VIÑETAS

Querido Antonio...

martes, 25 de agosto de 2020 · 15:00

Ayer, al despertar, la primera noticia fue la de tu muerte. Qué dolor. Desde muy lejos te lloro y pienso en tu familia. Todo tan inesperado, tan irrevocable, tan triste...

Ir dejando los amigos por el camino es una de las peores pesadumbres que trae la vejez. El mundo de uno se va desmoronando y los personajes que lo poblaron se lo van llevando a pedazos. Tú, la pérdida más reciente.

Compañero de corridas, de conversaciones, aficionado integral, amigo afectuoso, crítico serio. Tantas tardes en Las Ventas, hombro con hombro, mirándonos sin hablar en los momentos cruciales. A veces con sorpresa, otras con alegría o con enojo, y algunas, las menos, desbordados por el sentimiento.

Como aquella 24 de San Isidro. Hace ya siete años, cuando al terminar los dos primeros espléndidos tercios a “Pilarico” el 5º de Cuadri, negro, cuatreño de cinco hierbas, con 620 kilos, manso por cierto, el picador Tito Sandoval y los banderilleros: David Adalid, Fernando Sánchez y Marco Galán arrancaron la vuelta al ruedo, sin su matador Javier Castaño, quien aun no había iniciado faena, bajo una ovación de órdago que les brindaba la pletórica plaza en pie.

Al pasar abajo de nosotros, la estructura temblaba. Con un nudo en la garganta, te miré de reojo, queriendo espiar tu reacción y estabas con la vista en el ruedo, estático, silencioso, absorto, sin aplaudir, pero con las lágrimas rodando por tus mejillas. No te dije nada. En ese instante me abrumó la certeza de lo trascendental, del significado, de la hondura, de la devoción.

Esa imagen, antes de otras, ilustra la portada del archivo que guarda mi memoria de ti. Archivo en cuyas entrañables páginas también figuran como notas de aprendizaje las tertulias previas de corrida en “Onda Cero” a las que dada la importancia de los invitados no me sentía merecedor de asistir, pero a las cuales concurría obligado por ser tu quien me invitaba. Cómo decirte no. Cómo decir más cosas ahora.

Para los que tuvimos el privilegio de tu amistad franca y generosa, dejas en la grada y el corazón un vacío irreparable. Ya nada será lo mismo. Partes en tiempos aciagos. Gracias por tanto querido Antonio Carrasco, devuelve tus átomos al universo y descansa en paz.

 

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