PANTALLAZOS

La espada de Espada

miércoles, 24 de mayo de 2023 · 23:13

13ª de San Isidro. Los juanpedros de Algarra y Montalvo, estos, cuarto y quinto, fueron un conjunto de romana, hechuras y capas con sello familiar, mas no en su talante.

Pasando los dos primeros sosos y flojos, el encastado tercero que no había lucido en los dos primeros tercios cotizó la lidia de Francisco Espada. Tomo con prontitud y codicia los dos estatuarios el cambio por la espalda, los dos de costado mirando al público y el de pecho con que fue recibido. Pero tras dos templadas tandas derechas, dobló las manos. Fue su última claudicación, pues el fuenlabreño le prestó la muleta para que se apoyara en ella y le perdió pasos tras cada uno de los siguientes ocho naturales. Se fue a más “Rastrero” y a más la intensidad de la faena y el ánimo del público. En tres ocasiones repentinos descarrilamientos del viaje para pasarlo por la espalda fueron descargas de alto voltaje al tendido. Cuando todo estaba de su lado, remato en corto con cinco bernadinas aclamadas, un volapié a topacarnero y un espadazo letal arriba.

La petición fue mayoritaria, ruidosa. enconada. Pero son José María Fernández Egea se negó taxativamente, pensando quizá en recuperar el decaído rigor de la plaza. Está bien, el asunto es que a media feria, cuando las orejas y las puertas grandes se habían puesto tan baratas la cosa parecía, como dijo Adolfo Suárez en el Callejón: “una tremenda injusticia”. Sí, tal vez la hubo, inequidad mejor, considerando lo anterior, pero continuar con la pachanga en detrimento de la majestad de la catedral del toreo no era lo correcto. No se corrige un error con otro. La vuelta del desagravio y la bronca al palco fueron la catarsis. Pero quizá mañana que vuelven las figuras volvamos también a lo mismo.

El quinto, de gran cara y exigencia, lo brindó al público que había pelado por él. Era el de sacarse la espina. Se tiró de rodillas para seis derechas, un cambio de mano, un natural y uno de pecho sin incorporarse. Ovación de pie. Mucho temple y ligazón por el mismo lado, más no tanto por el pitón contrario menos amigable. Cruzándose, lo cazó el algarra, pegándole un puntazo en la cara posterior del muslo. No se arredró, y el arrimón final hizo hervir el tendido. Sin embargo, dos pinchazos, una estocada en guardia, una tendida y un aviso lo enfriaron. La distinta medida de las presidencias y el desastre con el acero de Francisco, evitaron que a esta hora la polémica por otra Puerta Grande incendiara las redes.

Por su lado, Román valentísimo, más en la faena del avieso quinto que adquirió visos de riña cantinera, saldada con su milagrosa indemnidad una oreja. Mato de una sus dos toros. El Payo, pasó desapercibido.