VICENTE BARRERA

“Todos los días sueño con pegar veinte muletazos a un toro”

martes, 20 de julio de 2021 · 15:26

Vicente Barrera presentaba en Valencia  un libro de toros de Paco Villaverde titulado “La mirada de los grandes”. Un volumen que se puso de largo sobre el ruedo de la plaza de toros de Valencia. Un marco incomparable, pero la pena es que, en pleno mes de julio, no se anuncien festejos en este coso.

Es una pena, porque lo que a uno le gusta es ir a la plaza. Habiendo sido torero, y también aficionado, al ver que está cerrada y sin actividad, se le abren a uno las carnes. Esto es una persecución política, con la excusa de la pandemia. Yo me revelo ante esta persecución, ya que al contrario de Alicante y Castellón, donde han tenido la gallardía de dar toros a pesar de la pandemia, aquí no se ha programado nada. La solución es echar a este gobierno de la Generalitat y de la Diputación. Porque además, los otros espectáculos que se han anunciado en esta feria de julio sí que se están celebrando con normalidad. Incluso conciertos multitudinarios. Y la prohibición solo viene para los taurinos. Hay una negación absoluta de la pluralidad cultural y una persecución ideológica evidente contra los aficionados a los toros.

Usted tuvo una larga trayectoria en los ruedos, pero todavía continúa siendo una persona joven. A qué dedica uno el tiempo libre una vez retirado.

Yo llevo una vida normal, sobre todo he dejado de viajar. En Valencia nos coge todo más lejos, y no solo para torear cuando tenías que ir por esas plazas, sino también para entrenar e ir al campo había que desplazarse a grandes distancias. Ahora vivo todo el año en Valencia, en mi casa, con mi familia. Y lo cierto es que hago vida normal. Llevo algunos negocios, pero puedo disfrutar ahora de cosas que antes no podía hacer. Y tengo tranquilidad.

No se echa de menos la vorágine de las temporadas.

No, no lo echo de menos. Eso de viajar, el trajín, el ir de plaza en plaza y de ciudad en ciudad no. Lo que echo de menos es torear. El hecho auténtico de torear es lo que echo en falta. Todos los días sigo soñando con los toros y raro es el día que no me levanto pensando en ellos. Eso sí, no el lío de las ferias y de la actividad en las plazas, pero si el hecho de ponerme delante de un toro y pegarle veinte muletazos a gusto.

En el libro de Paco Villaverde se hace alusión en su semblanza a que su salida por la Puerta del Príncipe de Sevilla tuvo algo de revancha ante el maltrato que aquella afición le dio a su ilustre abuelo.

Las cosas vinieron así y quizá, puede ser, sirvió de venganza. Fue algo curioso. Paradojas de la vida. Mi abuelo, ante el maltrato de la afición de Sevilla, se sacudió las zapatillas en el ruedo maestrante y dijo que nunca volvería a torear en Sevilla. Y no volvió. Lo que no sabían es que iba a volver un Vicente Barrera y abriría la Puerta del Príncipe.  No dejan de ser paradojas del toreo y de la historia.

Un torero tan joven como usted, que apenas había toreado un puñado de novilladas, debió sentir algo especial al cruzar este maravilloso umbral.

Pues fue algo indescriptible. Porque hay muchas figuras del toreo que en toda su trayectoria no han logrado salir por ahí. Aquello me cogió un poco de sorpresa. No lo esperaba. Surgió con fluidez y casi de una manera inopinada. Corté tres orejas. Es algo difícil de conseguir para cualquiera. Un sueño. Uno siempre está pensando en poder triunfar. Pero no tanto. Fue un orgullo y una alegría, y tengo de aquello un recuerdo y una sensación imborrable.

Estos días se cumple XXVII aniversario de su alternativa. El 25 de julio de 1994 de manos de Curro Romero con Litri de testigo.

Otro recuerdo imborrable. Y eso que todo vino muy seguido. Como lo de abrir la Puerta del Príncipe. Dos años antes yo no era ni novillero. Y era una sensación difícil de digerir y para que la quizá no estaba del todo preparado. Todo eso se hace sentir  miedo escénico. El destino me puso en algo que yo no había imaginado afrontar y eso te da mucho miedo, porque no estás hecho todavía. Tuve que vivir todo en un tiempo récord. Y se mezclaron sentimientos de vértigo, de alegría y responsabilidad.

Tuvo un ilustre padrino.

Me deseó mucha suerte, y me dijo que aprovechase los dones que Dios me había dado para intentar ser figura del toreo. Yo ya había alternado con él en alguna corrida mixta y le tenía una gran admiración. Fue todo un privilegio que me diese la alternativa.

