PABLO DONAT

“Hay que tener raza, afición e ilusión para sobreponerse a las dificultades”

sábado, 25 de septiembre de 2021 · 09:03

El rejoneador valenciano Pablo Donat está anunciado el próximo domingo día 26 de septiembre en la plaza de toros de Bocairent. Se trata de uno de los escasos rejoneadores que han salido de Valencia y provincia, salvado los casos de Paquita Rocamora y Paco Navarro, quien luego estuvo al frente de la cuadra de caballos de la plaza de toros de Valencia. El, desde su Onteniente natal, quiso ser rejoneador desde chico.

Desde pequeño me gustaron los caballos. Desde muy chico. Mi padre tenía uno, y luego siempre estábamos viendo libros y fotos de caballos en mi casa. Luego, en Onteniente están las fiestas del Toro de cuerda de la Purísima, el 8 de diciembre, que son muy famosas y con gran presencia de los toros, y luego en mayo también había peñas que montaban toros. Y así, viendo toros, me surgió la afición al toreo, y luego a los caballos. Y al final traté de hermanar y armonizar estas dos vocaciones y eso dio paso a que quisiera ser rejoneador.

Debutó el 18 de mayo de 2014 en la plaza de toros de Bocairent.

Así es, pero aquello no acabó de resultar  bien. Entonces tuve que volver a mis cuarteles generales. Y me puse a trabajar de trenzador con Manolo Manzanares. Porque para esto no hay escuelas ni donde prepararse, y menos en Valencia. Allí, en la finca con Manuel, hacía de todo, trabajaba de todo. Pero también montaba caballos, domaba otros, hacia todo tipo de trabajos. Y junto a Manolo comencé a aprender los secretos de la doma, a tratar de ser buen jinete, a tener la técnica para montar y luego la técnica para ser rejoneador. Fue una época muy bonita para mí y muy importante en la que aprendí y me sirvió mucho. Le estoy muy agradecido.

Ser buen jinete es fundamental.

La técnica y la doma son los ingredientes principales para ser rejoneador. Porque hay que ser muy buen jinete, domar y dominar bien a los caballos,  porque luego en la plaza se juntan dos voluntades. La del jinete y la del caballo, que tienen que ir armonizadas para luego poder enfrentarse al toro con garantías. Es un trabajo concienzudo, que no es fácil. Requiere muchas horas, pero es satisfactorio.

Y llegar a ser rejoneador no deja de ser complicado.

Aquí hay dos caminos. El que tiene dinero, se compra los caballos, luego tiene gente que se los prepara, se compra un camión y ya puede salir a la plaza. Los que no tenemos dinero nos lo tenemos que currar. Nosotros nos vemos obligados a comprar potros, domarlos, prepararlos nosotros mismos. Es un trabajo que dura de dos a tres años y que hasta que no lo terminas no sabes si el caballo va a servir para rejonear. Por tanto no es una cosa de un día para otro. Hay que domarlos, enseñarlos. Luego ponerlos frente al carretón a ver cómo reaccionan. Y luego ya enfrentarlos a un becerro y ver su evolución. Y si no sale bueno, al potro lo tienes que vender y seguir preparando otros hasta tener una cuadra de seis o siete caballos por lo menos, que te sirvan para rejonear.

Se antoja una profesión muy costosa.

Sí, porque en un festejo de rejones, solo se ve en la plaza el 5 % de todo lo que hay detrás. Hay mucho trabajo con los caballos.  De alimentación, de vacunas, de preparación, de traslados, de sanidad, de movimientos. Luego están los chóferes, el camión, los mozos, los veterinarios, la cuadrilla. Todo eso lleva mucho trabajo y es muy caro, supone mucho dinero. Y con lo que se gana en una novillada, te da para poder pagar los honorarios de tu gente y los gastos del día de la corrida, viajes y comidas. Pero el resto del invierno, o los gastos de mantenimiento de la cuadra que van detrás, son altísimos. Por eso uno, aparte de entrenar y montar caballos, tiene que hacer de todo. Montar caballos para otros, domar para otros, dar clases de equitación, hacer un montón de cosas para obtener recursos para poder enfrentarse a todo ese presupuesto. Es una vida dura, pero peor es estar en un andamio ocho horas al sol. Y además, si uno hace lo que le gusta, todo se hace más llevadero. Pero requiere mucho trabajo, mucho esfuerzo, mucha dedicación. Supone dedicarte al 100% a ello, sacrificar muchas cosas, no ir a sitios, no hacer vida social, pero bueno. Cuando uno tiene vocación y le gusta algo, no pasa nada.

