VÍCTOR MENDES

“Uno nace y muere torero”

jueves, 27 de mayo de 2021 · 10:21

El empresario Luis Miguel Pombeiro, gestor de la plaza de toros de Campo Pequenho de Lisboa ha anunciado para el día 16 de julio una corrida homenaje a Víctor Mendes por sus 40 años de alternativa. Será una "corrida monstruo" en la que se lidiarán ocho toros, cuatro de Núñez de Tarifa y otros cuatro de Voltalegre. El cartel de toreros está formado por Finito de Córdoba, José Garrido y los portugueses Días Gomes y Juanito.

Decía el célebre tango “Volver” aquello de “Veinte años no es nada”. Cuarenta años sí que es algo.

Hombre, es toda una vida, una memoria, un recuerdo. Es que uno nace y muere torero. Estos años han pasado muy rápido, ha sido una vorágine de circunstancias, de vivencias, de experiencias. Ha sido soñar casi lo imposible y luego ver que eso se realizó. Luchar por un sueño da sus frutos. Tuve en mente siempre ver si podía triunfar y tuve la suerte de conseguir un sueño. El toreo de alto nivel, es decir, el de las figuras y el de las ferias es muy selectivo y elitista. Y los que están arriba es porque han sido capaces de llegar y mantenerse y se lo merecen.

Usted se mantuvo cerca de dos décadas en lo más arriba. 1.148 corridas de toros le avalan.

Yo tuve la suerte de vivir una gran época, la de los 80. Fue una etapa de gran vida cultural, social y económica. Era una gran época. Y el toreo era un escaparate de lo que pasaba en la sociedad. Fueron buenos tiempos para el toreo, para la cultura. Hubo mucha pasión y se produjo una gran evolución en el arte del toreo. Los toros me pegaron fuerte y me tuve que retirar todavía joven y cuando estaba en lo más alto, con apenas 39 años. Pero tengo la dicha de haber alternado junto a las grandes figuras del toreo. Era una cosa que soñaba desde chico, pero lo veía casi inalcanzable e imposible. Y lo conseguí. Llegar a alternar con todas las figuras, con aquel abanico de figuras. Estos años han pasado muy rápido.

Quiso ser torero desde chico.

Desde siempre. Tuve la influencia de mí mismo. En mi destino estaba. Desde joven sentía atracción por aquello. Mi padre era un gran aficionado. Pero el caldo de cultivo lo tuve en Vilafranca de Xira. Allí se celebraban dos ferias, y también se echaban muchos toros por la calle. Yo tenía una cuadrilla de cuatro amigos que toreamos juntos en la calle. Era la época de la revolución del 25 de abril. Y por aquel entonces ya Iba a la facultad de Derecho.

Empezó su carrera a la antigua.

Lo hice como banderillero. Como lo hicieron en su momento Guerrita, Sánchez Meíias, Maera y tantos otros. Había por entonces una pareja de novilleros Antonio de Portugal y Barreirita Gitano. Luego Antonio de Badajoz me aconsejó hacerme banderillero a los 18 años. Y así empecé. Yo iba a tentaderos y capeas y también cogía la muleta. En 1977 me llamaron del Sindicato para actuar con Rayito de Venezuela en Vilafranca de Xira. Luego me vio Gonzalito y me llamó para llevarme a España. En aquella época era complicado, porque todavía había fronteras, y además tenía que hacer la mili, y en casa no teníamos medios para costear un viaje y una estancia. Aun así, pude ir a España. Y debuté en septiembre de 1977 sin haber toreado antes. En un pueblo cerca de Logroño. Era una novillada en puntas para probarme. Corté un rabo. Luego debuté con picadores el 30 de julio de 1978 en Gerona junto a Pepe Luis Vargas y el rejoneador Josechu Pérez de Mendoza lidiando cuatro reses de Rocío Martín Carmona. Estuve tres años de novillero y tomé la alternativa en Barcelona, donde había triunfado varias veces. Balaña me dio la oportunidad el 13 de septiembre de 1981.

Fue una tarde imborrable. Una tarde de emociones fuertes. Palomo, todo un maestro y una figura del toreo me dijo: “torero, la mejor de las suertes. Esto es muy duro y difícil. Cortarle las orejas al toro y ten mucha suerte en el futuro.”. Luego Manzanares, estuvo simple y escueto. Una gran figura como él. Fue un honor que estuviera presente en mi alternativa. Él tuvo un sentimiento, y una firma estética en el toreo, que le hizo un espada de referencia en la historia. Recordar es volver a vivir. Y me emociona aquello. Intento buscar siempre el porqué de las cosas, las sensaciones, los momentos. Luego superé todas las dificultades para luchar por ser matador de toros. Ser figura era ya otra cosa. Yo quería seguir una cadena que se había roto con mi paisano José Falcón, que murió en Barcelona. Luego surgieron novilleros en Portugal, pero que no acababan de triunfar en España. Y antes había habido grandes toreros como Diamantino Vizeu, Jose Julio, Mario Coelho, Manolo dos Santos, Ricardo Chibanga, Amadeo dos Anjos…”

Madrid contribuyó a impulsar su carrera.

