VIENTO DE LEVANTE

El baile de otoño

jueves, 18 de noviembre de 2021 · 06:26

Es esta estación época de cambios, también de novedades astronómicas (como la llamada Luna de la Cosecha, una de las lunas llenas más curiosas del año) y de, en general, transformaciones naturales a las que el hombre no escapa. Ni tampoco, claro, el mundo del toro.

Ya Valle Inclán -que en realidad se llamaba Ramón Valle Peña-, a muy primeros del siglo XX, en su Sonata de Otoño, se recreaba contando las memorias eróticas del Marqués de Bradomín, reflejando sus cambios de compañía, desde sus amores con Concha, que se enlazan con los habidos en posteriores sonatas -de primavera, estío e invierno- con las lujuriosas aventuras con una criolla, la Niña Chole; el intento de seducción, en Roma, de la bella hija de la princesa Gaetani, etcétera.

No olvidemos que muchos de los cambios más significativos que afectan al ser humano se producen durante esta estación de transición, como el llamado TAE, Trastorno Afectivo Estacional, más conocido como astenia otoñal. Sutiles alteraciones en nuestro estado de ánimo, llegando a alcanzar en ciertos casos hasta incluso breves depresiones.

Todos los años por estas fechas, como uno de esos temas recurrentes a los que hacía referencia González Ruano y de los que se hecha mano año tras año cuando toca, recuerdo lo que el maestro Juan Posada comentaba apenas se cerraba la feria de Albacete: “Termina Albacete, comienza la otoñada”, sugiriendo paisajes, sensaciones y situaciones con las que se dejaba atrás el verano y se encaraba un ya no tan lejano año nuevo, con todo lo que ello suponía y acarreaba.

Es el otoño época especial también en el toreo. Se paraliza la actividad y el trasiego de la torería, que se refugia en el campo o persigue en América nuevos triunfos, empuje o algún dólar, y, al margen de las labores propias de la época en las ganaderías, cada cual prepara su estrategia de cara a la inminente siguiente temporada.

Y otra de las constantes de cada año al enfilar su último tramo es el ajetreo de alianzas. Como en esas verbenas en las que a cada poco se cambia de pareja, con el final de campaña varía de modo sustancial el emparejamiento de diestros y mentores.

Es normal que novilleros y matadores que no han visto satisfechas sus esperanzas opten por un cambio de dirección que les permita contemplar con nuevo optimismo el futuro mas inmediato, como si un apoderado fuese un mago que con su varita mágica multiplicase contratos y actuaciones. Y ya hasta diestros con larga trayectoria y sólida carrera se olvidan del apretón de manos, dado a lo mejor sólo unos meses antes, y aunque juren que permanece incólume la amistad y el cariño entre las partes, el si te he visto no me acuerdo es moneda común en busca de mejores posicionamientos. Como si no fuese el propio novillero, matador o rejoneador el que tuviese sobre sus hombros la responsabilidad de buscarse la vida y resolver su futuro. Un futuro que se encarrila en diez minutos pero que se asienta en una sucesión de triunfos constante y regular y que, desgraciadamente, no siempre es así y tampoco está al alcance de cualquiera.

Sólo los privilegiados tienen ese don, forjado, no se olvide, a base de trabajo, esfuerzo y sacrificio, y puede que no necesiten apoderados sino un administrador leal que lleve sus cuentas y obtenga las mayores ventajas para su empleador en los tratos. El resto tiene que luchar contra corriente, no dejar escapar ocasión alguna de destacar y machacarse entrenando mente y cuerpo para cuando llegue ese momento. Si es que llega. Y mientras, como quien rellena una quiniela o compra lotería, cambia de pareja y busca un apoderado nuevo que le convierta en figura.

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