Aún así tiene en la cuadra diez u once caballos.

Sobre todo Nalón, que es un caballo de siete años que es de la yeguada de Manzanares. Lo  compré de potro y solo lo he montado yo. Es un caballo muy bueno. Luego tengo otros dos caballos buenos de salida para parar los toros, luego otro de Diego Ventura para banderillas. Y uno muy veterano para el tercio final. Un caballo que ya estaba toreado, y aunque ya estaba un poco lesionado cuando lo compré, a mi me sirvió para coger experiencia, porque los caballos veteranos te indican también muchas veces por donde debes estar, colocarte, como ir al toro. Te transmiten su experiencia y su veteranía. Yo tengo cuatro o cinco jóvenes, tres o cuatro caballos con experiencia y otros dos o tres que estoy preparando. Hay que ir teniendo recambios, porque en cada festejo al menos debes llevar preparados a la plaza cinco o seis.

Se declara admirador Pablo de Hermoso de Mendoza.

Me parece el más grande. En la plaza, por su elegancia, por su poder, por sus facultades, por su dominio. Y sobre todo por el camino que nos dejó abiertos a otros rejoneadores. Fue un gran revolucionario de la profesión y todo para bien. Abrió una vía para que se respetase todavía más la profesión. Además Pablo y su hijo Guillermo me dejan entrenar con ellos en su finca muchas veces. Son generosos, y que figuras de ese calibre te den cancha en su casa es algo muy de agradecer. Pablo como un Dios. Hay que estarle muy agradecido.

Usted de mayor querrá ser como él.

No, él es muy grande. Y yo tampoco me quiero parecer a nadie. Quiero tener mis propios recursos, mi propia personalidad, mi propia forma de ser. Los toreros tenemos que exhibir lo que nos sale de dentro, con naturalidad y tratar de ser nosotros mismos, tener una personalidad propia sin tener que imitar a nadie.

Pasado el COVID, usted está toreando con frecuencia.

Y afortunadamente por toda España. He toreado en plazas como Vinaros, Cella, Las Pedroñeras, Atienza, Ossa de Montiel, Estella, Mora de Toledo, Uceda, Sabiote, Viana, Aldeadávila de la Rivera. Este año voy a terminar con unos diez festejos, que tal y como están las cosas y la situación, no está mal. Es una cifra bonita para uno que empieza y los tiempos en los que vivimos.

Y hay que saber sobreponerse a las malas tardes.

Hay que estar preparado para todo. Y saber levantarse cuando las cosas no salen. No siempre se puede estar bien. Cuando uno falla, tiene que saber levantarse. Porque esta profesión es caer y levantarse una y otra vez. Hay que tener esa raza, esa disposición, esa ilusión para poner sobreponerse a las dificultades. Y de cada caída, venirse arriba. Yo lo intento a base de entrenar y trabajar. Y lo mismo en la plaza. Una tarde en Cella saqué un caballo a contra estilo que no se acopló con el toro. Se me cayeron varias banderillas a la arena, pero no por ello cejé en el empeño. La gente paga la entrada y tiene derecho a ver un espectáculo digno. Y yo me sobrepuse y al final acabé entonando la actuación. Es una forma de vida y de sentir las cosas.

Va a llegar preparado a Bocairent.

Espero que sí. Aunque a veces es complicado. Yo estoy empezando. Aún tengo muchos defectos Es un día de mucha responsabilidad, porque va a venir mucha gente a verme. Son la gente con la que he convivido, que me siguen y me quieren. Y por eso es una responsabilidad y un compromiso añadido. Pero yo espero estar a la altura de las circunstancias. Por mí no va a quedar.

 

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