MANUEL DÍAZ "EL CORDOBÉS"

“Volver a vestirme de luces es un reto personal”

domingo, 11 de abril de 2021 · 12:40

"Yo estoy muy ilusionado. Me lo tomo como un reto personal. Después de haber estado tan fastidiado, y de haber hecho mucha recuperación, es un privilegio poder volver a vestir el traje de luces. Es más, ya solo con poder ir al campo, a tentaderos, estar con los compañeros, tocar capotes y muletas, es para mí todo un regalo. Han sido tres años muy duros. Me tuve que operar de la cadera. Después de muchos malos ratos, ahora me encuentro bien y estoy entrenando, con la ilusión de ponerme en forma, de reencontrarme con el público. Sobre todo, en estos momentos tan complicados que se están viviendo, es una alegría poder tener esta ilusión y esta esperanza.”

El motivo de reaparición.

Sobre todo para mí es un reto, como te he dicho. Hay que empujar, tal como está la situación, y tratar de animar la fiesta. Yo estuve muchos años en activo y de repente, en 2018, se me vino el mundo encima cuando me vi incapacitado para ejercer mi profesión. Me tuvieron que operar de la cadera. Y luego, a los siete meses, tuvieron que intervenir también la otra, por el desgaste que había tenido que haber estado aguantando todo el peso sobre un lado. Pasé un calvario de vida, viví mucha incertidumbre, no sabía si podría volver a torear. Esos momentos no se los deseo a nadie. Yo lo consulté en casa, con mi mujer y decidimos que había cerrar un círculo. Esta es mi profesión, lo ha sido toda mi vida, y yo me podía dejar de volver a los ruedos y sin cerrar este círculo en una plaza de toros. Eso me empujó a vestirme otra vez como torero. Que es lo que tengo ahora, mucha ilusión por volver a  sentirme torero.

Los proyectos para esta campaña.

Lo más importante es enfrentarme a mi destino, a mí mismo y a la adversidad. Este es mi sino, es mi vida y siempre he tenido que superar estos momentos de adversidad, y demostrarme a mí mismo y a la gente que con la ilusión, el tesón y el esfuerzo se puede con todo. Y es lo que estoy intentando hacer y lo que voy a conseguir en Sanlúcar.

Y otros objetivos

En un principio no me marco nada. El primer objetivo ya está cumplido, que es verme anunciado en el cartel, y poder hacer el paseíllo. Luego ya veremos. Según cómo vayan las cosas, según las circunstancias, la salud, de cómo se desarrolle la temporada, de las ferias que se puedan echar para delante en estas condiciones que estamos viviendo. Hombre, a mí me gustaría volver a plazas que han sido emblemáticas para mí, como Burgos, como Huesca,  donde me he sentido muy querido, como en otros muchos sitios. Eso ya depende, como digo, de las circunstancias. Yo lo que espero es que esto sea un punto y seguido. Y, sobre todo, demostrar que la lesión no ha podido conmigo. Conseguir ese reto no era fácil.

Y todo ello, cuando se cumplen ni más ni menos que 28 años desde que un 11 de abril de 1993 tomó la alternativa en Sevilla.

Es que el toreo es una forma de vida. Es algo que se te mete en la sangre y te llena toda la vida. Para mí volver a vivir esta profesión, en la que se valora el respeto a los toreros, a la misma profesión y al público, es especial. Es algo que lo llevas muy dentro. Poder volver a estar entre capotes y muletas, en el campo, toreando. Es un regalo. Ahora mismo estoy en la finca del Litri, donde hemos hecho un tentadero. Rodeado de toreros como Paco Ojeda, el Litri, el Tato, Javier Conde. Esto es lo que me da vida, porque esto ha sido siempre mi vida. Y es lo que te hace disfrutar y te convierte en incombustible. Atrás queda todo el camino que se ha hecho, que como tu dices es largo. Pero también queda mirar para adelante y tener esperanza en lo que queda por llegar.

Una profesión en que no ha sido fácil su trayectoria. Su vida profesional no ha sido un camino de rosas.

