VIENTO DE LEVANTE

El precio de las cosas

jueves, 10 de junio de 2021 · 06:48

Siempre se ha discutido sobre si los toros son caros. Mucho se ha escrito y hablado acerca de lo que cuesta presenciar un festejo taurino. Y las opiniones siguen divididas: para el público es un espectáculo caro y para los empresarios y profesionales, barato.

Una cuestión esta que sigue vigente y para la que no es fácil hallar una respuesta de consenso, como se dice ahora.

Organizar una corrida de toros, y una novillada -y hasta una función sin caballos-, conlleva unos costes de producción ciertamente elevados: desde el importe del ganado hasta los honorarios de los toreros pasando por un rosario de gastos más o menos menores que incluyen partidas como mulillas, música, equipo médico, empleados de la plaza, etcétera, etcétera.

Un total que tiene que ser repercutido en el importe de la localidad para que no sólo la función pueda celebrarse sino para que quien la monta tenga un mínimo beneficio. No olvidemos que el principal objetivo del empresario, sea del ramo que sea, es la obtención de una ganancia económica.

Y, efectivamente, no sale barato acudir a los toros. Pero, si comparamos con otros espectáculos, se comprueba que es ninguna locura. Y tampoco es ya preciso tener que empeñar colchones para ir a ver a la figura de turno.

La última vez que fui a Mestalla, y a una localidad más bien cercana a las nubes, me soplaron 140 euros por dos entradas. Presenciar una función de teatro en una de las principales salas de Valencia sale por una media de 30 euros. Ir a cenar a un restaurante normalito no te cuesta menos de 90 o 100 euros la pareja y cuando fui a un concierto de los Rolling Stones -una experiencia que nadie debería perderse en la vida- aflojé 180 euros.

¿Son caros los toros? en comparación con lo que digo, no me lo parece. Y menos si se tiene en cuenta que se trata de un espectáculo en el que todo es de verdad y no admite una repetición.

La reciente celebración de la feria de San Isidro en Vistalegre ha vuelto a suscitar la controversia sobre el precio de una entrada para los toros.  La pobre afluencia de público se achaca -al margen de que no falte quien haya opinado que un San Isidro sólo se puede dar en Las Ventas, como si el campeonato mundial de fútbol nada más pudiese jugarse en el mítico Wembley o en el viejo Maracaná o el Open USA de tenis no tuviese razón de ser si no se disputa en Forest Hill...- al elevado importe de los boletos.

Pero resulta que se podía presenciar una corrida por 27 euros y una novillada por 13... o que un abono -para 11 festejos 11- se podía adquirir por 277. Claro que también una barrera costaba 160 euros en Zona A, pero eso es como todo, un automóvil se puede disfrutar por, relativamente, poco o pulirte una herencia por presumir de Rolls Royce...

Al margen de que ni siquiera se haya intentado adaptar el sistema retributivo a la realidad -tanto produces tanto cobras-, si bien es cierto que tampoco el producto está ni suficiente ni convenientemente promocionado ni publicitado como para hacer que sea el torero quien cargue con la responsabilidad de llevar gente a los tendidos, el tinglado que hay alrededor de una corrida hace muy difícil el poder rebajar costes.

Sí que sería muy interesante el buscar vías de financiación alternativas, modelos de patrocinio o una publicidad real y efectiva  que evitase que todo el peso de la producción se haga recaer en el espectador. Hace un siglo o siglo y medio a lo mejor sí que bastaba con basarse en la taquilla, pero ahora es preciso encontrar otras fórmulas; hoy en día ese sistema se ha demostrado que se queda corto, muy corto, y que no resuelve uno de los varios y muy graves problemas que hacen que nuestra fiesta taurina vaya de capa caída.

 

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