CARLOS BUENO

El señor de la corte

martes, 12 de enero de 2021 · 08:15

Los ganaderos de bravo se arremangan una vez más. La nevada que durante los últimos días ha caído sobre la práctica totalidad de España ha complicado el manejo de los toros en el campo. Dice el ancestral refrán que “año de nieves, año de bienes”, pero nadie parece concederle demasiado crédito a tal afirmación después de que llueva sobre mojado en materia de desgracias.

2020 fue una temporada aciaga, prácticamente inexistente, en la que la pandemia de COVID dejó la celebración de festejos taurinos en algo meramente testimonial. Muy pocas ganaderías consiguieron dar salida a alguno de sus animales. Entre España y Francia se celebraron 106 festejos en los que se anunciaron 71 hierros, pero sólo 18 de ellos vendieron más de 10 reses. Apenas saltaron a la plaza 600 toros, lo que implica que más de 4.000 se quedaron en las dehesas.

Se lidió el 1% de la producción preparada, que rondaba los 14.000 animales entre añojos, erales, utreros y toros. Los cinqueños fueron condenados al matadero mientras otros esperan la última oportunidad de lidiarse este año. A los sumo, se pagan 500 euros por la carne de un astado, una cantidad irrisoria para lo que cuesta su crianza. La estimación es que se han tenido que sacrificar un 50% de vacas reproductoras, con la merma de tesoro genético que eso representa.

Sin duda, el sector más perjudicado por el coronavirus ha sido el de los ganaderos de bravo que, pese a no tener ingresos, han tenido que seguir invirtiendo para mantener a sus animales con la esperanza de que el desastre pronto desaparezca, y todo sin ayudas económicas estatales.

Por si fuera poco, ahora la nevada complica aún más su situación. Los toros más fuertes soportan el frío, pero los más débiles sucumben. La humedad no es buena para ninguno de ellos. Encima la labor de hacerles llegar el alimento se complica. Posiblemente la nieve traiga abundantes pastos para la primavera, pero de momento es un fastidio que se seguirá cobrando vidas de animales. Ante tal panorama los ganaderos se han calzado las botas de agua y se han abrigado para salir a la intemperie, limpiar de nieve abrevaderos y pesebres, y llevar el sustento a sus ejemplares, como siempre han hecho. Y todo sin tener la certeza de que se vayan a organizar corridas y, si se dan, cuántas y de qué forma se celebrarán.

Lo suyo es cuestión de respeto a una tradición que implica conservar y mantener una raza única, es cuestión de responsabilidad con el medioambiente, de animalismo de verdad y de ecologismo en estado puro con el dinero de su bolsillo. Entretanto, un puñado de ecologistas de ciudad, generosamente subvencionados y frente a la pantalla del ordenador de su caldeada oficina, ultrajan e injurian al sector taurino.

La penúltima infamia llega de la boca de Sergio García Torres, Director General de los Derechos de los Animales, que se ha atrevido a afirmar que la Tauromaquia es “un negocio de los señores de la corte que viven del dinero público” y una forma de “control masculino sobre la naturaleza”, dos mentiras insostenibles que son tan sencillas de rebatir que no merece la pena perder el tiempo. Y si, como es presumible, se trata de mentiras pronunciadas con mala intención, el asunto se convierte en delito, pues los toros están protegidos por la Constitución y las leyes, y actuar contra la ley desde un cargo público es incurrir en un delito.

Se deberían tomar cartas en el asunto y no permitir su insolencia a García Torres, colocado a dedo por Pablo Iglesias con un sueldo de 80.000 euros anuales. Además de denunciarle se le debería obligar a calzarse las botas de agua, salir a la intemperie y llevar el sustento a los toros bajo la nieve. ¿Quién es el señor de la Corte que vive del dinero público?

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