PABLO LOZANO

“Los profesionales del toreo estamos obligados a difundir la grandeza de la fiesta”

martes, 9 de noviembre de 2021 · 14:24

Pablo Lozano Perea, hijo del matador de toros, apoderado y empresario Pablo Lozano, y sobrino de Eduardo, José Luis y Manolo, al margen de su dedicación a lo que ha sido y es la vida de esta ilustre dinastía, compagina estas labores con su faceta de escultor y escritor. Su obra “14 Taurigrafías 14”, publicada en 2016, es un retrato tan vivo como sugestivo y divulgativo de los arcanos e interioridades de diversos aspectos de la fiesta de los toros.

En la dedicatoria del libro hay una sentida y emotiva frase dedicada a sus tíos y a su padre. “Los Lozano son como Rodrigo de Triana, que vieron tierra y recorrieron todo el mundo.”

Sí. Nosotros somos originarios de Alameda de la Sagra, que es un pueblo muy bonito pero muy pequeño. Y para espíritus como los de ellos, aquello se les quedaba pequeño. Y tuvieron esa intuición de conocer el mundo gracias al toro y poder viajar a lugares insospechados con su profesión de empresarios y apoderados taurinos. Eso también les permitió conocer a muchísima gente que había en todos aquellos países, y crear unos vínculos que han durado toda la vida.

Una labor además que ha sido reconocida no sólo por todo el mundo de la tauromaquia debido al gran cartel que tienen, sino que incluso la junta de Castilla-La Mancha les ha concedido una placa al Mérito Regional por parte de su presidente, Emiliano García Page.

Nosotros, como manchegos y como taurinos estamos muy orgullosos y satisfechos. Y además el presidente es un buen aficionado. Que se reconozca el toreo en la persona de mi familia es estimulante. Porque a los socialistas les gustan los toros. A la gente de izquierdas, a la de derechas, a las de todos los colores, porque la tauromaquia es algo propio y popular radicado en la idiosincrasia del pueblo español. Y hay que alejarse de esta nueva moda de lo políticamente correcto. Hay que pregonar en voz muy alta que la fiesta es del del pueblo y sus raíces están enraizadas en su cultura y en su historia. En sus propias tradiciones, como también las de Portugal, Francia y América.

La tauromaquia es la fiesta más democrática que hay.

Así es, una plaza de toros es un espacio democrático. Ahí se reúnen personas de toda condición. Hay barreras de sol, hay barreras de sombra, tendidos altos, tendidos  medios, sol, sombra, sol y sombra, gradas y andanadas. Hay entradas para todos los bolsillos y para todo tipo de posibilidades y sensibilidades. Y luego, el público, a pesar de su diferente capacidad adquisitiva, habla de una sola vez. Se manifiesta de una manera unánime, y su forma de expresarse es sacar el pañuelo, que es una expresión fantástica, muy simbólica. Y encima cada pañuelo vale lo mismo, lo airee quien lo airee.  Son los aficionados los que conceden los trofeos, los que protestan. Es un espectáculo democrático regido por los espectadores aunque luego hay un presidente que dirige todo aquello, por supuesto. Pero el público es soberano.

A pesar de haberse criado en un ambiente tan taurino, no siguió los pasos de sus hermanos Fernando y Luisma, a usted no le dio por ponerse delante.

Digamos que me hubiera gustado, pero que fui prudente valga la expresión. Fernando tomó la alternativa en Valencia, tuvo muchos éxitos como matador en España y en Sudamérica. Hizo una buena carrera. Tuvo un recorrido interesante, y creo que a pesar de que fue muy castigado por los toros, dejó una estela de buen torero. La trayectoria de Luisma fue más corta, llego a torear con caballos, pero pronto entró en la empresa. Él tenía vocación empresarial y de apoderamiento y en ella se volcó.

