SANCHO DÁVILA

“La satisfacción de cuajar un toro no se cambia por nada en el mundo”

lunes, 27 de diciembre de 2021 · 16:59

Sancho Dávila ostenta el título de décimo segundo Conde de Villafuente Bermeja. Nacido en Madrid, aunque de hondas raíces jerezanas, es un personaje del renacimiento. Ingeniero Agrónomo, matador de toros, ganadero, Vicepresidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia. Director Comercial y de Desarrollo de ENFERSA, Gerente de Nuevas Actividades de la División de Fertilizantes del INI, Director de Agrox, S. A, en ocasiones comentarista taurino con Enrique Romero en televisión.

Sancho Dávila estaba anunciado para presentar su libro titulado “Una vida inventada” en la “Asociación gastronómica cultural y taurina de Tinto y Oro” de Valencia. Una inoportuna infección pulmonar le obligó, muy a su pesar, a enviar parte facultativo.

Siempre es bueno que se hable de toros, y en apoyo de la tauromaquia. He tenido una infección pulmonar con mucha fiebre, por lo que me tuve que venir de urgencias, desde Jaén a la clínica Rúber de Madrid donde tengo un amigo que es mi médico de toda la vida. Estas cosas pasan y hay que aceptarlas, pero ello no me impide seguir reflexionando sobre la vida y el toreo.

“Mi vida inventada” es todo un relato de cosas que sin embargo han sido muy reales.

La verdad es que la culpa de que se hiciese el libro, valga la expresión, la tuvo la pandemia. Yo he tenido una vida plena: matador de toros, ganadero, Ingeniero de caminos, …Durante la pandemia me quedé, por así decirlo, tirado en el campo y eso me llevó a ponerme a escribir y así aprovechar todo el tiempo libre que tenía. Y me puse a redactar notas sobre lo vivido en mi época, en mi ambiente y en mi vida, desde mi refugio en finca de Puertolaca. Fui desgranando recuerdos en lo que apenas comenzó siendo una libreta de notas. Y todo aquello al final fue cogiendo cuerpo y acabó siendo un libro.

Un libro de historias, sucedidos, anécdotas.

Por ejemplo, hablo de un tema que es muy sensible para mí, que es la época de los maletillas. Era otra España, era otra época, otro entorno. Pero era estimulante ver a aquellos maletillas andando por los campos, por las veredas, haciendo las tapias, con el hatillo al hombro. Y ver el respeto que generaban en la gente. Que no sólo les tenía en consideración, sino que les quería. Luego se estrenaron películas que reflejaban esta realidad, como “Sangre y arena”, o “Aprendiendo a morir” con El Cordobés de protagonista, y que llenaban los cines. Eran hombres que se hacían a sí mismos en una época de grandes necesidades, y les querían y gozaban del cariño y el respeto de la gente.

Una vida de toreros.

Como la mía. Yo como torero lo disfruté mucho. Todavía recuerdo las tres novilladas de Valencia y la alternativa. Ser torero es lo más bonito que puede hacer una persona en la vida. Y estas reflexiones me llevaron a escribir y tratar de darles forma.

Sus comienzos no fueron fáciles.