Y todo seguido entra en el circuito de las grandes ferias y toreando más de setenta corridas por temporada.

Otra sensación de vértigo. Torear todos los días, en todas las ferias y alternando con todas las figuras. Y como digo, apenas dos años antes había viajado en una suerte de peregrinaje para visitar la Maestranza de Sevilla, como los musulmanes hacen yendo a La Meca. Para ver torear a grandes figuras como Joselito, Enrique Ponce, César Rincón. Yo apenas me había vestido de luces. Y en dos años me vi alternando en las ferias, anunciado en la goyesca de Ronda y en plazas como Sevilla, Madrid, Valencia. Fue un sueño impresionante, precioso, pero aquello me dio mucho miedo también.

Parece que todo le vino casi sin querer, porque aquel 20 de marzo de 1993 alternando con Manolo Carrión y Rivera Ordóñez fue trascendental. Si las cosas hubieran rodado regular, usted quizá hubiera seguido otra trayectoria profesional.

Pues sí, yo lo que tenía la ilusión era hacer un paseíllo en Valencia vestido de luces, verme anunciado en los carteles y vivir esas sensaciones. Pero aquella tarde de marzo fue la más importante de mi vida, la más decisiva. Porque como digo, mi sueño era torear de luces y debutar con picadores. Yo ya no era tan joven, y una vez acabada la carrera, tenía que pensar en abrirme paso en otras disciplinas de la vida y buscarme la vida. Si no hubiera triunfado ese día, no hubiera seguido con este sueño. Hubiera continuado con mi vida. Por eso aquel día se dieron muchos factores y fue algo trascendental.

Era otro vértigo eso de torear tanto.

Al contrario, yo el vértigo lo hubiera sentido al torear solo cinco o seis corridas por temporada. Lo bonito torear sesenta o setenta y luego ir a América. Fueron años duros y muy sacrificados. Porque yo tuve que dedicar el 90 % de mi juventud y de mi tiempo a los toros y perdí mi vida social, mis amigos, mi gente. Abandoné mi familia, mi casa. Pero sobre estas contras, compensaron los pros. Y es que lo de ser torero y llegar a ser alguien en esta profesión es algo indescriptible. Uno debe quejarse, pero de no torear mucho. Pero lo de estar en las ferias, es algo maravilloso. Aunque conlleve muchos esfuerzos y muchos sacrificios.

Sus sueños se vieron cumplidos.

Cuando toreaba los festivales en Munera ni siquiera lo hubiera imaginado. Yo quería ser torero para vivir una experiencia,  pero no pensaba en este sueño. Tenía vocación,  pasión y afición por los toros. Y el sueño era debutar, por lo que si no hubiera triunfado, tampoco hubiera pasado nada. Hubiera tenido carteles con mi nombre, fotos de los festejos, vivido las sensaciones que se experimentan en una plaza. Yo no pensaba en lo que iba a llegar, pero bueno, las cosas se dieron así.

Y mirando para atrás con una trayectoria sobresaliente, no sé si se habrá dejado algo en el tintero.

Hombre, muchísimos sueños. Yo tuve una buena trayectoria, para qué vamos a negarlo. Pero hay muchas figuras a las que no les llegué a la suela de las zapatillas. Y luego se me quedaron toros por cuajarlos o por lo menos matarlos. Obras que no pude rematar. Con todo, llegué donde nunca hubiera podido imaginar. Uno siempre quiere más, pero la verdad es que no me puedo quejar y lo conseguido superó a los sueños.

Su carrera parece merecer un sobresaliente, como los que algunos obtienen en sus estudios.

Si se tuvieran en cuenta todas las circunstancias que rodearon a mi trayectoria y mis orígenes, yo estoy agradecido a la vida y estoy orgulloso. Quizá ese sobresaliente que dices podría ser admisible, pero siempre queda algo más por hacer. Pero teniendo en cuenta las circunstancias de mi vida, yo creo que sí. Porque no esperaba llegar a tanto. Y estoy muy orgulloso de haberlo conseguido.

Y por qué no, cuando haga un número redondo de aniversario de alternativa como los treinta,  igual mata un festival ó una corrida de toros para celebrarlo.

Ahora, como digo, vivo tranquilo, vivo de otra manera, con mi familia, con mi gente. Pero sí que sigo pensando en el toro. Y sí, ojalá. Esas satisfacciones son indescriptibles para quien se siente torero y duran toda la vida.

 

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