EFEMÉRIDE

Sánchez Mejías en el recuerdo

domingo, 11 de agosto de 2024 · 13:55

Hoy 11 de agosto se cumple el 90 aniversario de la cogida mortal de Ignacio Sánchez Mejías en la plaza de Manzanares, de la que falleció dos días más tarde en Madrid.. Por ello valga traer al recuerdo una vez más la semblanza de Ignacio, un espada que tuvo una personalidad excepcional y dotado de un carácter polifacético, por las múltiples ocupaciones que desempeñó dentro y fuera de los ruedos.

Ignacio Sánchez Mejías nació el 6 de junio de 1891, en la calle de la Palma de Sevilla.  Hijo de un médico acomodado, debutó en público como banderillero en la plaza mejicana de Morelia en 1910 en la cuadrilla de Fermín Muñoz Corchaíto, y luego lo hizo ya en España en las de Belmonte y Rafael El Gallo.

A partir de 1914  ingresó en las filas de Joselito, con quien emparentó en 1915 al casarse con su hermana Lola. Ignacio alternó sus actuaciones como banderillero con las de novillero y en este escalafón debutó en Madrid el 13 de septiembre de 1913, alternando con Magritas y Larita en la lidia de reses de Fernando Villalón.

El 16 de marzo de 1919 tomó la alternativa en Barcelona, de manos de Joselito y con Belmonte de testigo ante reses de Vicente Martínez. Confirmó este doctorado en Madrid en 1920 con idéntico cartel de toros y toreros.

Durante muchos años estuvo en cabeza del escalafón, alternando en todos los carteles importantes. Torero arrestoso, de personalidad y mucho valor, dejó de torear en 1923, si bien volvió al año siguiente enfrentándose a los empresarios a cuenta de los honorarios de los toreros.

En 1927 anunció su retirada de los ruedos. Fue el día 3 de julio en Pontevedra. Aquella tarde se vistió como banderillero de su cuadrilla el poeta Rafael Alberti, quien lució un terno salmón con bordados en azabache.

Con todo, en la temporada 1934 volvió a actuar, y reapareció el 15 de julio en Cádiz, alternando frente a  toros de Domecq con  Niño de la Palma y Pepe Gallardo. El anuncio de la decisión de Ignacio de volver a los ruedos había sorprendido a todos los aficionados, ya que el torero llevaba siete años de inactividad. Además gozaba de una más que holgada posición económica y llevaba una intensa y polifacética vida alejado de las plazas.

Una tarde, tras torear la corrida de la Asociación de la Prensa en San Sebastián, el crítico Eduardo del Palacio dialogaba con Ignacio sobre el tema. Y fruto de aquella conversación publicó un artículo en el diario ABC titulado “El porqué de la vuelta a los toros”, en cuyos párrafos se desentrañaba aquel misterio. Reproduciendo la conversación mantenida con el torero, el crítico reflejó lo siguiente: “El por qué me visto otra vez de luces, nadie lo sabe. Yo sí. Mi ilusión es mi hijo Joselito, que no ha cumplido diecisiete años y ya tiene dentro el veneno de los toros. Supe un día que andaba yendo a tentaderos. Una ruina. Le hice prometer que no torearía mientras yo estuviese en activo. Le dije que si a Pino Montano tenía que llegar un hombre destrozado, que fuera yo, y no el hijo de esa mujer, su madre, que ya conoce todos los sinsabores del toreo, tras haber perdido un hermano en la plaza. Y, mientras yo toree, mi hijo sabe que no va a poder torear. Por eso he vuelto.”

Manzanares

La citada plaza de toros de Manzanares fue el escenario de la cogida mortal de Ignacio. Fue el sábado, 11 de agosto de 1934. Ese día se lidiaron toros de Ayala por el rejoneador Simao da Veiga, Ignacio Sánchez Mejías, Fermín Espinosa Armillita y Alfredo Corrochano.

Ignacio, tras su reaparición en Cádiz, había actuado en San Sebastián, Santander y La Coruña. El viernes 10 de agosto toreó en Huesca y estaba anunciado el domingo día 12 en Pontevedra.