Madrid fue un punto de inflexión en mi carrera. Pude abrir la puerta grande en el 84 hacer una corrida de Victorino y en el 87 ante una de Baltasar Ibán. Y ello me permitió anunciarme en todas las ferias de España. Es el aval para cualquier torero. Te firma el pasaporte para ser contratado en otras ferias. Madrid te abre puertas. Luego la afición no se quiere sentir defraudada. Porque eso sí, después de triunfar, al día siguiente ya te miran con lupa. Desde cómo llevas el lazo de las zapatillas, hasta como estas en la cara del toro y cómo te colocas, cómo citas.  Pero para mantenerte, después de Madrid en las otras plazas tienes que consolidarte, como Sevilla, Valencia, Logroño, Bilbao, donde hay que ratificar aquello. Hay gente que ha triunfado en Madrid y luego no ha sido capaz de mantener el ritmo.

Siempre ha afirmado que la tauromaquia no es solo estética, si no resolver problemas. Que no hay que estar solo bien. Hay que entregarse, agarrarse. No buscar excusas, pelear.

El toreo entra dentro de una singular perspectiva. Es una realización personal, un sentimiento, una sensibilidad. Hay que tener en cuenta que el torero es un hombre, es un ser humano como los demás y como cualquier persona. Y que todos los días sufre lo mismo, en lo físico y en lo psíquico. Eso sí, siente unas emociones exclusivas, hay que saber superarse y transmitirlas al público y emocionarles. Estar en la cara del toro, poderle y luego disfrutar y hacer llegar a la gente que se disfrute es algo muy grande. El toreo es y debe ser pasional. Ha habido toreros heterodoxos que han llegado al público y que han transmitido sus emociones. Desde el punto de vista del aficionado, que entiende el comportamiento del toro y valora lo que le puedes hacer después de haberlo sometido, es un reto.

Y no falta la competitividad.

Así es. Hay que tener respeto por tus compañeros, y ayudarles en lo que puedas, pero hay que intentar arrancarles la cabeza en el ruedo. Sí, no era la competitividad de ahora del abrazo y del beso. Yo he peleado con toreros que están en la historia. Curro Girón con 55 años reapareciendo en San Cristóbal. Yo tenía 27 y al verle torear pensaba en cómo habría sido él con esa edad que yo tenía. Tremendo. Y lo mismo en sucedió en Cartagena de Indias con Ortega Cano y el maestro Pepe Cáceres. Las cosas no le habían salido bien en el primero y a nosotros sí. Salió el segundo y le arrancó las dos orejas, se dejó matar. Por eso yo no me dejaba ganar la pelea por nadie, y tenía afán de superación. Hay una admiración mutua entre los toreros, un respeto, pero en el ruedo cada uno va a lo suyo. Es una constante superación. Si uno está bien, tú debes estar mejor y así los artistas nos vamos superando. Una figura del toreo debe ser evolutiva, no estática. Toreros como el Juli, como Manzanares, como Morante, evolucionaron de lo que era su primer omento a lo que llegaron a ser. Se debe evolucionar y progresar.

Todo ello se hace además jugándose uno la vida.

Efectivamente. Porque estamos en el siglo XXI, y un toro te puede matar. Como te podría matar en el siglo XVII y el XVIII, el XIX y en el XX. El peligro es constante, aunque al toro se le seleccione, se le mejore genéticamente. Pero el toro tiene una personalidad, unas reacciones imprevisibles, y hay que acoplarse a sus estímulos y sus dificultades. Poderles, para luego crear arte. Admiro a todos los toreros, porque sé lo que se pasa en la cara del toro y luego en la intimidad esa de los miedos, de las duermevelas, de los sueños y las pasiones. Hay toreros que tienen grandes capacidades y que luego por las circunstancias se paran. Es una profesión esta tan dura como ingrata y bonita.

Y sacrificada.

Es una profesión de esfuerzo, de trabajo, de lágrimas. Ha habido grandes toreros como Pepe Luis Vázquez, Mario Triana, Aguilar Granada que luego no llegaron. En mi generación he visto torear a gente mejor que yo, como los ángeles. Luego no fueron nada en esto por una cornada, por una mala administración, por no saber pasar del novillo al toro. Hay tales condicionantes que esto es muy difícil. El toreo es tan duro como bello a la vez. He visto toreros que sentían su tauromaquia, les admirabas, pero luego al anunciarles no iba nadie a verles.

El torero y sus circunstancias.