Ni muchísimo menos, he pasado muchas fatigas. He toreado por muchos andurriales. La primera vez que fui a México tuve que pedirle prestado un millón de pesetas a un alcalde y con la condición de que se lo devolviese en seguida. Pero a pesar de la dureza y de los malos tiempos que he pasado, volvería a vivirlo todo y volvería siempre a vestirme de alamares. Mi vida ha tenido luces y sombras, ha sido un camino arduo. Costó llegar al reconocimiento de la gente, y que luego me tratasen bien como torero. Mi lucha empezó con el comandante Dorado. Y la conclusión ha sido intentar ser mejor cada día, ir a más, progresar y tratar de superarme.

Lo ha conseguido.

Yo siempre he buscado un reconocimiento, pero siempre siendo fiel a mi forma. No he querido salirme de mi línea, de mi personalidad, ni intentar agradar a los demás mostrándome como no era,  sino transmitir y difundir mi imagen tal como soy yo. Ser sincero y honesto conmigo mismo. Lo más bonito es el cariño del público, y comprobar lo que me quieren y me respetan. Yo también he querido mucho a todo el mundo, a mis compañeros, a los profesionales a los taurinos. Me he entregado a la gente y lo más bonito es tener esa recompensa y ese reconocimiento. No me gusta alardear, ahora tengo la misma hambre que tenía cuando comencé, ilusión por ser mejor, con la diferencia de que la nevera ahora está llena. Y me satisface poder volver a vivir con la misma ilusión de cuando empecé con Paco. Es como comenzar una nueva vida. Ahora tengo ofertas para después de Sanlúcar, que tengo que estudiar si decido torear más corridas. Tengo que ver sobre todo la sensaciones en la plaza y en la cara del toro. Si puedo torear como me gustaría, seguiré. Pero ese día ya cumpliré un sueño y ya veremos lo que sigue.

Volvemos a Paco Dorado

Fue como El Pipo para Manuel Benítez. Con el encontré mi identidad como torero. El se inventó aquello de: “La revolución ya tiene teléfono” o “Que se apuntan al banderín de enganche”. Apostó por mí, se dijo a sí mismo pensando en mí, que este es el que vale. Cuando yo le conocí no le sorprendió mi toreo. Porque yo no tenía ni técnica, ni  era un exquisito, ni sabía casi torear. Era todo esfuerzo, volteretas. Faenas de atragantones, arrimones y ganas de ser. Y un día, en un festival toreaba un chico de Huelva a quien él ayudaba. Aquel torero tenía fotos suyas. Yo no tenía mías, cómo iba a tenerlas, si estaba tieso.  Y la gente me daba las del otro chico para que yo las firmase como si fueran mías. Paco vio el carisma que yo tenía. Porque estaba allí como uno más, y eso que no era nadie. Pero yo no me cortaba. Y él vio una esencia, que conmigo tenía material para trabajar. Y me llevó a la finca de Juan Guardiola y ahí en el Toruño me formé. Fue mi banco de pruebas.

Todo un personaje Paco. El convirtió a Manolo en El Cordobés.

Era muy amigo de sus amigos. Un amigo para siempre. Un hombre con conversación, agradable, muy inteligente. Desde que se hizo cargo de mi carrera, asumimos la responsabilidad de afrontar el llevar el apodo de El Cordobés. Era una  aventura, enfrentarse a un reto y una prueba. Yo antes estuve muchos sitios y andurreé mucho. Toreé en muchos pueblos, en el Valle del Terror, en plazas de Madrid. Alternaba novilladas con caballos y sin caballos, lo que me echasen. Yo lo que tenía era la ilusión de ser torero. A pesar de que tuve muchos desengaños y contratiempos, nunca tiré la toalla y pensé que siempre podría llegar a ser alguien.

Se tiró de espontáneo en Madrid.