Entre tanto, Domingo Ortega había sufrido un grave accidente de coche cerca de Lugo. Por aquella estación pasó Sánchez Mejías de regreso a Madrid tras torear en La Coruña y el apoderado de Ortega, Dominguín, le pidió que lo sustituyera en Manzanares. A Ignacio aquel contrato le venía muy mal, por el largo desplazamiento que le suponía, pero al final lo aceptó  asegurando: “Yo me he echado a torear otra vez y toreo lo que sea. Y más tratándose de hacer un favor a un compañero.”

El primero de lidia ordinaria de aquella corrida fue el toro  Granadino, que cogió a Ignacio al dar un pase sentado en el estribo. En la enfermería fue atendido de una: “herida penetrante en la región antero-interna del muslo derecho, de dirección ascendente y de unos doce centímetros de profundidad. El pronóstico es grave”. A pesar de su gravedad y de la gran pérdida de sangre sufrida, Ignacio se logró recuperar. Tanto es así, que lo médicos consideraron que la herida no tendría consecuencias tan graves como en un principio se había pensado y que la recuperación sería satisfactoria.

A medianoche, y a instancias del propio torero, quien prefería ser operado en Madrid, una ambulancia le recogió para llevarlo a la capital, siendo acompañado por el doctor Pacheco, quien le asistió durante el viaje. Llegaron de madrugada al sanatorio del doctor Crespo, donde le atendió e intervino de nuevo el doctor Segovia. A lo largo del día se le practicó una transfusión de sangre del matador de toros Pepe Bienvenida y por la noche el doctor Segovia emitió el siguiente parte: “En la mañana de hoy ha sido intervenido operatoriamente el diestro Ignacio Sánchez Mejías, que sufre una herida por asta de toro en la cara interna, tercio superior, del muslo derecho, pasa por debajo del lecho de los vasos femorales superficiales, comprendiendo las arcadas vasculares de la femoral profunda y alcanza la piel de la región externa y superior del muslo. Debido a la extensa hemorragia y a los grandes destrozos musculares, son de temer complicaciones infectivas graves. Esta tarde le ha sido practicada una transfusión sanguínea. Temperatura, 39. Pulso, 110.”  A las diez menos cuarto de la mañana del día siguiente el torero, tras una larga agonía en compañía de los suyos,  falleció.

El toro Granadino, causante de la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, pertenecía al hierro de la ganadería de Ayala Hermanos. Era un ejemplar de pelo negro bragado, marcado con el número 16 en los costillares, corniapretado y un poco bizco del pitón derecho.

Todo un personaje

Ignacio cultivó una gran cantidad de facetas, al margen de su profesión en los ruedos.  Una de ellas, la de cronista taurino, ya que en el año 1927  se convirtió en crítico de sus propias faenas en el periódico “La Unión”.

Ese  mismo año costeó el viaje a Sevilla de un grupo de jóvenes poetas que querían rendir homenaje a Luis de Góngora De aquella iniciativa nació la famosa Generación del 27, de la que formaron parte, entre otros, Federico García Lorca, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Miguel Hernández, Pedro Salinas y Jorge Guillén.

De otro lado, Ignacio escribió varias obras de teatro. Una de ellas, ”Sinrazón“, un drama de corte psicoanalítico, que estrenó la actriz María Guerrero con gran éxito de crítica y que se tradujo a varios idiomas. Por su parte, “Zaya” fue una comedia de temática taurina y, en muchas de sus escenas  autobiográfica. Asimismo cabe reseñar otros títulos como ” Ni más ni menos”,  una farsa poética, la obra ”Soledad” y el libreto de “Las calles de Cádiz“, para un musical interpretado por la bailarina Encarnación López La Argentinita, con quien mantuvo una intensa relación.

Mejías fue también presidente del Real Betis Balompié durante una etapa y fue capaz de dar una conferencia sobre tauromaquia en la Universidad de Columbia en Nueva Cork. Jugador de polo, promotor fallido de un aeropuerto en Sevilla y presidente de la Cruz Roja, fueron estas otras de sus múltiples actividades y mecenazgos.

Su muerte dio lugar a que sobre sus figuras escribiesen magníficos versos de muchos de los componentes de aquella generación de poetas que el contribuyó a crear.