Y una de las notas que caracterizan a su familia es la cohesión. Están todos juntos, parecen una unidad de destino universal. A pesar de que Manolo haya ido siempre un tanto más por libre.

A mi familia nos ha unido la vinculación muy estrecha, y entre todos ha habido mucha solidaridad. La afición nos viene de antiguo, de mi abuelo Manuel que fue veterinario y alcalde de Alameda de la Sagra y de mi abuela Margarita. Y ellos nos imbuyeron que la familia es una piña. Aunque cada uno tengamos nuestras características, nuestros sellos personales, nuestros carácter y personalidad, todos remamos en la misma dirección y siempre hemos estado muy juntos y muy unidos y nos hemos complementado.

Cada uno de los componentes de la saga ha tenido sus características. Empecemos por su padre, don Pablo Lozano, conocido como la “muleta de Castilla”.

Mi padre, que por desgracia ya no está con nosotros, fue un gran matador de toros. Sabía mucho de toros. Se comentaba y se decía que era el que más sabía de los toros en el campo. Y es lógico. Porque mi abuelo era veterinario, y muchas veces sus hijos le acompañaban al campo y él les supo transmitir sus conocimientos. Una vez acabada la Guerra Civil, había muchas localidades que tenía que atender. Muchas localidades, muchas ganaderías y mi abuelo iba a visitarlas todas. Y supo transmitir en estos viajes los conceptos a mis tíos y a mi padre. Y ellos lo supieron incorporar. Sobre todo mi padre, que los utilizó en su condición de matador de toros. Y desde esa condición supo siempre ver los toros. Tuvo mucha intuición. Siempre buscó el toro bien hecho, con hechuras, con un arquetipo. Trató de resolver ese gran misterio que es el toro de lidia. Y luego nos hacía ver cosas que otros le pasaban desapercibidos. Él tenía esa clarividencia, que le sirvió en su carrera en los ruedos y luego en los despachos.

De Eduardo, que fue el único de los hermanos que no se puso delante, se decía que su cabeza era como una calculadora. Que era un administrador extraordinario.

Sí, el piensa todo. Aunque siempre lo debaten entre ellos. Cada uno tenía sus funciones. Eduardo es un administrador muy exacto. Analiza lo que hay en el tendido con una gran clarividencia, perfectamente, y calcula de una manera casi milimétrica la gente que ha acudido a la plaza, la taquilla. Y luego, aparte de ser un gran aficionado, siempre ha pensado mucho en la afición y ha valorado los intereses de los aficionados. Él se siente parte del público y se preocupa en ofrecer al público lo que él piensa que se necesita para que vayan a la plaza y salgan contentos de ella. Y valora todo eso.

De José Luis, que llegó a torear con picadores, se decía que es un gran relaciones públicas, y que tiene una gran inteligencia.

Dentro del equipo, que como digo todos van de consuno, él tiene la labor empresarial en la cabeza, y una memoria fabulosa. Y se acuerda de todo, tiene recuerdos de todos e incorpora las vivencias al día a día, y le sirven de experiencia para poder extrapolarla a la realidad y a la gestión diaria. Yo lo definiría como el taurino total, un estratega genial, que aúna todas las cualidades que un taurino debe tener.

Y Manolo, aunque siempre ha ido un poco por libre, siempre ha estado unido a la familia y es un personaje casi de leyenda.

De mi tío Manolo, que también es un gran aficionado yo destacaría que tiene una imaginación portentosa. Es capaz de intuir lo que puede ser el espectáculo. Tiene una noción de lo que es un festejo, sabe improvisar sobre la marcha, posee una notable intuición. Nos ha enseñado muchas cosas, tiene esa imaginación, esa capacidad de improvisar, de incorporar las cosas más importantes en un momento dado.

Usted, que ya ha hecho sus pinitos como escritor, tiene el reto de poner en negro sobre blanco la historia de esta dinastía portentosa.

