PANTALLAZOS
Todo importa
No sé cuántos estábamos pegados a las pantallas por el mundo, pero con toda certeza muchísimos más de los pocos cientos desperdigados en las 24.000 localidades de La Ventas que presenciaban el “Desafío ganadero” entre dos hierros de la misma sangre Santa Coloma. Cientos, que a las primeras gotas volaron al tejadillo, bajo el cual cupieron muy cómodos. Excepto tres o cuatro fieles que permanecieron en sus puestos, estoicos, firmes, y empapados.
Me recordaron estos, aquella tarde del 98 cuándo también allí, bajo el aguacero Don Juan Carlos, no emérito entonces pero sí Rey en funciones, aguantó impertérrito en la barrera un diluvio, mientras abajo Uceda Leal se la veía prietas con un enorme Victorino. “Como iba a huir del agua, si el torero se estaba jugando la vida delante de mí. Soy el Rey de España”.
Y esta vez también pasaron muchas cosas importantes. Es que todas las que pasan en Las Ventas importan. Los tres modestos y veteranos espadas lo refrendaron con su compromiso. El salmantino Damián Castaño con mayor suerte, aguante y acierto, frente al enrazado “Mochuelo” que brindó al adolescente Marco Perez diciéndole: “Tienes cojones, deseo poder torear contigo pronto” y le arrojó la montera.
Luego se tragó los galopes punteantes embarcándolos en breves pero enjundiosas y bordadas tandas derechas que pusieron la concurrencia presente y creo que también la lejana en salmuera. Pero el clímax llegó al natural. Canónico, de cuerpo abandonado, vaciado atrás y unciendo uno con otro, sin perder un milímetro de terreno. Fue cuando hasta El Rosco se puso a aplaudir de pie. Las cámaras abandonaron el dúo dinámico y lo enfocaron. Bueno, Faustino es quien es, en el siete y en el planeta taurino. Eso ahorra más argumentaciones a la faena de Damián.
El futbolista profesional y taurino aficionado Javier Arizmendi, afirmó en el callejón: “Una de las faenas del año aquí”. Quizá lo fue, corta pero intensa. Igualó, pinchó, luego rodó al toro sin puntilla, pero el pomo quedó abajo. La vuelta al ruedo fue a ley. --Hay que matar-- se autocriticó muy honesto. Sí señor. Los otros cinco toros fueron mansos, flojos e inciertos. Importante.
Cuando el tercero cogió a Gerpe y le tiró con todo en el suelo, buscando carne. Arriba, en los altos de sol, un piadoso animalista angloparlante, se desató en gritos animando al toro a matar al torero. Sus vecinos discreparon a voces ofendidas. La cosa pintaba con llegar a las manos, cuando intervino la policía y más por proteger al torista que por coartar su derecho a la libre expresión (la fiesta es democracia) se lo llevaron.
Algunas de las cosas “importantes”, no se ven simultáneas y en directo sino por la televisión.