Eso es. El hombre y el artista son su momento y sus circunstancias. Hay toreros que pueden ser excelentes toreando sin caballos, y luego pararse. No ser capaces. O vienen las cornadas. Yo respeto a todos los toreros que han llegado y que se han mantenido, porque hay muchos que se han quedado en el camino. En esta profesión hay muchas circunstancias dominantes y determinantes para llegar o no llegar, no solo es la técnica. No todo en el toreo es virtuoso. Hay cosas que también dependen del poder y del mercantilismo de las empresas. Existen muchas ingratitudes y hay que tener capacidad y psicología para saber esperar la oportunidad. En mi generación, todos los grandes empresarios como Chopera, Balañá, los Lozano, los Camará, esperaban que nosotros fuéramos el renuevo del escalafón. Pero luego viene el toro y lo condiciona todo. Fíjate, al Yiyo lo mató un toro. El Mangui, cuando era compañero de Espartaco, decían que era mejor que él, y le dieron tres cornadas y acabó siendo un gran subalterno, pero no llegó a triunfar como matador de toros de importancia. Toreros como Pepín Jiménez al que yo le tenía mucha envidia. Mi forma era la de poder con el toro, pelearme con las ganaderías encastadas. Mi maestro fue Paquirri. Siempre me decía que hay que vivir por y para el toro, hay que poderle, hay que prepararse, no hay que dejar de pasar las oportunidades.

Y toreros a los que les costó romper.

Como Espartaco, Ortega Cano, Roberto Domínguez, que cuajaron con el tiempo tras muchos años de lucha. O José Antonio Campuzano, Julio Robles, que tuvo la tragedia de Beziers. Esto es pasión, es entrega y otras muchas cosas. Luego el milagro no es el de llegar, como te decía sino mantenerse dos décadas aguantando la fuerza de los jóvenes que van llegando y querer ocupar tu sitio. Que vienen con ambición, con hambre, con preparación. El torero ha tenido etapas desde la revolución belmontina. Antes era poder y darle muerte un toro. Había que tener mucha capacidad física y técnica. Luego con Belmonte se impuso la estética, y aparte del poder, había que crear arte. El arte es un momento efímero. No es coreográfico ni es todo estético. El toreo es profundo, llega a la sensibilidad del que lo ve. Se necesita la técnica para que luego te abandones y soltar lo que llevas dentro. César Rincón vino a España y conquistó a la gente por su entrega. Roca Rey no ha inventado nada, José Tomás tampoco, pero te llegan por las tripas, te aportan la emoción, el toreo de siempre, el que te pone de pie.

El cartel de banderilleros.

Yo no sé si fui el mejor del terceto. Fui un eslabón en el arte de bien banderillear. Porque en mi época se empezó a banderillear de frente. Al igual que en el rejoneo, donde antes todo se hacía línea recta. La evolución del toreo a caballo fue a base de cuartear, dando los pechos, clavando en el estribo. Con los caballos de raza lusitana. Y en las banderillas fue lo mismo. Era andar despacio, con garbo y torería en la distancia corta fue lo que enseñaron los valencianos. Yo cambié eso y aporté el cuartear de frente y de poder a poder. Yo tenía dos piernas como dos turbinas. Y eso que me llevé tres jornadas banderilleando. Lograr la perfección es difícil, porque nunca llegas a dominar una suerte. Depende de unos diez centímetros la reunión, siempre estás en el filo de la navaja. El público valora la entrega, no el teatro de la mentira.

Sus compañeros.

Luis Francisco Esplá era un sabio en el conocimiento de los terrenos, conocía los toros, los entendía. Salía ya con el 90 % de la velocidad del toro ya cogida. Era un maestro. En cuanto al Soro, era un portento. Todo espectáculo. Todo heterodoxia. Trataba siempre de ultrapasarse a sí mismo. Y además creó pares de su invención. Fue la puerta abierta una nueva generación de banderilleros. Poder físico, espectáculo grande. En el cartel nos juntábamos tres estilos diferentes dentro de la evolución del toreo.

Ahora, como apoderado, ve la evolución que ha tenido la fiesta.

Siempre asumí que hay que apretar. No hay que andarse con eso de los bieeeen y sí con exigir a tu torero que se entregue, que se apasione. En el ruedo hay problemas que deben resolver, no valen las excusas. Nadie habla ahora a los jóvenes de las horas de esfuerzo, de lágrimas, de rabia cuando no te llamaban. Nadie habla de la exigencia que tenía Espartaco padre a su hijo. El toreo es estética, pero asimismo es sufrimiento y ahora parece que hay que ir a lo fácil. El problema es que el toreo se ha centrado en mirar a corto plazo, coger lo máximo que se podía y si se deja una plaza quemada, no pasa nada. Ahora nos tratan a los toreros como apestados, nadie nos respeta. A América llegábamos y éramos como casi dioses. Habría que hacer un estudio y ver quién y en qué nos hemos equivocado para tratar de solucionarlo.

Sus hijos vivieron de cerca su carrera.

Una es cardióloga, otro veterinario. En un momento dado lo pasaron mal. Porque en la temporada, cuando toreas 80 o 90 corridas de toros, pasas mucho tiempo fuera de casa. De niños me veían ir y venir. Y sé lo traumático que era para ellos no verme en casa, o que me vieran llegar herido. Pero para ellos fue una escuela y han valorado siempre la profesión de su padre.

 

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