Eso sería un trabajo muy amplio y colosal. Pero hay que esperar todavía. Ahora lo que tenemos que hacer es seguir disfrutando de su experiencia y seguir en el negocio mientras podamos. Luego ya llegará el momento de escribir la historia. Alguien seguramente se podrá encargar de ello. Pero la verdad es que saldría una enciclopedia, porque después de tantísimos años de experiencia entre todos, hay muchas cosas que escribir. Pero de momento vamos a seguir en activo y a seguir desarrollando todo lo que hemos aprendido unos de otros.

Los Lozano fueron, en primer lugar, apoderados.

La labor empresarial y la de apoderamiento fueron más o menos simultáneas. Han pasado por la casa muchísimos toreros. Pero claro, Palomo Linares fue, digamos, el primer punto de arranque. Es como un hermano mayor para nosotros, los más pequeños por entonces de la familia. Y un santo y seña, ya que la familia prácticamente empezó con él. Y fueron capaces de, desde la nada, alumbrar un figurón del toreo. Sebastián tenía una voluntad de hierro, una gran capacidad, una casta enorme y en tiempos de una gran competencia y de toreros muy importantes, supo sacar cabeza y convertirse en una gran figura del toreo.

Y todo desde aquellas célebres novilladas de “La Oportunidad”.

Esa fue la base de todo. Aquellas novilladas se organizaron en la plaza de Vistalegre de Carabanchel junto con Pepe y Domingo Dominguín y mis tíos y mi padre. Sebastián llegó allí, supo hacerse un hueco y destacar. Y luego ya mi padre y mis tíos empezaron a apostar por él. Y la apuesta salió bien. Luego ya se generó una relación fraternal. Era, como digo, parte de la familia y un torero especial.

Y otros muchos espadas, como El Cordobés, Espartaco, Cesar Rincón, El Soro, Vicente Barrera, Eugenio de Mora, El Juli, Sebastián Castella, Álvaro Lorenzo, Diego Ventura…

No puedo olvidarme de los demás toreros que han pasado por nuestra casa,  que han sido muchos. Estos y otros muchos. No quiero citar a todos porque si no seguro que me dejo a alguno en el tintero y no quiero. Pero lo que me satisface es que con todos ellos hemos tenido relación cordial y cercana,  incluso una vez retirados. Hemos sido siempre una familia para todos y todos nos quieren y nos siguen respetando aunque se hayan desvinculado posteriormente de la casa. Tanto los toreros de a pie como a caballo.

Hablando de Sebastián, uno siempre evoca aquella película titulada “Nuevo en esta plaza”.

A mi me emociona todavía verla. Porque recoge el nacimiento de Palomo. Mi padre incluso interpretó su propio papel, y el de mi tío Eduardo estuvo a cargo de un actor tan grande como Agustín González. Es una película muy bonita, me gusta y sobre todo me recuerda aquellos tiempos de oro. Y me permite ver a personas muy cercanas y que estuvieron muy vinculadas a mi familia y que por desgracia no están con nosotros. Pero es el testimonio magnífico de un torero, de una dinastía y de una época del toreo.

Los Lozano también han sido y son importantes empresarios, llegando a estar quince años al frente de plazas como Las Ventas, Quito y Bogotá.

En Madrid estuvimos entre el año 1990 y el 2004. También en Quito y Bogotá. Es un número mágico. También llevamos otras muchas plazas de diferentes categorías como Zaragoza, Valencia, Albacete y otras muchas de América. Otros cosos como Pontevedra son de la familia. Son propiedad nuestra. Mi tío Manolo es propietario de la plaza de Segovia. Solo de plazas de obra, entre todos habremos dirigido unas 140 a lo largo y ancho de la geografía taurina. Que es una obra impresionante. En Madrid pudimos llevar la televisión, aumentamos el número de los abonados. Manolo Chopera había dejado ya una obra impresionante y había hecho un gran trabajo con la plaza de Madrid. Y nosotros lo continuamos. Madrid es especial, es santo y seña, es la catedral del toreo. Y para dirigir esta plaza se requiere un equipo muy grande y de gente muy sobresaliente. Supimos llevarla a un momento de esplendor. Pero como digo, es una plaza que requiere mucho trabajo, mucho sacrificio y gente muy preparada.

