MÉXICO

San Antonio de Triana, el culto a la bravura mexicana

lunes, 21 de diciembre de 2020 · 16:33

Zacatecas, junto con Tlaxcala, albergan y pelean por ser la cuna de la sangre brava mexicana.

Ubicada en el crudo desierto zacatecano en el norte de México, la ganadería de San Antonio de Triana ha sido ejemplo de bravura y tradición en sus más de setenta años de vida.

Fundada con vacas y sementales de Torrecilla en el rancho Guadalupe de las Corrientes de Villa de Coss, Zacatecas, San Antonio, es quizá de las pocas ganaderías de bravo en el país donde confluyen gracias a sus mezclas genéticas, dos de los actualmente considerados como encastes mexicanos, San Mateo y Priedras Negras.

La casa fundada por Don Manuel Ibarguengoytia Llaguno, sobrino de Don Julián y suegro de la leyenda Manolo Martínez, ha sido ejemplo no solo de bravura en su rica historia, sino de mucha entrega, afición y esfuerzo de parte de su iniciador, dado a que hizo posible la crianza de toros bravos, luchando contra sequías, la reforma agraria, plagas, las distancias y los bajos coeficientes de agostadero ante su difícil ubicación geográfica 

Don Manuel fue un romántico del toro encastado, firme en la convicción de que la la bravura era el motor de la fiesta, por ello nunca cedió a descafeinarlo con tal de que lo pidieran las figuras; por el contrario, se decantó como entusiasta de la fiesta y apoyó como actualmente su nieto, a generaciones enteras de novilleros, que se hicieron toreros de poder en su tentadero.

En 1990, Don Manuel heredó la ganadería a sus ocho hijas, Rosa María, Araceli, María del Carmen, Bertha, Lucía, Alejandra, María Antonieta y Mónica, actuales propietarias, sin embargo dejó bien tatuadas la afición y amor por la crianza del toro bravo a su nieto y actual jerarca del hierro Don Salvador"Chavo" Escobedo Ibargüengoytia (Hijo de Alejandra), que desde hace veinte años ha trabajado muy duro para hacer sustentable tal oficio, gracias a qué la ganadería también es un rancho siegético para la caza de paloma, perdiz, jabalí y venado, muy visitado en el norte del país azteca. Junto a Chavo comparte el amor por el toro bravo su hermano Luis Ignacio, Matador de Toros en franco ascenso y quien le apoya en soportar con honor el legado del abuelo.

Hay entendidos en México que afirman que una de las últimas ganaderías con verdadera casta que han lidiado en la época moderna del toreo mexicano ha sido San Antonio de Triana, a tal grado que el conotado premio Nobel Gabriel García Márquez la reconociera públicamente en 2003 vía la Casa Colombiana en México y la Embajada Colombiana en el país, donde sus tentaderos de mínimo dos días, ahora como en antaño entre amigos, casi sin figuras, llenos de novilleros y amigos, con el picador en el ruedo y unos vacones con edad, exigentes, de fuerza medida pero eso sí con mucha bravura, se arrancan al caballo con emotividad como mínimo dos veces y se califican en varas con ejemplar rigurosidad, para citarae de largo, con aguante y torearse con cojones y por bajo.

Eso ha sido y sigue siendo San Antonio, la de la divisa obispo y blanco, la de la M del gran Don Manuel, la que venció al desierto, la de los toros de cinco puyazos en las plazas y que no permiten errores, la que no traiciona su credo, la del semental 77 de Torrecilla que la consolidó y del 59 de Piedras Negras que la "refrescó", la que sigue rindiéndole culto a la bravura, la que lucha día a día por volver a lucir su divisa en las principales plazas y ferias del país.

 

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