#MÉRIDA.- 1º FERIA

Y Mérida dijo: “Hágase el toreo”

Morante y Manzanares comparten Puerta Grande y Ferrera desata la locura en el cuarto
sábado, 4 de septiembre de 2021 · 17:51

Qué injusta pueden llegar a ser ciertas decisiones. Lo mismo se indulta a un toro que apenas pasa por el caballo, que se le niega una oreja a un torero tras una faena de delirio. El pueblo no es siempre soberano. ¿Bueno o malo? Hay que estar presente para evaluar cada momento. Y quien estuvo fue, sin duda. Antonio Ferrera. Todo diestro tiene una plaza. Ferrera tiene una provincia.

Pero la tarde no se cierne solamente en el diestro afincado en Olivenza. Mérida acogía en su plaza de toros un cartel de lujo, aunque la afluencia en los tendidos no dijera lo mismo. Seria duda el por qué las localidades del coso emeritense estaban medio vacías. Ferrera, Morante y Manzanares con toros de García Jiménez. ¿Qué más se puede pedir? Pues, con bastantes localidades falta de aficionados, la presidencia daba inicio a una tarde de magia, temple, torería y raza. Ganado de buena presentación, escaso pesaje -el mayor no superaba los 500 kilos-, con bastante juego y pausados en las arrancadas, pero con ligadas embestidas.

Abreplaza para Ferrera, quien salió decidido a calentar los tendidos. Verónicas y chicuelinas para hacer sonar los primeros aplausos de la tarde. Pero la torería que este maestro atesora lo demostró en la muleta. Cierto que, una vez arrancaba el animal, la faena estaba en ligar un natural tras otro. Pero, entre serie y serie, Ferrera llenaba el albero con su plante torero. Exprimió a su oponente hasta los instantes previos a la suerte suprema. Naturales con molinetes para cerrar una faena que dejaba buen sabor de boca con el abreplaza. Un pinchazo y la tardanza del animal en echarse le valió la ovación.

Turno de Morante; ese torero que, donde va, la expectación le acompaña. Los tendidos querían magia en las manos del genio de La Puebla, pero su faena de capote fue breve. Sin embargo, en el momento de llevar el toro a picar, Morante se disfraza de Chicuelo para dejar un quite para enmarcar en la retina y plasmar en los libros de la tauromaquia. Morante siendo Morante. No importa que no dejara al astado bien colocado, con su capote acababa de pintar pura poesía. Segundo de la tarde a los medios para que el diestro creara una bella faena de muleta basada en largos derechazos. Los naturales se ligaban al son de los olés en los tendidos. Como dice más de un aficionado, la entrada estaba más que amortizada y quedaban cuatro animales por salir. Aprovechó todo el juego que el toro tenía y, tras una estocada escupida, hundió la espada que derribó a su oponente. Se cortaba la primera oreja de la tarde.

Manzanares no dejó caer la tarde, recogiendo al tercer García Jiménez con bellas verónicas. Sin embargo, cuando parecía que la faena se caía, el torero metió al astado bajo la muleta -o quizás fuese el animal quien quiso meterse en la muleta- con naturales profundos donde se vaciaban las embestidas del toro. Sus pases de pecho a hombro cambiado finiquitaron la elegante faena del alicantino. Turno para la suerte suprema. Esa suerte suprema que encandila los tendidos, que deja boquiabiertos a unos, ojipláticos a otros. El dominio de este torero con el estoque es digo de enmarcar. Certera espada que le valió una oreja.

Y, claro, Ferrera no podía marcharse de vacío en su tierra. El cuarto era la última oportunidad y tocaba poner toda la carne en el asador. Pero Ferrera superó todas las expectativas. Tuvo un gran rival de principio a fin, noble y con fuerzas para acompañar una faena de ensueño, que comenzó recibiendo con largas de rodillas. Siguió con bellísimas verónicas y remató con chicuelinas mirando a los tendidos. La locura se adueñó de los tendidos y, quien no se levantase aplaudir semejante serie, es que no estaba cuerdo. Espectacular la raza de Ferrera, pese a que lo mejor estaba por venir. Cambio de tercio tras pasar por el caballo y pitos al diestro por no animarse a poner las banderillas. Tercio querían y tercio tendrían. La plaza se convirtió en un manicomio. No solo clavó espectaculares palos, sino que los recortes tras el último par hicieron sonar tales aplausos que en Mérida no se escuchó otra cosa. Tanto fue así que el propio torero se echó las manos a la cara sin creerse lo que allí acababa de ocurrir. El juego del animal pudo hacer que el diestro extremeño se luciese más, pues anduvo justo de calidad. Ferrera lo intentó hasta el final. El quiero no ganó la guerra del puedo, pero no se rindió. Consiguió sacarle ciertos muletazos que terminaron de bordar una faena merecedora de dos orejas. Enterró el estoque tras una pinchada y los tendidos del coso emeritense se tiñeron de blanco. ¿Y el presidente? A lo suyo, negando lo inevitable. La bronca de los aficionados por robarle una meritoria Puerta Grande a Ferrera caló hondo. Finalmente, el maestro paseó una oreja de muchísimo mérito.

Sin embargo, la tarde fue decayendo poco a poco. No sin que Morante terminara de ponerle la guinda al pastel. Con el capote, el de La Puebla hizo poco para lo que estamos acostumbrados. Tímidas verónicas y chicuelinas que sirvieron para calmar los tendidos tras la faena de Ferrera. Pero faltaba algo. Lo mejor del quinto de la tarde. Echando la rodilla a tierra, Morante se llevó a su oponente con un toreo a dos manos que deleitó a los tendidos. Tanto fue así, que un aficionado gritó: “¡Con lo que has hecho ya puedes matarlo!”. Esto es Morante. Un torero de época. Un torero de los que, con un quite, te amortiza la tarde. Tras un pequeño susto en un ayudado por alto, el diestro cambió de pitón para buscar la faena. Poco pudo hacer ante un escaso y falto toro. Justas fuerzas que hicieron al torero tomar el estoque para cortar su segunda oreja.