Aquello tiene su historia. Yo por entonces ya no toreaba, estaba en una situación de abandono profesional. Trabajaba en un lavadero de coches en Córdoba. Tenía todas las puertas cerradas. Pero me llamó un hombre y me dijo que si me tiraba de espontáneo en Las Ventas a un novillo que iba a matar Manuel Benítez El Cordobés en un festival, me daba un millón de pesetas y me firmaba 20 novilladas. Me cogí vacaciones y me fui a Madrid. Yo cumplí mi compromiso. Y me tiré al ruedo. Pero no me dieron nada, ni el millón de pesetas ni las novilladas. Pero allí arrancó otra etapa en mi vida. Ya me quedé a vivir en Madrid, y volví  a torear. Fue una puerta se me abrió. Aunque el millón de pesetas no se lo llevé a casa de mi madre.

Paquirri le brindó el último toro que mató en su vida.

Es una anécdota bonita y triste a la vez. Paco además de un excepcional torero, era una mejor persona. Le conocí en algunos tentaderos en casa de los Núñez. Yo no era nadie, pero él tenía mucha sensibilidad, mucha afición y sabía mi historia. Enseguida me entendió, me miró como una persona y me cogió cariño desde el primer día. Yo toreaba al día siguiente de la famosa corrida de Pozoblanco una novillada sin picadores. Esa misma tarde fui a ver los novillos y la empresa me dijo que me quedase en el callejón, porque ya no había sitio en el tendido. Y en un momento dado Paco saltó tras poner un par de banderillas y me vio en el callejón. Me dio un cachete cariñoso. Pasó por el sitio en que yo estaba y me reconoció. Y aquello a mí me llenó de satisfacción. Que un torero tan grande, ese figurón del toreo, me reconociese fue algo grande. Y luego va y a la hora de matar se me acercó para brindarme el toro y me dijo: “Pelillos, te brindo este toro para que tengas la misma suerte que yo en el toreo. O todavía más.” Fíjate que detalle. Nunca lo olvidaré.

Tras ocho años luchando como novillero con caballos, llegó a la tarde de la alternativa.

Con Curro Romero y Espartaco. Con el toro Quitasuerte, de Torrestrella. Aquello fue muy emotivo. Dorado dio en el clavo. Conseguir una alternativa un Domingo de Resurección en Sevilla con ese cartel fue fantástico. Había gran expectación en la plaza. Todos me trataron con cariño. Fue un día especial, se me pasaron muchas cosas por la cabeza. Creía que era llegar a una meta, aunque lo único era que se abría una línea de salida. Porque luego todo empezaba de verdad, y había que atarse los machos Porque al día siguiente, habría que buscarse la vida como si nada hubiera pasado.

Curro fue el padrino.

Estuvo muy cariñoso. Aquel día,  cuando me cedió los trastos, me deseó mucha suerte, me dijo que empezaba una etapa muy bonita pero muy complicada. Y fíjate, me dijo también que me arrimase todo lo que pudiera. Yo le dije: “Maestro, gracias por el consejo. Dando ánimos, eh?.” Mira por dónde, Curro es de los toreros que más se ha arrimado, aunque la gente no lo piense así. Para torear con esa pureza, con ese sentimiento y esa verdad, hay que arrimarse mucho. Espartaco también estuvo muy cariñoso. Él y Antonio, su padre, se portaron siempre bien conmigo y me trataron como un hijo y un hermano.

Y en menos de un mes confirmó en Madrid.

Ese fue el día que me di cuenta que yo podía ser alguien en el toreo. La tarde de la confirmación. Apenas había toreado tres corridas de toros desde la alternativa. César Rincón sufrió una cornada y nos ofrecieron la sustitución. Había que asumir el reto. Fuimos al despacho de la empresa y al principio no había nada que hacer. Pero enseguida nos llamaron y yo me di cuenta que, si una empresa como la de Madrid, me necesitaba como torero en una tarde tan importante, era que contaban conmigo y ahí me di cuenta de que era alguien. Confirmé con el toro Fusilero que me cedió Armillita. Me pegaron una cornada, pero le compré una casa de mi madre. También le brindé la muerte de ese toro.

Su madre.

Bueno, mi madre que te voy a contar. Yo era su confidente, su esperanza. Su amigo,   desde pequeño hemos ido el uno junto al otro y así hemos salido adelante. Una persona que me ha dado cariño, respeto, que me ha imbuido el sentido de la lucha, de la verdad.

