NIÑO DE LAS MONJAS

“Siempre he tenido gente a mi alrededor que me ha hecho quites”

sábado, 16 de julio de 2022 · 08:44

Una vez pasada la pandemia, la carrera de Jordi Pérez Niño de las Monjas vuelve a coger velocidad. El torero de Carlet actúa el 17 de julio en la feria de Valencia y el próximo día 28 hará su debut en la plaza de Las Ventas.

La verdad es que es todo muy ilusionante. Es un premio, después de lo mal que se ha pasado, poder haber estado anunciado de nuevo en Valencia tras el triunfo de Fallas y luego tener ahora el debut en Madrid. Me considero muy afortunado, un privilegiado. Estoy muy contento. Y esto me ha animado a seguir preparándome más. En Valencia me anunciaron con dos de las figuras del escalafón como Isaac Fonseca y Álvaro Alarcon. Dos figuras que han despuntado en esta temporada y yo también me he estimulado para darles réplica y dar la mejor versión de mí mismo y que el aficionado pudiera seguir viendo mi evolución positiva. Que no me he estancado. Y que he progresado después de las Fallas.

Tras las dos orejas de Fallas, aparte de esa preparación en el campo, ha toreado en Anchuelo y en Las Matas. Después llegó Valencia. Y ahora Madrid.

Es un sueño. Y en Madrid en un cartel también importante con otros dos novilleros triunfadores como Calerito, que va a tomar alternativa en la feria de San Miguel y Fernando Plaza, con quien debuté con picadores en Algemesi. Es una gran ilusión y a mí me ilusiona mucho y es el reconocimiento a un trabajo y una trayectoria.

Aparte de su esfuerzo, hay una persona detrás.

Por supuesto, yo toreo, pero Alfredo Fernández, mi apoderado es un gran luchador. Un taurino de Navacerrada quien es el hombre que ha creído en mí, que pelea por mí. El es el que llama, el que contacta con las empresas. El que lucha. Tiene una labor muy complicada, porque cuesta mucho hacer novilladas en estos tiempos. Estamos en una época difícil y él tiene mucho mérito con lo que hace. Y claro, luego yo tengo que responder en la plaza. Cómo no voy a arrimarme, si él pelea mucho.

Y ahora qué viene por delante.

Yo voy partido a partido. Como dice Simeone. Para mí, la novillada que tengo delante es la que me preocupa, es la que tengo en mente. Seguramente habrá cosas hechas, pero ahora me preocupa sobre todo Madrid. Y lo que venga detrás y lo que pueda venir si las cosas salen bien en Madrid, ya llegará y bienvenido sea.

Ha progresado.

Eso es lo que intento demostrar en la plaza. Que se vea a un Niño de las Monjas evolucionado y a más. En el campo estoy muy a gusto, y en las novilladas que he toreado también. Y la verdad es esa que es la sensación que quiero dar.

El año pasado toreó siete festejos, todos ellos por los alrededores de Madrid y el Valle del Terror.

Tal como están las cosas, estuvo muy bien. Toreé en Arenas de San Pedro, en La Granja, en Cercedilla, en Villa del Prado, en Cadalso de los Vidrios, en Moralzarzal y en Mejorada del Campo. En algunas plazas se trataba de ferias de novilladas importantes. Y la verdad es que me vino muy bien como rodaje y como aprendizaje.

Porque debió ser duro, después del debut con picadores y verse anunciado en Fallas, que todo se viniese al traste por la pandemia.

Pues sí, fue un disgusto para mí, pero para todo el mundo lo fue. Lo cierto es que las cosas pasan porque tienen que pasar y si suceden así, pues por algo será. Fueron años de lucha, de soledad, y tuve que afrontarlo como otros muchos. Yo me considero, ya digo, un privilegiado, porque mucha gente lo pasó peor en lo económico, en lo personal, en la salud.

Pero le pilló en el peor momento. Porque venía lanzado de su debut de Algemesí, de aquel 20 de septiembre de 2019, en el que cortó tres orejas a un encierro de Victoriano del Río.

Así fue. Aquel día yo me entregué, lo di todo. Eché la moneda al aire, era un día en el que tenía que resolver y, a fuerza de trabajo, sacrificio y de disposición, lo saqué adelante. Que era un compromiso. Al margen de la técnica, la gente vio a un tío entregado a más no poder. Y si alguien que desnuda su alma, la gente tiene que reconocerle y estar con él. Y aquella tarde fue impactante y muy importante para mí por ello. Y ahora espero volver este año Algemesí, que es una plaza en la que la gente me ha querido mucho y me recuerda cada vez que voy allí por las veces que he toreado. Es una gran feria y espero estar en septiembre por allí.