Y entre tantas plazas, no sé si tienen alguna predilecta.

No, en mi familia hemos querido a todas las plazas por igual. Porque siempre hemos tenido como bandera que la afición estuviera a gusto, que disfrutase y que hubiese espectáculo. A todas hemos ido con cariño y hemos querido que hubiera un resultado artístico importante en primer lugar, y luego por supuesto el económico. Uno lleva al otro. Y la verdad es que lo conseguimos. La gente suele tener buen recuerdo de nuestro paso por las plazas, porque las hemos cuidado, hemos querido siempre dar un buen espectáculo, y luego ello ha repercutido también en las taquillas. Pero siempre hemos pensando en el aficionado como punto de partida y orientación para nuestra gestión.

Y para dar espectáculo, también con su ganadería de Alcurrucén se han preocupado de criar un toro que contribuyese al mismo.

Nosotros hemos criado un toro pensando en el aficionado. Que sea bueno y que contribuya al lucimiento. Que tenga bravura para el aficionado, que tenga calidad para el torero, y que sea completo. El encaste Núñez ha sido el preferido de mi familia.  Son toros que tienen cualidades que se van desarrollando durante la lidia. Es un toro que va más, para que el toreo se vaya confiando y desarrolle durante la lidia. Es un toro que tiene siempre un metro demás, que permite que el toreo esté centrado. Tiene fijeza, tiene nobleza y desarrolla el empuje a medida que va transcurriendo la lidia. Buscamos virtudes como la acometividad, la nobleza, es ir de menos a más, en  cantidad y calidad. Y eso es lo que intentamos criar con nuestros toros.

Ello exige mucho rigor en los tentaderos.

Es que para conseguir un toro adecuado hay que ser muy exigente. Hay que buscar lo óptimo, hay que ser inflexible, fijarse un umbral y un nivel por arriba del que tiene que ser. Eso es lo que nos facilita conseguir los logros y las satisfacciones de que el toro luego embista. Pero supone un gran trabajo, un gran esfuerzo y un sacrificio ímprobo, pero luego tiene resultados.

Aunque usted ejerce como ganadero, como empresario y como apoderado, no cogió capotes y muletas, sino que decidió estudiar.

Desde pequeño me incliné por Artes y Oficios. Luego estudié en el Santa Isabel de Hungría de Sevilla y luego en la Academia de San Fernando de Madrid. Tuve maestro que me motivó mucho. Luego fui desarrollando mi vocación con premios, con exposiciones. La verdad es que la escultura es una vocación que me ha llenado mucho desde que me dediqué a ella. Y el toreo me sirve para poder inspirarme.

Porque el toreo sirve de inspiración para el artista.

Es que la plástica la lleva la fiesta. La plasticidad del espectáculo taurino lo llena todo. En una corrida no hay ningún guion previsto, es imprevisible. Hay que estar abierto a lo que vas a presenciar por primera y última vez. Porque el toreo es un arte efímero que se va extinguiendo a medida que se va desarrollando. En el espectáculo hay danza, hay color, hay movimiento, hay embroque, hay riesgo, es diferente y es efímero. Artísticamente, sirve para poder inmortalizar los momentos en un grabado, en un cuadro, en una fotografía. Es una belleza efímera que se produce en décimas de segundo. Pero que dan lugar a un extraordinario placer estético, aunque dure esos escasos segundos. Y luego hay que ser capaz de poder los reflejar y que quede eso eternizado. Yo soy de utilizar el bronce, y en algunos casos otros materiales como la piedra de Colmenar. Es de una cantera que hay en Colmenar de Oreja, es una piedra color vainilla parecida al Travertino pero con menos coquera, con menos agujeros.