En su vida hay coincidencias con la de Benítez. El  se tiró de espontáneo en Madrid, y asimismo resultó herido el día de su confirmación.

Benítez siempre ha sido mi espejo, siempre me fijado en él. Ha sido mi referente. Yo he buscado su semejanza, y siempre su aprobación en la distancia, aunque nunca me la haya hecho llegar. Tenemos muchos puntos en común. Venimos de una infancia dura, de pasar calamidades, pero luego tuvimos carisma con la gente y llegamos a triunfar. Las energías se atraen. No deja de ser mi padre.

En las cerca de cuatro décadas que lleva en el toreo, habrá habido cosas mejores y no tan buenas.

Mejor todo, todo ha sido positivo. La evolución como profesional y como ser humano. Hay que tener siempre los pies en el suelo. Y saber dónde acaba el torero y dónde empieza el hombre. Me habría gustado, eso sí, haber aportado más, quizá llegar más a los más jóvenes. Igual a veces no te esfuerzas por conseguir metas cuando llegas a un cierto nivel y te acomodas. Pero no hay que dejar de sembrar esta profesión entre los jóvenes, transmitirles los valores, para que siempre haya cantera. Y a veces nos olvidamos de ellos. Y son muy importantes.

La relación con sus compañeros ha sido buena.

Yo no me he llevado mal con nadie, con ninguno. Al contrario, me he llevado bien con todos, porque los he respetado. Y siempre he ido con ellos por derecho, con todos he tratado de ser buen compañero en la plaza, porque los toreros nos hacemos falta en el ruedo, que nunca sabes lo que puede pasar. Eso sí, me he llevado especialmente bien con toreros como Enrique Ponce, el Litri, Javier Conde, y ahora más recientemente con Cayetano, Rivera, El Fandi o Padilla.

En su cuadrilla el Pere fue alguien muy especial.

Fue como mi hermano. El siempre me dijo, Manuel, yo me retiraré contigo. Era un hombre distinto. Tenía ilusión, pasión por la fiesta. Era mi amigo, mi compadre y tenía arte para dar y regalar. Hasta el accidente siempre estuvo conmigo, era el más cordobesista de los cordobesistas. Y cumplió su palabra. Le llamó mucha gente para que se fuese a su cuadrilla, pero él siempre se quedó conmigo, era muy buena gente. Y en el campo toreaba con mucho arte cuando cogía la muleta.

A pesar de nacer en Madrid, usted es andaluz y cordobés.

A mi siempre me ha tratado muy bien en Córdoba, donde me he sentido querido. Empecé la escuela taurina de Córdoba. Yo me siento andaluz. Me bautizaron en Arganda porque mi abuelo era camionero y por eso nací allí. Pero yo lo que soy es  español por los cuatro costados. Y pienso que España es única y me identifico con  todas las zonas de España. Cierto es que hay sitios con los que tenido gran sintonía. Por ejemplo en Burgos, donde desde novillero comenzó un idilio con ellos. Y siempre coincidía mi cumpleaños con la feria de San Pedro y las peñas taurinas me felicitaban y había mucho ambiente. Incluso ya me conocían como El Burgalés. También en Huesca me han querido mucho. Lo cierto es que la gente me ha transmitido siempre su cariño. Y esa es la mayor riqueza que tengo. En Valencia también he toreado mucho La última fue una de Cuvillo con El Fandi, que salimos a hombros. Allí me han querido mucho, en la capital y en sitios como Xátiva, Requena, Utiel, Bocairent.

La familia le apoya.

Necesitas que te apoyen en tu vida, aunque a veces para ellos es muy complicado. Supone mucho sacrificio. Pero tengo el apoyo de todos. Mis hijos ya son mayores y te dicen eso de, “papá ten cuidado”. Yo quiero que ellos conozcan mi profesión, y que la quieran, que sepan que es una manera de vivir y que me entiendan. Yo trato de inculcarles la cultura del esfuerzo y del sacrificio. Que aquí nadie te regala nada. Y transmitirles esos valores para que los empleen en otras facetas de la vida. Que tengan una lección de vida, que es lo que les tiene que dar un padre.

Texto: Enrique Amat (Avance Taurino)

 

 

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