Estudiaba ingeniero agrónomo, y en casa no querían saber nada de que torease. Los componentes de empresa de la plaza de toros de Madrid eran amigos de mi padre, y tampoco querían verme como torero. Ni mi padre ni ellos. Me tuve que buscar la vida yo solo. Un día fui a un pueblo de Toledo a torear una novillada sin picadores con otro amigo que también estudiaba ingeniero agrónomo. Dio la casualidad que por aquellos días acudieron a Madrid Álvaro Domecq, Fabiola y Mari Pepa. Vinieron a Madrid a ver al novio de su hija. Y decidieron acercarse para verme torear, por la amistad que les vinculaba con mi familia. Allí en el pueblo el alcalde, las autoridades y la música acompañaron por todo el pueblo, fue todo un acontecimiento. Luego un novillo se escapó de la plaza y yo, vestido de torero, salí tras él por el campo. Y luego los mozos lo llevaron a la plaza de nuevo. Decían que porque lo habían pagado y querían verlo morir en el ruedo. Y volvió a salir de los chiqueros con banderillas y todo, y le volví a tener que torear con el capote.  No debí estar mal, porque Álvaro al día siguiente llamó a José María Jardón, a Lyvinio Twink y a mis padres para invitarles a comer. Y les dijo: “Creo que no quieren ustedes que Sancho sea torero. Pero es un buen estudiante, y como torero no lo hace mal.  Denle cancha, porque él está decidido a torear. Y lo malo no es que le coja un novillo al muchacho, que puede suceder, sino que en uno de estos pueblos en los que torea le den un garrotazo los mozos.” Y entonces la empresa de Madrid decido ayudarme, y llevarme a sitios de menos riesgo por la dureza del público. Me pusieron de acompañante Juanito Martínez, un hombre de la empresa que me llevó a Gijón, a San Sebastián, a Castellón, plazas que llevaba la empresa Nueva plaza de toros de Madrid. Aquello me ayudó mucho. Porque al principio era trágico, en las plazas de pueblos, donde salían novillos muy fuertes y el ambiente era tremendo.

La verdad es que, siendo estudiante de ingeniería, y a pesar de la oposición familiar, siguió toreando. Y eso revela una gran vocación.

Pues sí, la tenía. Al principio toreaba va festivales vestido de corto y con figuras, por las fechas navideñas. En uno en Linares corté un rabo, otro en Vitoria también con las figuras. Luego en Aranjuez hice el paseíllo con Antonio Bienvenida, con Pedrés, con Andrés Hernando. Incluso con Miguel Primo de Rivera que también era aficionado. Luego Miguel fue el ponente de la ley de reforma política. Pero yo quería verme en los ruedos, pero al final se convencieron.

En los ruedos utilizó el apodo de Sancho Álvaro.

Es que en aquella época nos pareció conveniente ocultar el Dávila. Mi padre fue amigo de José Antonio y estuvo condenado a muerte por Franco, y estuvo preso en la Modelo. Y también en Salamanca. Miguel Primo de Rivera y Pilar Primo de Rivera me contaban aquellas cosas. Sucedieron en aquella época y las narro en el libro, aunque he preferido hablar de cosas divertidas más que las trágicas. Por ejemplo, yo hice la mili en Aviación. Y una vez estaba en la finca de Antonio Ordóñez toreando, que era como si te hubiese tocado la lotería poder alternar con Ordoñez. Y me llamó el general Juste para que me presentase en el cuartel. Y yo le dije que no, que estaba allí en la finca y que tenía que torear. Y entonces Ordoñez me dijo que yo era un torero de valor, porque no le volvía la cara al general Juste y le dejaba plantado. Luego cuando toreábamos juntos y en el ruedo me veía pasar fatigas en la cara del toro me decía: “Sancho acuérdate del general Juste y arrímate.

Que le diese la alternativa Ordoñez debió ser como tocar el cielo.

Fue un 18 de marzo de 1969. En plenas fallas. Y con Ángel Teruel de testigo. En la ceremonia me dijo Antonio que él no creía que pudiera haber llegado donde había llegado, porque yo a veces estaba en la finca y no entrenaba porque tenía exámenes y tenía que estudiar y entonces dejaba de entrenar y torear. Por eso yo luego le dije al padre de Pablo Aguado, ese gran torero nuevo de Sevilla, que el chico debía acabar la carrera y luego dedicarse a torear. Porque a veces es muy difícil compaginar ambas cosas, como yo hice.

E incluso presentó el proyecto de fin de carrera en la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos el año de la alternativa.