Ha habido muchos escultores que se han inspirado en el toreo.

Los escultores que se han acercado a los toros han sido muy grandes. Todo aquel que se acerca a ella con personalidad y verdad es digno de destacar. Benlliure fue imbatible. Tuvo una personalidad, un arte, una intuición, una capacidad de moldeado fabulosa. También Picasso. A mí me maravilla esa síntesis de la cabeza del toro que hizo en un sillín de una bicicleta. Tenía gran inteligencia. Tenía afición y deseo de reflejar el toreo en su arte.

Y pasemos a su faceta literaria, ya que su obra “14 Taurigrafías 14” contempla muy diversos aspectos de la fiesta de los toros. Y cuanta con un prólogo de Enrique Mújica.

La pretensión que tuve con este libro fue la de entretener y divulgar. Hay que saber explicar lo que de interesante, de bonito y de atractivo tiene la fiesta de los toros en sus múltiples facetas. Un arcano que a veces queda solo para los elegidos y profesionales. Y eso no puede ser. Hay que divulgar estos misterios a los aficionados y al público en general. Son cosas que los profesionales vemos como lógicas, pero mucha gente no llega a conocer y no puede disfrutar esas interioridades, esas cosas que pasan en la trastienda de la fiesta y que son muy bonitas. Pretende ser un acercamiento al mundo del toro en el que hay espacio para personajes, anécdotas, perfiles, relatos autobiográficos, e incluso un homenaje a textos como “El retrato de Dorian Gray” o el célebre “El coloquio de los perros” de las Novelas Ejemplares. He querido abrir las puertas al que quiera conocer este mundo, y le lleve a profundizar si así lo desea. Un mundo, el del toro, que es toda una aventura y que hay que conocerlo desde dentro.

No falta el aspecto didáctico.

Me gusta centrar las historias y al final de cada relato hay un glosario de personajes, de expresiones, de coloquios, de dichos y hechos. El argot, la jerga taurina es muy rica y a veces hay gente que no la conoce y me propuse después de cada capítulo hacer una glosario para explicar tanto la historia como el significado de las expresiones y personajes que figuran en ella.

Ahí está ese “Retrato de Adrián Rey”.

En él he tratado de hacer un realismo mágico, una semblanza del aquel célebre Retrato de Dorian Gray, taurinizándolo. Es un retrato mágico y simbólico que yo creo que tiene mucho interés.

Otras facetas se tratan en el “Romance de Curro Murallas”. Un relato que hubiera sido un magnífico argumento para una película de Berlanga y Rafael Azcona.

En él traté de reflejar la picaresca, y también distintos personajes que fueron de carne y hueso a los que les he cambiado el nombre. Son anécdotas reales con personajes reales. Se refleja esa picaresca que existe alrededor del toro. Como decía, hay cosas que al aficionado se le escapan y que nosotros tenemos tratar de transmitir. Berlanga ya filmó La vaquilla, y al igual que Azcona, eran grandes aficionados. Y trataron la fiesta de manera maravillosa. Y en este relato yo he querido también tocar esos aspectos rurales y sugestivos de la fiesta.

Otro aspecto es el de las ilusiones es el que se trata en “Sonajerito”.

Ahí lo quiero centrar en un festejo para enmarcarlo en la Maestranza de Sevilla una tarde del 7 de mayo de 16 con Joselito, Belmonte y Rafael El Gallo. Quería utilizar un paisaje reconocible, con personajes reales para presentar una realidad. Ese sobre el torero que quiere estar bien el día que va a torear a las órdenes con Joselito, y el afán de este muchacho de estar acorde con José. Luego, el toro y las circunstancias ponen a cada uno en su sitio.

El fenómeno extraño de José Carrillo Ortiz el niño.

