MARI FORTES

“La vida es una lidia constante”

jueves, 28 de julio de 2022 · 07:40

La torera malagueña Mari Fortes es la nueva directora de la escuela de tauromaquia de Antequera. Esta espada malagueña, una de las pioneras del torero femenino en España, ha dedicado su vida al toreo. Novillera con picadores quien estuvo a punto de tomar la alternativa, ganadera, empresaria, esposa y madre de torero. En este caso, de Fortes. Toda una vida dedicada a una pasión, que ahora trata de transmitir a los más jóvenes.

Actuó en plazas importantes y tuvo una carrera fue muy bonita.

Toreé plazas buenas. Puerto de Santa María, Pamplona, Málaga, Vista Alegre, Barcelona. Luego estuve anunciada en el 77 en la feria de Jaén para tomar la alternativa, pero sufrí una operación y quedé mal.

Sus primeros pasos los dio en Castellón.

Yo viví unos años en aquella tierra porque mis padres emigraron. Ellos tenían allí familia. Yo soy de Málaga, vivíamos del comercio agrícola, pero como digo tenemos familia en Castellón. Hubo un momento en el que juntó una época de gran sequía y mi padre decidió irse a una zona industrial, huyendo de la incertidumbre que tenía el campo. Estaba cansado de los vaivenes del campo y acabamos en Villarreal. Yo estuve allí cuatro años y luego la vida me devolvió a Málaga.

Su vocación fue temprana.

Yo me aficioné a los toros viendo una corrida por televisión. Concretamente a Manuel Benítez El Cordobés. Mi madre me envió hacer un recado a una tienda. Pasé por la puerta de un bar y aquello estaba lleno de gente. Dentro y en la calle. Era la primera vez que yo veía algo en directo, ni en la plaza ni por la televisión, porque en casa no teníamos. Solo había visto fotos. Y me emocioné de ver todo aquello. Fue un flechazo, una llamada, una transformación. Me impresionó la estética y el dominio de un animal utilizando un mero trapo por una persona luciendo un traje tan bonito. Y con una suerte de danza, dominar a un animal. Yo era muy pequeña. Pero ver a un ser humano capaz de dominar a un astado fiero y salvaje, me impresionó. Y yo me dije que tenía que hacer aquello, aunque fuera lo último que hiciera en mi vida. No se me quitaba de la cabeza ni de día ni de noche. No había un día que no soñara y estuviese obsesionada con todo aquello.

Dijo que quería ser torero.

En mi casa, en primer lugar, se lo tomaron como la fantasía de un niño. No sabían nada de toros, los toreros eran como si fueran astronautas. Mi padre reaccionó como si no se lo hubiera dicho. Mi padre pensaba que era una fantasía, una tontería de niños y que no tenía importancia.

Usted persistió.

Pues sí. Yo no sabía por qué no toreaban las mujeres, hasta que un día leyendo una enciclopedia taurina me enteré de que estaba prohibido para las mujeres. Yo no entendía el por qué. Pensaba que las niñas eran las que no querían torear. Al enterarme de aquello de la prohibición, estaba dispuesta a irme a América o a Francia o a donde hiciera falta para ser torero. Donde fuera. Mi padre se enfrentó conmigo cuando se lo dije y, como vio que no se me pasaba el veneno, me lo prohibió y entonces le dije que me iba de casa. Y al final tragó.

Comenzó a torear, y de aquel grupo “6 toreras 6” que ideó de Paco Rodríguez en 1975, usted fue capaz de destacar y sacar la cabeza. Formaban parte de él Maricruz, Rosarillo de Colombia, Alicia Tomás, La Algabeña y Maribel Atiénzar.

Solo llegó a tomar la alternativa Maribel Atiénzar. Yo estuve anunciada para tomarla antes que ella, iba a ser la primera, pero la lesión en la pierna me lo impidió. Pero todo aquello fue muy bonito. La suspensión de la prohibición que figuraba en el reglamento Taurino por la Orden Ministerial de 1974, gracias a la lucha de Angela Hernández, nos abrió las puertas para que las mujeres pudiéramos torear. Fue un boom, hay que agradecerle a Angela la dedicación y el tiempo. Nunca le estaremos lo suficientemente agradecidas. Lo movió todo muy bien, en la prensa, en la calle. Para Los profesionales taurinos no teníamos credibilidad, para el público sí. Y llenábamos las plazas todos los días. Era interesante vernos, para la gente y el público en general. Y nos dimos un par de vueltas a España toreando en todos los sitios y en plazas de todas las categorías. Después había que demostrar que uno quería ser torero. Y finalmente conseguimos que los profesionales nos respetasen.

Aquello fue una lucha tenaz.

