PACO DELGADO

Sigue girando el bombo

¿Porqué no establecer una serie de rondas, todas ellas sorteadas, en las que, a lo mejor estableciendo una especie de cabezas de serie -las principales figuras- se diese paso a los, pongamos por caso, cien primeros clasificados de la temporada anterior?
jueves, 28 de febrero de 2019 · 08:00

Vaya si ha dado de sí el último invento de Simón Casas. Su sistema para emparejar toros y toreros  que den forma a carteles para la próxima feria de San Isidro sigue dando que hablar. Sigue girando el bombo. De momento ya ha conseguido su primer objetivo: copar la atención del aficionado y convertirse en el foco de la noticia.

No son pocos los que creen que esta fórmula desvirtúa en gran manera el sentido último de la tauromaquia, a la que asignan como objetivo primordial y fundamental la consecución de un resultado artístico fruto de la conjunción del binomio toro-torero, algo para lo que cada torero precisa de un determinado tipo de toro y que al dejar en manos del azar el oponente al que enfrentarse es mucho más difícil de conseguir, cuando no imposible. Sería, por ejemplo, como si a los Rolling Stones se le obligase a tocar el repertorio de The Beatles o los componentes de Whisbone Ashes tuvieran que alcanzar sus perfectas armonías vocales y esplendoroso jaming guitarrero en un auditorio repleto de recovecos y con el techo cruzado de vigas y elementos que distorsionasen a lo bestia el sonido, es decir, dejar que un sorteo estableciese las condiciones en que deban actuar...

Muchos son los que piensan que este método hace de menos a las figuras y orilla los méritos acumulados por aquellas para elegir cómo, cuándo y con quién torean. ¿De qué sirve ser el triunfador, pongamos por caso, de el serial isidril un año si al siguiente hay que someterse al dictado de la suerte para torear otra vez en esa feria? Se elimina así uno de los factores por los que tradicionalmente los toreros han luchado: tener pleno poder de decisión sobre sus condiciones, viendo como se rebaja su categoría a la casualidad y asemejando, y rasando, por tanto, el escalafón.

Otros opinan que el toreo debe hacer disfrutar al público con lo que el torero es capaz de hacer al toro, dando por sentado que hay varios tipos, y muy distintos, de toreros y que cada uno de ellos necesita, a su vez, un tipo claro de toro. Lo que con el bombo no ha lugar, al menos si este sorteo fuese puro, es decir, no se eligiese previamente un determinado número de ganaderías para ese emparejamiento.

Pero también hay quien razona que el toreo -y el mundo del toro en general- necesita, como los colchones, un giro de 180 grados y que se le de una vuelta de orientación que le revitalice para devolver la ilusión y el interés sobre todo al público en general, que es quien llena las plazas y quien mueve el negocio. Hace más de un siglo que el sistema no cambia y a lo mejor ha llegado el momento. Y para que este método del bombo fuese efectivo habría que darle otro repaso y llevarle, cargando la suerte, un poco más allá. Si ahora se ha elegido a diez toreros y otras tantas ganaderías para conformar diez carteles ¿porqué no establecer una serie de rondas, todas ellas sorteadas, en las que, a lo mejor estableciendo una especie de cabezas de serie -las principales figuras- que, o bien tuviesen acceso a una serie predeterminada de ganaderías, más de su gusto, o bien entrasen en el sorteo a partir de una segunda fase, se diese paso a los, pongamos por caso, cien primeros clasificados de la temporada anterior? Así habría oportunidad real para todos. ¿Porqué no establecer una serie de ferias principales que diesen forma a algo parecido a un campeonato mundial de toreo y que funcionasen con este sistema de bombos? ¿Porqué no crear, a su vez, un método de puntuación que diese un triunfador de cada corrida, feria y, finalmente, temporada? Quien así piensa argumenta que Rafa Nadal, otro ejemplo, no elige contra quien tiene que jugar y que, por contrato, se compromete a hacerlo en una serie determinada de torneos para seguir en el circuito. O que un contrarelojista que quiera ganar el Tour de Francia tiene que hacer buen puesto en la montaña y no perder tiempo en el llano. O que tampoco el Real Madrid o el Barcelona pueden jugar siempre ni contra equipos de segunda ni contra la élite europea...

Sea cuál sea el resultado de este método que trata de probar Casas, personalmente me parece que  no hay que transitar siempre por las mismas carreteras y que el movimiento se demuestra andando. Que siga girando el bombo.
 

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