PACO DELGADO

Suenan por nosotros

jueves, 17 de septiembre de 2020 · 08:00

No va a ser fácil que se olvide este año en el que vivimos al borde del precipicio. Pero, como invariablemente sucede, unos lo pasan peor que otros y siempre hay alguien que sufre más que quien parecía último. Diógenes lo tuvo claro y supo que alguien cogería las hierbas que él despreciaba.

Y si el mundo, en general, atraviesa una gravísima crisis de consecuencias desastrosas -e imprevisibles: cada día nos sorprendemos con una nueva calamidad-, con destrucción de miles de puestos de trabajo y un jaque a nuestro actual modelo de vida, el sector taurino, noqueado desde que se suspendieron las primeras ferias de a temporada, anda desconcertado y a la deriva sin saber hacia dónde tirar.

Desorientado, sin una organización fuerte -en realidad sin organización alguna; aquí cada cual va a la suya y sálvese quien pueda-, sin apoyo institucional y con la enemiga de la mayoría de los medios de comunicación, sólo faltaba que el gobierno no sólo le diese la espalda, que se la lleva dando desde ni se sabe, sino que le haya condenado a morir por inanición.

Y no escribo metafóricamente: sucede tal cual lo cuento y ahí está el ejemplo de los profesionales a los que, sistemática y organizadamente, se les niega  cualquier tipo de ayuda. Y hablamos de personas, de seres humanos que por las circunstancias que nos ha tocado padecer, no pueden ejercer su profesión y, por tanto, percibir un salario por ello.

Pero lo más grave es que tampoco están percibiendo las ayudas que nuestros dirigentes prometieron a bombo y platillo y que trabajadores de otros ramos sí perciben.

El Real Decreto Ley 17/2020 establece y determina esas ayudas a los que la grey torera tiene derecho legal desde hace más de treinta años. Sin embargo, aquí y ahora, nadie ha percibido ni un euro de aquellas ayudas.

Tras las manifestaciones de julio ante el Ministerio de Trabajo, sin que nadie se dignase a recibirles ni darles razones, hace unos días un grupo de profesionales se personó en la delegación del SEPE de Sevilla y -no de la mejor manera deseable, también es cierto pero hay que ponerse en su situación-, exigieron más bien a las bravas, explicaciones y, desde luego, soluciones. Hay gente que no cobra desde octubre, que se dice pronto…

Pero con ser grave todo lo que viene sucediendo en torno a esto, lo peor vino al día siguiente, cuando una portavoz del Servicio de Empleo Público Estatal manifestaba, y asì lo recogía y publicaba el diario El Mundo y se reflejó en un magazine matutino de Antena 3, que las órdenes de no pagar venían de arriba: “Queremos decir a este colectivo que no es culpa nuestra, que nosotros sólo cumplimos órdenes, que da igual que al director al que fueron a increpar sea el que firma, porque al final sólo es una firma, nada más".

Así que aquelllo de rescatar personas, de no dejar atrás a nadie era sólo retórica. Una mentira más. La tauromaquia molesta pero que muy mucho a nuestros actuales dirigentes y ya ni se esconden para demostrarlo.

Aplicando un totalitarismo que recuerda a la peor de las dictaduras -en esta caso comunista-, se ha decidido, concienzudamente y a sangre fría, dejar morir de hambre a un sector que da trabajo a más de doscientas mil personas, aporta cientos de millones al estado y mantiene un ecosistema único. Por no hacer larga la lista.

Y todo por cuestión ideológica. No hemos aprendido nada y por ello estamos, otra vez, en el barro.

El peligro es patente y enorme, por que cualquier día le toca a otro. Ahora son los profesionales del toro los que están siendo discriminados y condenados arbitrariamente, pero mañana pueden tomarla con quien sea que les moleste.

¿Por quién doblan las campanas? pregunataba uno de los protagonistas de la novela homónima de Hemingway. Y la respuesta era terrible y desoladora: suenan por nosotros.
 

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