Si, porque al principio la gente se hizo la idea de que aquello era un folklore. Pero tras lo de Angela, yo debuté con picadores y luego mi presentación en Barcelona ya me dio credibilidad, porque le corté dos orejas a una novillada y sorteando los animales. Y aquello supuso un despegue para el torero femenino. Yo debuté con picadores en Vélez – Málaga el 26 de septiembre de 1976 lidiando novillos de Gallardo y de Ana Romero alternando con Jesús Márquez, el hermano de Miguel Márquez, que por aquel entonces tenía mucho cartel.

En 1977 actuó en junio en Pamplona junto a Andrés Moreno y Pepe Luis Vargas en una novillada televisada. Ese día sorteó con ellos.

Como hacía siempre. Fui al sorteo y además yo metí la mano en el sombrero para coger los novillos que me tocaron. Yo quería ser torero en igualdad de condiciones. No me gustaba ni era mi intención ser alguien diferente. Yo quería ser uno más, y así lo conseguí. En Barcelona toreé el 25 de agosto y corté dos orejas. ?En Carabanchel el 12 de septiembre.? Y después de torear 60 novilladas picadas se habló de la alternativa, en la feria de Jaén de 1977, con una corrida de Marcos Núñez. Se hablaba de padrinos como Tomás Campuzano, Ruiz Miguel y José Luis Galloso, pero una lesión de rodilla echó por tierra todo.

A pesar de ello, nunca abandonó la fiesta. Se casó en 1991 con el banderillero, entonces su apoderado y hoy empresario taurino Gaspar Jiménez. Ha sido empresaria taurina, ganadera, profesora de la Escuela Taurina de Málaga. Y tiene un hijo torero.

Ser torero tiene sus vertientes. Tiene una parte difícil y otra muy bonita. La más difícil es la de madre. Lo de ganadero, puedes pasar fatigas, no sabes lo que va a suceder. Sufres la incertidumbre, tienes problemas en el campo, con los piensos, con los saneamientos, pero lo puedes resolver. Pero ser madre de torero es muy complicado. Es una locura. Cuando veo a mi hijo Saúl en la enfermería siempre me culpo por haberle transmitido esta pasión y tanta verdad y autenticidad en su concepción de la tauromaquia.

Una fiesta grande.

Esto es respeto, una religión, algo espiritual, una llamada y una vocación y estoy muy contenta de habérselo sabido transmitir. Y mi hijo trasciende de lo que es y busca el origen de las cosas y la trascendencia de lo que hace. No busca las orejas fáciles ni el triunfo a cualquier precio. No busca las orejas, ni engañar al público, su toreo es pureza. Cuando le coge un toro, tengo un doble sentimiento encontrado, de tristeza por un lado y orgullosa y satisfecha por otro.

Los toros al final se han convertido en su vida.

Muchas veces los taurinos lo llevamos todo al terreno de la tauromaquia, porque vivimos el toro de la mañana a la noche. Pero sirve y mucho para el cómo hacer frente a lo bueno, a lo malo, a lo difícil, a las adversidades. La vida en definitiva es una lidia constante. Hay que ser muy valiente para tirar adelante y eso es lo que hay que hacer, mirar para el futuro, nunca para detrás. De nada sirve añorar y quejarse de lo pasado, hay que buscar soluciones para superar las adversidades y solucionar el futuro. En este sentido, los cursos que hace Saúl de adecuación del toreo a la vida hacen mucho bien. Es una escuela de valores. Los toros al final se han convertido en su vida. Se transmite la cultura del esfuerzo, la generosidad, el compañerismo, el valor, la gallardía.

Como directora de la escuela taurina de Antequera, esa es su función.

Antes estuvo cinco años en la escuela de Málaga, y he vuelto a la didáctica del toreo. Al principio me costó un poco, pero ahora estoy igual de entusiasmada por haber aceptado. Antequera es una escuela en la que quiero aportar mi experiencia y que a los chicos les sirva. Y si luego alguno puede llegar lejos con la espada y la muleta, mejor. Pero lo importante y lo decisivo es el respeto al toro y al torero. Y llevar buenos aficionados al tendido. Esto es un apostolado. Y hay que difundir la fiesta. Quien la conoce la respeta y el que la conoce la llega a gustar. El problema no son los anti taurinos que son una minoría, sino los ignorantes, los que no conocen todavía el toreo. Y antes de que renieguen de la fiesta, la tienen que conocer y a lo mejor va y les gustará. El toreo hay que enseñarlo y los taurinos a veces estamos acomplejados, no llevamos al toro fuera de nuestro propio ambiente, somos endogámicos, y lo defendemos nosotros mismos, solo entre nosotros. Pero de cara al exterior, tenemos complejos y nos cuesta manifestar el orgullo de ser taurinos. Los anti taurinos se creen moralmente superiores. Son pocos, pero hacen mucho ruido y levantan su bandera. Nosotros tenemos que luchar para difundir la fiesta entre la que no lo conocen. Hay que defender la fiesta y así ganar adeptos para la misma. Ésta es nuestra batalla.