Las monjas siguen estando con usted.

Ella siguen viniendo a verme. Vinieron a Valencia, van a ir a Madrid también porque son tardes importantes. Aunque con la pandemia les da más reparo salir de casa. Pero vendrán a apoyarme, porque son fechas importantes. Ellas rezan, me encomiendan para que me echen un capote desde arriba. Rezan las madres de la congregación cuando toreo. Siento la fibra que me transmiten. Y el día anterior ya se vuelcan a rezar del todo y están siempre pendientes de lo que yo hago. Aunque ellas pasan mucho miedo, pero lo llevan de una forma resignada. Llevan lo suyo por dentro y lo pasan mal porque no quieren que me coja un novillo, pero bueno, lo asumen.

Han sido lo más importante para usted.

Pues sí, porque a los once años me llevaron por parte de servicios sociales al Hogar de San José de la Montaña. Con mis hermanos. Vivía una situación familiar difícil. Y la orden Madre de los desamparados me dio el cariño de las madres. Como del colegio Sagrado Corazón que es donde me crie. Y ellas han sido como mi familia. Mi gran escuela.

Y su segunda familia, su segunda escuela, fue la escuela taurina de Valencia.

Pues sí, me surgió la afición por torear. Tuve vocación de torero y la madre Elisa Mateos, que es la directora del hogar San José de la Montaña, cuya familia es de Ronda y era muy aficionada, al principio me lo quiso quitar de la cabeza y me apuntó al rugby. Pero yo siempre he tenido claro lo de ser torero y Fran Durbá, mi tutor legal hasta los dieciocho años, tenía relación con los toros y me facilitó ir a ver a Juan Carlos Vera a la plaza. Luego con la madre Elisa hablé con Juan Carlos Vera para entrar en la escuela. La verdad es que ella, aunque no lo tenía muy claro, sabía que allí nada malo iba a aprender. Y allí aprendí lo que es la disciplina y el compromiso. La cultura del esfuerzo. Fue mi segunda escuela. Otra de mis tablas de salvación.

Los comienzos no fueron fáciles.

No, pero la escuela me ayudó. Mis dos primeros vestidos fueron uno que había sido de El Fandi y otro que cayó en mis manos y que había sido de Enrique Ponce. Me los remendaban las monjas. También me ayudó mucho Vicente Danvila, que me dio mi primera muleta y el fundón. Danvila fue muy importante para mí en lo personal y en lo profesional. Luego maté mi primer novio en Bocairent. Aquello era como un juego. Y en 2019, antes de debutar con picadores, gracias a la escuela pude torear en muchas plazas importantes como Málaga, Sevilla, Olivenza, Valencia, Alicante. Y hacerme un hombre y un torero hasta llegar al debut con picadores. Luego todo se paró por la pandemia ya conocida, pero bueno, yo seguí mentalizándome, entrenándome lo que podía y ya de la mano de mi apoderado, este me echó un capote y yo creo que He respondido. Entre unos y otros yo me considero un privilegiado. Aunque la vida no ha sido fácil, siempre tenido gente a mi alrededor que me ha echado un capote, que me ha hecho un quite y yo espero devolvérselo a todos con mis triunfos en la plaza, y con alegría.

Una vida de novela, la de Jordi. Como la novela titulada El Niño de las Monjas, que luego fue llevada al cine en diversas ocasiones. Una de ellas interpretada por Enrique Vera, te odio uno de sus profesores en la escuela. Se trata de El Niño de las Monjas, del escritor Juan López Núñez. Nacido en Almería en 1885 y fallecido en Madrid en 1967, quien fue periodista, novelista, ensayista y dramaturgo. Esta novela fue llevada hasta cuatro veces al cine.  En 1925 se rodó una primera versión, dirigida por José Calvache con el espada Eladio Amorós como protagonista. En 1935 José Buchs dirigió una nueva cinta sobre la misma, protagonizada en esta ocasión por el torero madrileño Luis Gómez El Estudiante. En el año 1944 Julio Villarreal dirigió otra versión, con el coletudo mejicano Luis Procuna en cabeza del cartel. Finalmente, en 1958, Ignacio Ferrés Iquino dirigió la última filmación que sobre ella se ha hecho hasta el momento.