Así es, pero eran otros tiempos. Por los años sesenta era un caso único el ser un torero estudiante. Era algo extraño, los toreros no tenían tanta formación. Ahora, con las escuelas, los chavales estudian y todo eso ha mejorado mucho y es muy estimulante y positivo el que te hayan surgido en las escuelas taurinas. Porque educan a los chavales, les forman y les permiten compaginar ambas cosas. Pero luego es verdad que cuando uno se viste de luces, debe de tener la carrera terminada y luego ya se centra en los toros. Compaginar las dos cosas es complicado. Porque en el toreo hay que estar con los cinco sentidos.

La confirmación también fue de lujo.

Estaba anunciado para recibirla de manos de Curro Romero con Tinín de testigo. Yo estaba en el hotel Wellington a mediodía, metido en la cama, esperando. Y vino la cuadrilla a decirme que la corrida la había suspendido. Aquel día cayeron chuzos de punta. Una tromba de agua. Y luego al final me la dieron Dámaso Gómez y José Fuentes.

La universidad es importante, pero el toreo es una escuela de valores.

Efectivamente. El toreo enseña el respeto a la liturgia, a la antigüedad, a tus compañeros, a los mayores, es una escuela de vida. Una vida, la de las plazas, en la que se sufre y se disfruta a la vez. Es grandioso poder ser torero. Y también es grandioso poder torear de salón. Por ejemplo, en la escuela de Salamanca, el 33 % de los alumnos son aficionados prácticos. No quieren ser toreros, solo tienen como objetivo saber torear, que es una cosa muy bonita como afición. En lugar de jugar al fútbol o al baloncesto, aprender a torear es un ejercicio fantástico.

Usted comenzó formándose con maletillas.

Empecé con Manuel, un maletilla de Cádiz muy gracioso, que es el primero que me enseñó torear. Era un torero de arte, de los de dar cuatro pases y poco más. Pero toreaba fantásticamente de salón. Él decía que toreaba con los pulmones, con el hígado. Y luego El Cordobés. Le llevé a casa, ponía banderillas de rodillas y de espaldas, y me lo llevé a la finca en La Campana, la finca de mi padre. Manuel tenía otro concepto. Y me decía: “aquí hay que arrimarse como arrebujarse. Tirar para adelante, estar cerca de los pistones. A la gente había que ponerla de pie, emocionarla. Que eso de torear lento, eso del temple, esas cosas no llegaban a la gente”. Pero yo le contestaba que como mi padre me viera torear como él me decía, me mataba, porque era ir rompiendo todos los cánones. Por eso el Cordobés llegó a triunfar, porque tenía una gran personalidad. Y a las figuras de la época las ponía nerviosa. Antonio Ordoñez, el Viti, Diego Puerta, y a Paco Camino especialmente.

También tuvo experiencias usted con Rafael de Paula.

En la finca tenía yo un apartamento con una habitación y un baño pequeño. Y Paula se venía conmigo. Yo estudiaba y luego hablábamos de toros. Y entrenábamos. Una vez fuimos a la finca del marqués de Villamarta. Mi padre y el Marqués se ponían chaquetillas de punta en blanco para los tentaderos. Y un día estaba Rafael de tapia y dijo el Marqués: “que baja el gitano que ha venido con mi amigo. Y se bajó y le pisó aquella chaqueta, blanca impoluta, y se la puso al marqués perdida. Aquello fue un espectáculo. Pero fíjate ese Rafael de Paula, verlo en tentadero cuando empezaba. Una cosa grandiosa y yo lo puedo contar.

Usted también es ganadero, y uno no sabe qué da más satisfacciones. Una  ganadería formada con vacas y sementales de Maribel Ybarra y Torrealta.

