PACO DELGADO

Hay que insistir: son cultura ¡claro que sí!

jueves, 21 de mayo de 2020 · 09:05

Indigna, una vez más, que desde las más altas instancias de nuestro gobierno se haga de menos y desprecie a la tauromaquia. Y también causa alarma, y más que debería hacerlo, cuando ese menosprecio viene de quien, en teoría -ya se está viendo que en la realidad no es así-, tendría que, al menos por su cargo, defender lo español. Por no hablar de las formas con que, además, lo hace: con profundo asco y como escupiendo las palabras.

Unas manifestaciones, las del vicepresidente, nada menos, que deberían ser tenidas muy en cuenta, no en vano atentan contra una parte no pequeña de los propios españoles y una de sus principales manifestaciones culturales y señas de identidad.

Desde luego está en su derecho de proclamar su disgusto ante este espectáculo, como yo, por ejemplo, puedo decir que no me gustan nada los callos a la madrileña. Pero no por ello estoy legitimado para despotricar contra este guiso. Como tampoco lo está él para hablar en esos términos de uno de nuestros símbolos.

¿Hay que decirle al señor vicepresidente que a lo largo de la historia de la humanidad, y en todos los estadios de su evolución, ha estado presente el toro? ¿que desde que coinciden sobre la faz de la tierra, el hombre y el toro han unido sus destinos y creado algo que es, fundamentalmente y por encima de cualquier otra consideración, cultura? La idea de su relevancia arranca desde el momento que el hombre aprende y se decide a criar a este animal, no en vano el término cultura proviene del latín cultus, que a su vez deriva de la voz colere que significa cuidado del campo o del ganado.

¿Hay que recordarle al señor vicepresidente que el hombre descubre la escritura con relatos que narran y describen la lucha del hombre con el toro como la Epopeya de Gilgamesh, una narración sumeria escrita hacia los años 2500-2000 a. C.?

Además de crear arte y belleza de manera intrínseca, el toreo, o más ampliamente, los toros, denominando así a todo lo relacionado con su cría, trato y lidia, ha sido a través de los siglos, fuente permanente de inspiración para prácticamente todas las disciplinas del saber humano. Algunas conectadas con el arte -la música, la pintura, la escultura, la literatura...-, otras con la ciencia -la medicina, la arquitectura...- y hasta las más modernas tecnologías -desde la fotografía, o el cine hasta internet-  se han visto influidas por este fenómeno que nadie ha sabido explicar racionalmente: que un hombre se enfrente sólo a una fiera y que ésta acometa buscando el engaño en vez de hacerlo tratando de alcanzar el cuerpo de su oponente. Abundantísima es, por ejemplo, la producción musical en torno al toro y al torero, habiendo surgido, al igual que ocurre con la pintura, la fotografía o hasta el periodismo, la medicina, etcétera, una rama especializada en la materia.

Incontables son las obras que se han escrito sobre el tema e innumerable la cantidad de genios y personalidades que se han sentido atraídas y fascinadas por el hecho taurino o que han abundado sobre el particular, contribuyendo con su trabajo y esfuerzo a esclarecerlo, dilucidarlo o analizarlo, haciéndolo, siempre, más grande y esplendoroso.

Es evidente que el espectáculo taurino es algo más que la lucha del hombre contra la fiera, con todo lo que eso simboliza y representa, y no sólo porque cultura sean costumbres, actividades o comportamientos transmitidas de una generación a otra por imitación consciente de dichos comportamientos.

Cultura es un concepto que abarca todos los fenómenos humanos que no son resultado de la genética; es la creación de algo único, especial y distinto. Y su transmisión y difusión, su capacidad para influir en los demás. Y por eso también los festejos taurinos son arte.

Ortega y Gasset, autor del Manifiesto Republicano, no se olvide, explicaba que “No  puede comprender bien la historia de España desde 1650 hasta hoy quien no se haya construido con rigorosa construcción la historia de las corridas de toros en el sentido estricto del término”.

Si todo esto no es suficiente para que el señor vicepresidente comprenda, por mucho que le desagrade, que los toros son cultura, yo creo que no puede ser vicepresidente del gobierno de España. Y si de verdad es tan decente y honrado como proclama, debe demostrarlo presentando su dimisión.

 

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