GALLEANDO

Puyas, el eterno problema

miércoles, 15 de diciembre de 2021 · 07:45

De hecho, no existe duda de lo ilógico de una suerte, a la intemperie del sinsentido, con la que se desvela la pérdida de su fundamento. El minusvalorado tercio de varas no es más que un trámite en la lidia de que se teoriza mucho y se práctica muy poco. Nada. No ha lugar. No lo admite el toro de hoy con la puya utilizada hoy. Es esta la cuestión por la que se prescinde de un “castigo”, tan candoroso a veces como excesivo en otras, que se da por bueno lo que es escandalosamente penoso.

Hace algunas temporadas hubo quien entendió que utilizando puyas de diferentes dimensiones usadas a criterio del matador y en función de las condiciones física de la res, cambiaría el devenir de lo que acontece en el ruedo. Nada, la idea no cuajó. Tampoco la puya retráctil, inventada por el picador sevillano Curro Rivero, cuya pirámide de acero se retrae cuando el toro ejerce fuerza sobre el tope de la cruceta evitando así destrozos añadidos en el toro, fue aceptada por los diferentes estamentos taurinos con poder de decisión.

En este panorama de réquiem por la más bella de las suertes de la lidia. En este simulacro de cada tarde, absurdo e innecesario, una nueva propuesta con determinante intención de hacer la suerte con el sentido artístico y emotivo que el aficionado anhela, sin necesidad de destrozar al toro, sale a la luz. El Salón de Carteles de la plaza de toros de Sevilla fue testigo hace unos días de la presentación del libro del veterinario Julio Fernández Sanz titulado “Descubriendo al toro de lidia”. Plantea el autor en unos de los capítulos la necesidad de revisar la lidia, y entre lo diversos planteamientos una nueva formulación para modificar la puya, consistente en transformar la actual pirámide triangular por una cuadrangular que reduzca la hemorragia y evite mermas en la condición física del animal.

La mejora sustancial del tercio de varas se hace tan necesaria como urgente. Hay que terminar con tanta decepción. Quizá vuelva a imperar la resistencia al cambio. Porque cambiar es tarea demasiado difícil pese a que innovar sea una seria posibilidad de avance. De todas formas, me da la impresión que lo que tiene que cambiar es el toro, no la puya.  Pero esto sería poner en valor la casta en detrimento de la excesiva nobleza. Y no es, precisamente, donde radica hoy el interés del toreo.

 

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