Mejor no meneallo

15ª de San Isidro. “No hay billetes 2 – Orejas 0, en dos días seguidos. Sí, pero la corrida de ayer y la de hoy fueron muy distintas. Parecían en plazas diferentes. No tanto por la común mansedumbre y poco fondo de los toros, ni por el clima que inició y terminó la de hoy con aguacero, lo fue por el comportamiento del público, que siempre coprotagonista como el coro de la tragedia griega, valga decir es faro del mundo taurino.

La repartición sin reato de pico y toro pa fuera, era recibida cuando no con jaleo, sin protestas o con silencios cómplices. Era imposible no recordar la cascada de insidia que 24 horas antes caía al ruedo cuando Roca Rey en los medios, compás abierto, suerte cargada, se pasaba ligadamente los toros por la barriga. Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, enseñaba Heráclito hace 2.500 años. Hoy con su volubilidad el primer público del mundo lo ha reeditado.

Se toreó muy poco y mal, pero se mató peor. A Miguel Ángel Perera, por ejemplo, su señoría don José Luis González González, excediendo el reglamento flagrantemente le perdonó el tercer aviso con el cuarto y con ello le permitió volver la cerviz del toro un gazpacho a punta de cruceta. Más respeto con el rey de la fiesta por favor. Y sobre todo en Las Ventas, pues todo el mundo lo ve, lo remeda y hasta trata de superarlo. ¿Si allí se hace así acá por qué no, y peor?

Si algo se puede rescatar del naufragio sería, primero que todo, el espléndido segundo tercio que brindaron Curro Javier y Vicente Herrera con las banderillas y Javier Ambel con el capote. Daba gusto verlos saludar montera en mano, ya que los matadores no pudieron hacerlo en toda la tarde.

La ligada tanda de cinco derechas, cambio de mano y pecho de Perera al primero. Cinco delantales y una media, y cuatro naturales y dos obligados de Talavante al quinto. Quizás también algunos momentos esparcidos entre el lodo de templanza en la muleta de Marín. Lo demás fue lo de menos.

Me imagino lo que hubiese pasado de haber estado el peruano en el cartel hoy. Mejor no meneallo, como diría don Alonso Quijano cuando salió de la Mancha.