Y, para cerrar la tarde, Manzanares, que vio que el pescado ya estaba vendido y no alargó lo inevitable. Nulo con el capote, nada a resaltar. El poco juego que pudo sacar, lo exprimió con la muleta. Elegancia y ritmo. La clase acostumbrada a ver en el toreo del alicantino. Temple y tiempo eran las pautas del torero que buscaba plasmar una armoniosa faena que no tardaría en llegar a su fin dadas las justas fuerzas del sexto astado. De nuevo, la maestría de Manzanares con el estoque hizo hundir la espada en el cierraplaza, lo que le valió su segunda oreja y compartir Puerta Grande con Morante de la Puebla.

 

Plaza de toros de Mérida.- Badajoz.- Toros de Olga Jiménez Fernández y Hnos. García Jiménez para Antonio Ferrera, Morante de la Puebla y José María Manzanares.

Ficha del festejo:

Antonio Ferrera, ovación y oreja con fuerte petición no atendida

Morante de la Puebla, oreja y oreja

José María Manzanares, oreja y oreja

 

TORO A TORO:

Ferrera recibía al abreplaza, "Indeciso", quien salió quieto, parándose en la puerta de toriles. Probó al astado con verónicas pausadas y, tras pasar por el caballo, un quite por chicuelinas que remató con media verónica. Tras el tercio de banderillas, pese a que los tendidos querían que el mismo torero las pusiese, Ferrera supo entender a su oponente. Al primero de los Hermanos Jiménez le costaba la arrancada, aunque en ligado, el diestro hilaba unos naturales que arrancaron los aplausos desde los tendidos. Ahí estuvo la faena. Exprimió al animal lo máximo que pudo, citando de corrido, dibujando un natural tras otro, combinando con molinetes. Lástima que el acero, empañada una faena que satisfacía al público asistente. Pinchazo y leve estocada, que finalizó con un certero descabello tras escuchar el primer aviso.

Turno para Morante, cuya expectación era de notar. Faena breve de capote. Solo destacó su quite por chicuelinas para llevar al astado hasta el caballo, aunque no fue la mejor finalización, pues el toro quedó rebasando la segunda raya de picar, muy cerca de las tablas. Muleta en mano, Morante demuestra por qué su nombre está en boca de todos los taurinos. Serie por naturales que levantan los tendidos. Al igual que su antecesor, la faena estaba en no darle tiempo al toro. Y, uno a uno, se fueron ligando los muletazos. Creando una faena que le costó una oreja tras una segunda certera estocada.

Pobre de capote estuvo también Manzanares con el primero de su lote. Breves y tímidas verónicas previas a su paso por el caballo. Todo cambió tras el tercio de banderillas. Muleta en la izquierda y bajas embestidas por el pitón izquierdo. Probó con la derecha, pero la clase del animal se demostró por el pitón contrario. Sin embargo, en la última serie, el maestro alicantino se empeñó en sacar unas embestidas con su derecha. En la suerte suprema, Manzanares sigue demostrando que, con el estoque, pocos hay como él. Recibiendo derriba a su oponente con una estocada que, a pesar de escuchar el aviso tras que el astado se levantase hasta tres veces, corta una oreja.

Pasado el ecuador de la tarde, Ferrera se enfrentaba a la última oportunidad de tocar pelo en su tierra. La raza del diestro recibía de rodillas a Estereo, siguiendo el quite por chicuelinas mirando a los tendidos. Tras pasar por el caballo, el público pedía a grito que las banderillas fuesen puestas por el diestro. Y que acertados estaban. Magistral tercio de banderillas que desataba la locura en el coso emeritense. Comienzo de faena de muleta para enmarcar. La raza de Ferrera echó abajo los tendidos, mientras el diestro le daba tiempo al animal entre tanda y tanda. Disfrutaba cada pase, relamía cada muletazo. El triunfo estaba en la yema de los dedos. Tomó la estocada y, realizando la suerte suprema al estilo Ferrera, fue a la segunda cuando le hundió la espada a su bravo oponente. Lástima que el presidente hiciera oídos sordos a la fortísima petición de segunda oreja para el diestro extremeño.

Quinto de la tarde para Morante, que no deslumbró con el capote; algo que sería mínimamente por los tendidos. De nuevo, llevó al astado hasta el caballo por chicuelinas bajas, aunque no tan lúcidas como en su primer toro. Resaltaría más su faena de muleta, llevando el animal hacia los medios echando rodillas en tierra y bajando la embestida de su oponente. El resto, fue una faena de rutina para Morante; naturales que gustaban a los tendidos pero que no mostraban el deleite del diestro. Certera estocada que le vale la segunda oreja y apertura de la Puerta Grande.

Cerraba el cartel Manzanares recibiendo a Clandestino, el más pesado de los sorteados. Mínimo con el capote, lo justo para estudiar a un adversario algo distraído. La faena del natural de Alicante volvió a estar en la muleta, donde alargó cada natural, vaciando la embestida del cierraplaza. Temple y tiempo eran las pautas del torero que buscaba plasmar una armoniosa faena que no tardaría en llegar a su fin dadas las justas fuerzas del sexto astado. Gran estocada del maestro que cortaba su segunda oreja con la que acompañaba a Morante en la salida por la Puerta Grande

Ficha del festejo:

Antonio Ferrera, ovación y oreja con fuerte petición no atendida

Morante de la Puebla, oreja y oreja

José María Manzanares, oreja y oreja

 

SORTEO:

 

 

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