado como modélica".

Mariano Tomás Benítez, en su Crónica elemental de la lidia, lo define como el diestro que “Cuaja la estética-fundamento que lanza la tauromaquia hacia el futuro. Por ello, los nostálgicos le acusaron de superficial y falto de técnica. Injusta sentencia debe ser revocada, para no desacreditar la interesante obra de este sevillano. Sencillo, nada vanidoso, amigo de sus amigos y empeñado en arrancar los goles del mejor público con un estilo precioso para la conquista del tiempo venidero”. Y no se queda atrás Don Ventura: “Su escuela purísima parece creada por un espíritu ecléctico, como si hubiera ido recogiendo lo mejor de todos y, al fundirlo en un crisol, si hubiese encontrado con un estilo eficaz, suyo, personalísimo”.

Hasta El Cordobés, Benítez, resaltaba la importancia de aquella aportación cuando decía que “Es imposible ligar si antes no se ha colocado al toro en su sitio con un suave giro de muñeca y un movimiento hacia adelante de la pierna derecha”. Porque, efectivamente, Chicuelo sienta las bases de la faena moderna: el auge del toreo al natural a través de la transmisión que da la ligazón.

Y así lo dejó patente y demostrado el 4 de mayo de 1928 en la plaza vieja de Madrid, cuando confirmó la alternativa a Vicente Barrera, en presencia de Cagancho e inmortalizó al toro “Corchaíto”, de Graciliano Pérez Tabernero. Sólo por los 16 naturales ligados con un giro de talones que enjaretó a ese toro, Chicuelo debería haber tenido un lugar privilegiado en la historia de la tauromaquia. “Manuel, acabas de cambiar el toreo”. Fue la respuesta de su peón El Rerre cuando Chicuelo no salía de su asombro por la respuesta del público.

Según la crítica de la época aquella faena supuso el nacimiento del toreo moderno: “Un toreo basado en la ligazón, en la vertebración entre un pase y otro para que la faena de muleta tomara cuerpo, de tal manera que ya no consistía en preparar el toro para la estocada, sino en crear arte, belleza, encadenando cada muletazo en una secuencia infinita y constante”, según describe Ignacio de Cossío. Para muchos la faena más grande del toreo”. “El arte de los toros bajó del cielo y su mejor intérprete fue Chicuelo”, decía la copla.

Más tarde, Manolete, a quien apadrinó el 2 de julio de 1939, siguió su estela y culminó la evolución de la tauromaquia.

 

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