OPINIÓN

La Música Callada del Toreo

jueves, 8 de mayo de 2025 · 22:26

La alquimia de la bravura que llevan a cabo con afición, constancia y dedicación plena los ganaderos de bravo hoy ha brillado de forma especial en uno de los templos sagrados del toreo, como es la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

Una corrida excepcional, tanto en presentación, con unas hechuras perfectas, armónicas, como en juego, sobresaliendo la clase de todos los animales, de Juan Pedro Domecq. Los toros derrocharon calidad, nobleza, entrega y, como queda dicho, una tremenda clase para perseguir los engaños por abajo, empujándolos hasta el final con el hocico por delante. Para soñar el toreo, literalmente.

Eso es lo hicieron los tres toreros que hoy trenzaron el paseíllo en el coso maestrante, cada uno según su concepto y su forma de entender el toreo. Diego Urdiales firmó dos faenas para paladares exquisitos, llevando embebido en la franela al cornúpeta con la panza, con una colocación perfecta, asentado en los riñones, mentón hundido en el pecho y muy encajado. Pureza absoluta en el torero de Arnedo, que paseó la oreja del cuarto en una labor en la que la música la puso él mismo con su muleta ya que la Banda del Maestro Tejera no acompañó el sensacional trasteo del matador riojano. Toreo clásico, como mandan los cánones, cargando la suerte y rematando el muletazo por debajo de la pala del pitón. La Maestranza se entregó por completo a Diego Urdiales.

Sebastián Castella ligó una faena muy templada y de mucho gusto al bravo y encastado segundo, un astado de nota muy alta, que reunió muchas de las virtudes que los ganaderos desean que posean las reses que crían en las magníficas dehesas que atesora la península ibérica, dónde de protege y se cuida con mimo un ecosistema único cuyo sostén principal, es el toro de lidia. Clase, calidad, entrega, codicia, celo…, muy completo el ejemplar de Juan Pedro Domecq. El diestro de Beziers disfrutó y sintió cada acometida de su antagonista, sometiéndolo con mando puesto que se quería comer el engaño por abajo. Una oreja obtuvo Castella, quién también expresó su particular concepto en el quinto, otro burel de importantes cualidades de la divisa sevillana. Hubo petición de oreja pero ésta no fue atendida por el palco presidencial. Vuelta al ruedo con fuerza.

En tanto que Pablo Aguado se encontró en primer lugar con otro toro súper clase, con un ritmo y una armonía en su embestida sublimes. Gozó delante de él Aguado, que con suma naturalidad, prestancia y torería consiguió una faena deliciosa por el temple, la delicadeza, la despaciosidad con la que ejecutó el toreo. El fallo con la espada en el primer viaje, le privó, al menos, de un trofeo. El sexto fue el ejemplar de menos virtudes del encierro, por lo que Pablo Aguado sólo pudo intentarlo por ambos.

El sueño del toreo se hizo realidad hoy en la Real Maestranza de Sevilla gracias a un sensacional encierro de Juan Pedro Domecq, que honró a su padre, un auténtico visionario de la Fiesta, y le dio gloria a la Tauromaquia.