Victorino, Emilio y Valladolid: Una gesta para la historia
La historia de la tauromaquia no se entiende sin hablar de Victorino Martín, una ganaderia unica e historica que ha sabido sobrevivir al paso del tiempo... y de las figuras. En un encierro de esta casa encontramos todo un repaso a la historia de los toros saliendote en una misma tarde el toro encastado, el noble, la alimaña, el rajado, el de la calidad, el que apreta en varas etc. Pero lo más importante, en una corrida de esta casa salga lo que salga estará garantizada una cosa, la emoción.
La historia de Emilio de Justo no se entiende sin Victorino Martín y es que, el de Torrejoncillo, nació a solo 30 km de la finca de don Victorino, él, es un fijo en los carteles de está ganaderia, convirtiendose en un experto del encaste. También, la tauromaquia de Emilio no se entiende sin hablar de la gesta, de su primera gesta, la que aconteció un domingo de ramos en Madrid de hace dos años, en la que el diestro extremeño se encerró ante seis toros de distintas ganaderías en la plaza más importante del mundo, en ella, una cogida al entrar a matar al primero, casi le deja paraplejico, obligandole a no torear más en todo el año.
Lo que ha acontecido en Valladolid es la unión de dos historias que van de la mano y que se complementan como si hubieran estado destinadas, más allá de las orejas -cinco para ser exactos- y del merecido paseo en hombros hasta el hotel, lo vivido entre Emilio y Victorino fue mágico, seis toros, impecables de presentación y de Justo, de pucela y oro, con la verdad del toreo por delante. A cada rato que pasaba se superaban las expectativas era todo un cumulo de sucesos que te hacían recordar el por qué te gustan los toros, una de esas tardes que crean afición, que hacen historia.
Pero lo más importante fueron esos dos victorinos para el recuerdo, "Porteño" y "Escrupillo", menudo dos toros, de bandera, sobre todo el primero, que era un compenio de todo lo bueno que tiene que tener un toro, bravo, tomando dos puyazos con la cara abajo y apretando con los riñones. Encastado, esa manera de humillar por abajo pero sin regalar nada, haciendo surcos en la arena, con fijeza, ritmo, clase, prontitud, un señor toro que tuvo la suerte de encontrarse con un torero entregado, el cual, sin música, por petición suya, como si de Madrid se tratara, hizo resonar los olés en toda Valladolid con dos tandas cumbres por la derecha y sus exquisitos naturales que fueron para arrancarse los botones de la camisa.
Esta gesta costará olvidarse de ella, pero lo más importante, Emilio de Justo ha confirmado lo que ya suponiamos, que ha vuelto como nunca y que es un torero destinado a marcar época. Le esperamos dentro de un mes en el dia de la hispanidad en Madrid donde Emilio y Victorino volverán a reencontrarse, donde la plaza que le vió caer será testigo una vez más de uno de los toreros que más verdad transmiten y si dios quiere, estos dos volverán a juntarse para seguir rellenando paginas en la historia de la tauromaquia.