OPINIÓN

Lo kitsch en el toreo (VI)

martes, 11 de septiembre de 2018 · 19:31

Luis Ríos “El Pinturero” era de Lugo (España), tenía 24 años y llegó a Cartagena (Colombia) para lidiar novillos de María Victoria Soto, el 18 de diciembre de 1966. Alternando con Boris Díaz-Granados en la Serrezuela.

Eran años de contracultura e insurrección, de hippismo, de Beatles, de revueltas juveniles, de guerras y guerrillas… Años del contestario “Cordobés”, a quien los jóvenes toreros cautivados por su triunfante “revolución” imitaban. Todo, desde su desmelenamiento hasta las extravagancias frente al toro. Luis también, los mechones frontales le brotaban de la montera y el arrojo de la piel.

Aquella tarde caribeña y ventosa quiso volar más alto. A las tres, hora del paseíllo. Vestido de luces se tiró al ruedo en paracaídas, desde un avión a 3.000 metros de altura. La brisa lo arrastró mar adentro y cuando unos pescadores trajeron al atardecer su cuerpo exánime, dijeron –Al sol, el traje le brillaba como bombillos de navidad—

Su biografía no figura en las enciclopedias taurinas. Pero en Colombia, el pintor Enrique Grau, el poeta Gonzalo Arango y la cantante Eliana conmovidos, aunque cada uno por su lado, le rindieron homenajes. Con un tríptico, “La muerte del Pinturero”; un poema, “Requiem por un ye-yé” y una canción aflamencada que dice: “Sucedió en Cartagena una tarde de sol. Para lucirse del cielo se lanzó…”  

La corrida no se suspendió. La peña y los aficionados puristas, despectivos, no habían querido asistir, pero hubo lleno. Díaz-Granados, en respeto, recibió el primero de rodillas a portagayola y luego quebró las banderillas con sus manos para mayor exposición.

El periodista Edgard García Ochoa del “Diario de la Costa” narró el epílogo de la tragedia Kitsch --Nadie quiso hacerse cargo del funeral y yo me fui con Antonio (Araquistaín) en un taxi y lo enterramos en el cementerio de Manga—

Dieciséis años después, por acción de la embajada española, los restos del torero volvieron a su Galicia natal... (Sigue)

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