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Un año desde que Morante parara el tiempo en Sevilla
Un año ya y sin embargo en el colectivo mental de todos, parece que fuera ayer, un año desde que el fantástico mundo de las musas, la alineación de los planetas o, simplemente la Gracia de Dios, se posaran en la figura y muñecas de D. José Antonio Morante de la Puebla. Parando el tiempo y, revolucionando el mundo del toreo en ese mismo instante en que el de la Puebla, soñaba el toreo con el 4º toro de la tarde en la 10ª de abono del serial hispalense.
Rompió toda aquella tarde: la racha de 52 años sin cortar un rabo en La Maestranza, rompió una faena que quedó escrita en letras de oro en la historia del toreo, calló bocas para dejar abiertas otras, un año de una proeza sólo al alcance de unos pocos elegidos, esos a los que se denomina genios, así sin más.
Y que desagradecidos o inconscientes somos los taurinos, cuan frágil es nuestra memoria y que atrevida es la ignorancia. Prefiero pensar que es fruto de ese “egoísmo” del querer vivir siempre y cada día una tarde así, pero seamos realistas: esa conjunción ocurre sólo “de higo a breva” que dice el refrán, si las musas aparecieran cada día, dejaría de ser un hecho extraordinario para convertirse en ordinario, pero en su acepción más peyorativa.
Quedémonos con el recuerdo de esa tarde, saboreemos una y otra vez ese momento y, alegrémonos de haberlo vivido, de tener la suerte de coexistir con un genio de esa magnitud, pues escasean por no decir que, casi no quedan en el actual panorama taurino y, no añadamos más presión en cada actuación, a la ya existente cada tarde que se viste de luces.
¡Ahí quedó eso! Y, absolutamente nadie podrá borrarlo jamás de la historia, si se ¿repetirá o no? Ni las musas lo saben, pues así de caprichosas se muestran y, además, se venden caro, no en vano son millones de artistas alrededor del mundo los que les ruegan que se aparezcan y ellas, sin embargo, hacen oídos sordos…
Para acabar y, a la espera de sus palos, sólo decir ¡QUE VIVA MORANTE! y nosotros que lo veamos por muchos años.