MANUEL VIERA

Pablo Aguado, quien de verdad interesa

miércoles, 19 de septiembre de 2018 · 09:34

Me produjo un enorme gozo la diferencial tauromaquia de uno de los más destacados diestros de la pasada Feria de Abril. Mostrada, esta vez, con los notables toros de Luis Algarra en su paso por la Feria de Utrera. Ausente, por otra parte, no sólo de los más importantes ciclos de temporada, sino de muchas plazas de toros de segundo orden.

¿Qué sensación de justicia, además, le habrá transmitido al torero verse sólo anunciando en no más de tres corridas de toros en plazas de tercera durante el año de su indiscutible triunfo en la Maestranza? Ni siquiera en una de esas muchas ferias de provincias donde acaparan puestos las figuras más cinco o diez predilectos del sistema. ¿Dónde está el interés de los empresarios por llevar a sus plazas a quien los debió motivar con distinto concepto en el significativo ruedo hispalense?

Es asombroso que el que demostró la verdad de su toreo y la calidad de sus formas en el prestigioso coso sevillano, se le ignore después, quizá, por el simple hecho de no entrar, por razones obvias, en el atractivo juego de intercambios e intereses.  

No es la primera vez, ni será la última, que un torero busca salir del olvido pese a saberse que en su tauromaquia están los fundamentos del toreo. Con los que contribuye, cuando le dejan, a la búsqueda de triunfos tan contundentes como insuficientes para conseguir su objetivo. Triunfos que no acaban de dar continuidad al virtuosismo y la pureza de su toreo a modo de convertirlo en auténticos aldabonazos para que, de una vez por todas, le haga huir de la inmerecida situación.  

Habrá quien considere que este ejercicio de reflexión es un gesto, por mi parte, de energía baladí. Y habrá también quien afirme que es algo habitual en jóvenes de reciente doctorado no respaldados por la solvencia de los que mandan. Y pueden que lleven razón. Pero también es posible la ignorancia a conciencia. El injusto desinterés de las empresas, dueñas de la situación, por devolver coherencia a la incoherencia. Por quien de verdad interesa. Por quien se distingue por lo que hace y como lo hace. Por Pablo Aguado, testigo inerme del surgimiento de la renovación.

 

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