PANTALLAZOS

El caudal de la casta

miércoles, 31 de mayo de 2023 · 23:13

19ª de San Isidro. No fue perfecto el encierro de Santiago Domecq, por fortuna. Pero con su respetabilidad y emoción protagonizó una de las tardes más intensas de la feria, si no la más. Cuántas cosas pasaron.

Cuatreños, bien armados, variopintos en la amplia gama de su procedencia multidomecq. Un colorado, un ensabanado botinero y capirote, otro castaño y los últimos cuatro negros. Desiguales de romana, en sus 563 kilos promedio. Todos prontos y de largo a los capotes y a los caballos. Acuciosos en banderillas y de allí en adelante a más y a más. Repitiendo con saña y exigiendo, hicieron morder el polvo a los tres matadores. Al mexicano tres veces, al madrileño una y al toledano otra con puntazo en el muslo y laceración en la barbilla.

“Contento” el de la tarde, pesó 600 kilos (menos uno). Saltó quinto, cuando ya sus cuatro hermanos anteriores habían sido arrastrados entre ovaciones. Fernando Adrián, que  tenía una oreja del segundo en el esportón, le paró con seis verónicas y revolera unas mejores que otras. Alberto Sandoval lo puyó en sitio primero, y luego atrás de trámite. Aguado y Valladar también cumplieron, más o menos. Pero cuando fue citado de rodillas a los medios, galopó para dos cambios por la espalda uno por el pecho, cuatro naturales en redondo, uno de costado y otro de pecho en que la codicia de la arremetida y la decisión del torero dinamitaron la grada.

Ya de pie dos tandas por la diestra, la segunda de cinco y pecho de gran factura, y la siguiente también. Y por naturales más difícil, sin embargo, con el aval de la honradez, la quietud y el aguante ante unas embestidas que no perdonaban. La plaza entregada a los dos. Un metisaca como un relámpago no permitió ver su colocación, y sin dilación un volapié a la cuna, con cogida dejó la espada total arriba y tras una muerte aplaudida el bravo rodó sin puntilla. La petición fue multitudinaria y aunque don Ignacio San Juan Rodríguez y su asesor “Tinín” esperaron hasta lo último, sabiendo que no era solo la oreja sino la puerta grande, terminaron sacando los dos pañuelos el blanco y el azul para gran toro, y dejando la discusión abierta.

El jaliscience Arturo Saldivar, como dice el famoso corrido de su tierra, no se rajó. A lo macho, prefirió dejarse coger una y otra vez del primero. Y entre una y otra parar, templar, mandar y ligar en jurisdicción, además muy despacio. Ganando el reconocimiento. Nada de xenofobia. Solo la colación trasera del acero impidió que tocara pelo. Largo y generoso con el cuarto, la faena se fue diluyendo hasta el final con la estocada desprendida y aviso.

Álvaro Lorenzo, más trabajador que artista frente al tercero terminó perdiendo el protagonismo con el toro y con Curro Javier, quien saludó estruendosa ovación tras dos pares de lujo. Un pinchazo, una espada descentrada, dos levantadas y una larga agonía fueron el epílogo. Cerró plaza con el más liviano y el menos lucido de la corrida. Y otra vez su cuadrilla, Raúl Ruiz con los palos y Curro Javier con el capote se roban las ovaciones en el segundo tercio. Citó al natural, uno, y al segundo el toro le cogió feo, feo, campaneándolo, apaleándolo y pisoteándolo. Maltrecho, tinto en sangre se apostó dramáticamente sin trampa ni cartón, logrando el mejor momento con seis naturales a ley y el forzado. De los mejores en la tarde. Después de la estocada arriba, bien ejecutada, el público exhausto de emociones pidió pelo, pero hubo de contentarse con la vuelta al ruedo. Corrida de bravura y valentía, materia prima de la fiesta.