El Niño es como un fenómeno meteorológico, como ahora eso que llaman  Dana, Filomena y demás. Es el niño de las tormentas. Y se refleja el miedo que nos da a las cuadrillas cuando llegamos a un sitio y el tiempo está complicado. Y parece que va a llover. Ese miedo que pasamos y esa inquietud de que se pueda suspender un festejo. Y este Niño lleva la tormenta detrás de él.

Y también hay hueco para la plaza de toros de Acho.

Sí, una palabra que en quechua significa “sitio elevado desde donde se ve el mar”. Se trataba de reflejar la historia, la tradición de esta plaza.

Uno de los relatos se dedica a César Rincón y al toro Sonajero.

Tiene su historia, porque hablando con César, cuando leyó el relato dice que él toreó un toro de Vistahermosa al que indultó en una plaza colombiana. Luego este toro volvió al campo, se recuperó. Los ganaderos lo vendieron y sus nuevos propietarios lo volvieron a para otra corrida de toros. Y lo volvieron a indultar. Es el primer caso en la historia de la tauromaquia que a un toro se le haya perdonado la vida dos veces.

Y otra dedicatoria va para Palomo Linares y el toro Cigarrón.

Es que aquello fue histórico, porque es el último rabo que se cortó en Madrid. Fue el 22 de mayo de 1972. Y en este cuento, Don Tomás, que refleja el último paseíllo de un alguacilillo que se jubila, detrás de el desfilan Andrés Vázquez, Palomo Linares y Curro Rivera, que fueron los que actuaron aquella tarde. Luego cortó un rabo el rejoneador Diego Ventura cuando le apoderábamos nosotros, pero el último rabo de a pie fue el de Palomo Linares. Y la verdad es que fue una tarde histórica. Incluso hay que ver lo que son las cosas. El mexicano Curro Rivera cortó cuatro orejas aquella tarde. Y hay que ver el destino a veces lo caprichoso y cruel que puede llegar a ser. Porque cortar cuatro orejas en Madrid es un reto que se antoja prácticamente imposible. Las cortó Curro y va y luego Palomo se entretiene en cortar un rabo. La verdad es que fue un orgullo para él, pero le dejó un poso de amargura. Que una tarde tan histórica venga ensombrecida por un rabo que corta un compañero no es normal.

La verdad es que se reflejan muchos aspectos de la tauromaquia en este libro. Un paseíllo, los encierros de San Fermín, el sorteo de los toros.

Es que los profesionales del toreo estamos obligados a ser cercanos, y explicar y divulgar, para que los aficionados puedan saber y entender lo que sucede, no sólo en la plaza, sino en el campo, en la trastienda, en las contrataciones, en la vida de los toreros, en los viajes y las múltiples facetas que a veces quedan escondidas y que es preciso divulgar. Esta fiesta es muy grande, es muy bonita, y tenemos que tratar de difundirla. Es una forma de crear afición y de extenderla por el mundo. Hay que entender que a la gente puedan no gustarle los toros. Nosotros respetamos que a la gente no le guste algo, pero también exigimos respeto si a otros les pueda gustar la tauromaquia.

Una fiesta que es cultura, economía, ecología.

Y sobre todo que es una forma y un medio de vida de muchas familias que participan del bienestar general del resto, con sus contribuciones y su trabajo. El mantenimiento del hábitat de muchas extensiones en una pureza que asimismo salvaguarda la pervivencia, junto al toro, de otras especies en su entorno natural y una riqueza cultural que para algunos puede ser desdeñable, pero que para otros muchos no es cuestionable. Está en nuestra tradición y en nuestros libros desde hace cientos de años.

Pedimos el respeto que todos queremos para ser tan libres como lo quieren ser los demás. Hay una frase del líder independentista mexicano, Benito Juárez , que creo es la síntesis de lo que debe ser la convivencia:  “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Pues eso es lo que debemos exigir, nuestro derecho, que ya digo  no impide el de los demás. En eso radica la convivencia.

 

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