Sin duda ser torero. Porque la satisfacción de cuajar un toro no se cambia por nada en el mundo. Hay gente con mucho dinero que compra unas vacas y ya se cree ganadero. Y eso no es ser ganadero. Ganadero es una cosa muy importante, requiere un gran trabajo, dedicación, afición, selección y otras muchas cosas. Mantener una raza única. Pero ser torero es más importante, porque eres tú el que resuelves, tú eres el que te cruzas, tú te vas detrás de la espada, tú te juegas la vida porque estás delante del toro. Es otra experiencia.

Con todo, como ganadero uno tiene satisfacciones.

Por supuesto. Hay toros que le dejan a uno muy satisfecho. Como aquel Trompetero que mató Espartaco en Jaén en 1987. Triunfos en Antequera, Málaga, Dax, Baeza, Córdoba y Madridejos. Un indulto en Lima. Tuvimos éxitos en muchas plazas. Y fíjate, en 2021 yo solamente lidié tres toros. Dos para espectáculos de recortadores. Y el otro me lo pidió Alberto Encinas, veedor de Morante de la Puebla, que quería un par de sobreros para Jaén. En un año en el que nadie me había comprado nada. Y salió el toro a la plaza y le dieron una vuelta al ruedo. Me quería morir de gusto. Pero todavía me hubiera muerto más de gusto estando la piel de Morante, ye haber firmado aquella faena que le hizo.

Usted ha triunfado en muchas plazas como ganadero.

Yo tengo una ganadería buena y curiosa. Curiosa, porque las plazas donde triunfé no he vuelto. Así me ocurrido tanto en Jaén como en Burgos y Villanueva del Arzobispo. Y eso que me los toreros están a mi favor, pero la fiesta está mal estructurada y mal organizada. Antes, mandaban los toreros figuras, al lado del apoderado. Ahora los apoderados son los propios empresarios, y eso genera una situación no deseable. En la fiesta hay muchas cosas que es preciso modificar. Porque todo espectáculo tiene que evolucionar y mejorar para hacerse atractivo para el gran público. El fútbol, el baloncesto, el automovilismo han sabido inventar cosas, introducir innovaciones para hacer el espectáculo más atractivo. Nosotros, los taurinos, no. El reglamento ha contribuido a separar a la juventud de la fiesta. Ni el toro debe tener 600 kilos, ni siquiera cuatro años. Un toro es un toro a veces sin tener ni esa edad ni ese peso. O eso de darle sí o sí dos puyazos por obligación, pero luego no se le dan dos quites al toro. El espectáculo taurino se está convirtiendo en algo previsible, en el que ya sabes lo que va a suceder, y eso no es bueno. El toreo tiene unas grandes virtudes, pero hay que saber explotarlas.

Usted es jerezano, afincado en Madrid y luego ya un jienense prácticamente de adopción.

Toda mi familia es jerezana. Pero luego, aparte de vivir y estudiar y trabajar en Madrid, me vida ha sido en Santisteban del Puerto, en la finca Puertolaca y ahí vivo. Pero luego Valencia también ha sido importante para mí. El lugar donde uno toma la alternativa marca tu vida como torero. Y al público de Valencia le gusta ver torear. Lo fácil es ser torista. Lo difícil que te salga un toro bueno. Y el espectáculo es para ver torear bien.

“Mi vida inventada” es el reflejo de unas vivencias y de una época.

Así es, como ya he dicho. Y la verdad es que el libro está gustando. En Sevilla me lo presentó Espartaco con Dávila Miura. En Almería lo hizo Enrique Ponce. En Almería  Curro Diaz. Y ahora queda en Valencia, donde me lo presentará Vicente Barrera, otro universitario torero de quien soy muy amigo como también su padre. Espero poder ir pronto a Valencia y rematar este calendario de presentaciones. El libro es muy atractivo porque cuenta muchas cosas de la vida, del mundo, del toreo y del ambiente taurino. Para mí ha sido una gran satisfacción poder escribir y reflejar todo lo que siento y lo que me motiva de una fiesta tan maravillosa como la tauromaquia.

 

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